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Ley antinmigrante empaña festejos previos por el 5 de mayo

No entienden lo que es salir de casa y no saber si vas a ser deportado
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La oficina del sheriff Joe Arpaio, uno de los sitios más temidos en ArizonaFoto Arturo Cano
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Periódico La Jornada
Martes 4 de mayo de 2010, p. 13

Phoenix y Tucson, 3 de mayo. ¿Pues por qué va a ser? Por todo este desmadre, dice la patrona de los Tacos Chava (estilo Sinaloa), mientras toma la orden y echa una ojeada al jardín semivacío del rancho Corona. Es una fiesta adelantada del 5 de mayo, que aquí celebran igual anglosajones y latinos. Días de borrachera colectiva aquí y en otras ciudades estadunidenses de fuerte presencia mexicana (en la capital de Arizona, por ejemplo, los restaurantes invitan a celebrar el drinko de mayo).

Uno de cada tres habitantes de Arizona es hispano y se calcula que hay medio millón de indocumentados. Por eso esta fiesta la patrocinan los refrescos Jarritos, la lotería estatal, un periódico en español, compañías cerveceras, bancos, aseguradoras y hasta el aeropuerto local.

Rodney Glassman, quien según un sondeo reciente tiene 32 por ciento de las preferencias entre los republicanos para aspirar al Senado en las elecciones de noviembre, coloca su autobús de propaganda a la entrada del rancho. Abusado Glassman. Después de que el promigrante John McCain (54 por ciento de las preferencias en el mismo sondeo) anunció su apoyo a la ley SB 1070, él va en busca del voto de origen mexicano.

Pero los potenciales electores no llegan en racimos, sino a cuentagotas, pese que la estación de radio La Campesina (Del pueblo y para el pueblo es su lema) anuncia la pachanga desde hace unas semanas. Diez grupos musicales, con nombres como Los Creadorez del pasito duranguense, El Komander, Los Diferentes de la Sierra y Azabache, se dan cita en el lugar, enorme espacio con salones y jardines que luce semivacío.

La estrella Julián Alvarez agradece los alaridos de las morras y se disculpa por cantar acompañado sólo de una norteño-banda de tres músicos. Ya ven cómo está la cosa. Se pusieron muy molestosos con las visas de mi banda. El público lanza gritos de aprobación y mentadas a la migra. Algunas parejas bailan y las jovencitas que toman fotos corean Corazón mágico.

La gente tiene miedo de salir, dice un hombre de gorrita beisbolera antes de apurar un trago de su cerveza de cuatro dólares.

Algunas estrellas cancelaron su participación y a cada rato, en medio de la fiesta, se recuerda la guillotina que viene, que ya está aquí desde que el sheriff Joe Arpaio agarra gente por escuchar la música que oyen aquí, con apoyo de las agencias federales, gracias a programas y herramientas legales que Barack Obama ha dejado funcionando, pese a su promesa de campaña de una reforma migratoria.

Aunque es hora de la fiesta, entre la gente que bebe cerveza y baila hebilla con hebilla no se diluye la preocupación. Lo tiene claro uno de los famosos locutores de la radio, apodado El Fantasma: Sabemos que estamos pasando una situación difícil, raza. Mañana, de una a tres, vamos a platicarles en La Campesina todo sobre la ley mentada.

Pero, mientras tanto, ¡viva el drinko de mayo!

¿Usted cree que un gringo va a tener las manos así?

Todos los días, desde que se aprobó la ley que tipifica como delito transportar a indocumentados y hace posible que ciudadanos demanden a la policía por no actuar contra la inmigración ilegal, hay marchas, vigilias en los templos, plantones frente a oficinas gubernamentales y reuniones comunitarias. Se mueven montones de jóvenes nacidos aquí, hijos de mexicanos o centroamericanos. También, aunque en escaso número, anglosajones que apoyan a los indocumentados, y personas sin papeles que se consideran recién llegadas, pese a llevar aquí entre cinco y 10 años.

Como la sonorense Verónica Martínez, que toma con fuerza las callosas, despellejadas manos de Sergio, su marido, trabajador de la construcción, y las exhibe mientras dice: ¿Usted cree que un gringo va a tener las manos así?

Verónica habla en el parque Armory, en el centro de Tucson, donde la pareja participa en una de sus primeras manifestaciones. A unos pasos de ella, a la vera de su dueño, un perro hace la meme. “¿Ve ese perrito ahí? Tan a gusto, tan tranquilo. En cambio nosotros… Poca gente sabe lo que es levantarse en la mañana, salir de la casa y no saber si vas a regresar o vas a terminar deportado. No saben lo que es el miedo.”

Cerca de los sonorenses está Michelle Magee, mate e hija pequeña en mano. Ofrece un sorbo de la infusión e informa que su marido es argentino y que ella es pastora de la iglesia luterana de San Juan Bautista. En mi iglesia hay una mezcla de opiniones, pero nuestro obispo se ha manifestado en favor de una reforma migratoria y, bueno, creo que la mitad de nuestra gente no tiene documentos.

En la marcha del primero de mayo, Michelle fue una de las que avanzaron a la cabeza, como parte de un contingente de mamás con sus carreolas y sus bebés. Un letrero que marchó con ellas recordaba a los legisladores que aprobaron la ley: “Pearce, no se te olvide que 90 por ciento de los hispanos menores de 18 años son ciudadanos”.

Hoy marchamos, mañana votamos, repiten la consigna de 2006.

Visto así, se entiende que haya legisladores republicanos que piden que los hijos de indocumentados sean echados del país donde nacieron.

El problema es que mientras ese 90 por ciento cumple la edad para votar, la opinión mayoritaria de los estadunidenses no está del lado de los migrantes, así sea por escaso margen.

Según los resultados de una encuesta de The New York Times y CBS News, 51 por ciento de los estadunidenses creen que la ley de Arizona es lo mejor para hacer frente al problema migratorio, mientras sólo 36 por ciento opina que va demasiado lejos (9 por ciento, y aquí puede estar el voto duro de los racistas de Arizona, para quienes ni siquiera la ley mencionada es suficiente).

El mismo estudio indica que 57 por ciento considera que el manejo de las leyes de inmigración debe corresponder al gobierno federal, mientras 78 por ciento cree que el gobierno no ha hecho lo suficiente para controlar la frontera.

A pesar de que los migrantes pagan impuestos, aunque trabajen con papeles falsos, sólo dos de cada 10 estadunidenses piensan que ayudan a la economía con su mano de obra barata y la adquisición de productos y servicios. En cambio, tres cuartas partes considera que son una carga para los servicios educativos y de salud.

Un día venceremos, remata la rola del jefe, cosa que no creen los 30 minutemen que se plantan a provocar frente al parque. Hombres y mujeres, la mayoría viejos, dejan los pulmones en un grito: “¡USA, USA!” Portan letreros que los definen: México fuera de Estados Unidos, México, recuerda El Alamo, Boicot a México. Uno de ellos, el más joven, viste una camiseta con la célebre foto del cadáver de Ernesto Guevara y esta frase: “El Che ha muerto, tus impuestos están trabajando”.

¿Cómo ven a los de ahí enfrente? Pues los vemos muy chiquitos, se ríe Sergio, el de las manos callosas, en referencia a que son un puñado apenas. Pero hacen ruido. Quieren provocar y cuando les contestan, pese a los llamados de los organizadores, consiguen lo que quieren: aparecer en las pantallas con sus letreros de Yo apoyo la SB 1070.

Son puro güey pagado que nos envidia porque tenemos mejor calidad de vida que ellos, dice Jaime Esquivel, oriundo de Cuernavaca y ya con larga vida en este país.

Salen en la televisión de todo el mundo, igual que otro grupito que se manifiesta en Phoenix. Pero no son, ni de lejos, los peligrosos, conviene Esquivel. Ahí está el sheriff Joe Arpaio, quien este día anuncia que no buscará la candidatura republicana a gobernador de Arizona.

Entre las razones de Arpaio para no disputar la gubernatura, la más importante es, quizá, que la junta de supervisores que debería elegir a su sucesor interino ha cuestionado su trabajo y al menos ha investigado a dos de sus integrantes.

Arpaio, en cambio, buscará su sexta relección en 2012. Tiene ya 2 millones de dólares en donaciones. Cuando busque la relección tendrá 79 años, y miles de indocumentados más en su lista.