Opinión
Ver día anteriorDomingo 2 de mayo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿La Fiesta en Paz?

Necrófilos, ignorantes y locutores

H

an sufrido tal tergiversación los conceptos que sustentan el arte de la lidia que taurinos y antis se identifican, así sea momentáneamente, por su manera de reaccionar –los primeros con candoroso asombro, los segundos con sadismo de sicario– ante esporádicas cornadas de suma gravedad.

Por un lado, los aficionados mexicanos, los que añoran cómo debería ser la fiesta, le achacan hoy, con toda razón, un escaso nivel de emoción, tanto por la falta de bravura, edad y trapío en la mayoría de los toros, como por la escasez de expresión y de estética en el quehacer de no pocos toreros.

Ah, pero que no resulte gravemente herido un figurón de los ruedos –los humildes tampoco en los toros cuentan–, no obstante haber escogido una ganadería de prestigio, porque entonces ponen el grito en el cielo y les parece tan terrible como si a un boxeador le hubiesen fracturado el maxilar o a un futbolista dislocado un tobillo. Son los que apuestan por el posturismo sin drama y por la emoción sin peligro, instalados en la antitauromaquia.

En ocasiones de morbosa necrofilia colectiva por una cornada que puso en peligro la vida y fue causada, ¡al fin!, por un astado reivindicador, los justicieros metidos a antitaurinos aprovechan para exhibir su parcializada sensibilidad. Tras el percance de José Tomás, el sábado 24 en Aguascalientes, enviaron frasecitas tan agudas como: Justicia divina, Mejor que quede lisiado el resto de su vida, Cabronadas seudoartísticas, Bestia humana que se lo merecía, Perverso torero, La familia del toro está feliz, y muchas otras exhibiendo idéntico nivel de confusión existencial.

Quedan sin embargo lectores pensantes como Ricardo Alberto Cinta García, quien afirma: “¡Que ignorancia! Los comentarios donde preguntan por la salud del toro sólo denotan una falta de conocimiento sobre la fiesta taurina y el desprecio que estas personas, que se dicen amantes de la vida, tienen hacia otro ser humano.

Señores y señoras antitaurinos, el día que se acabe la fiesta de toros se acaba también el toro de lidia. ¿Desean la desaparición de este animal? ¿Qué piensan hacer con los toros de lidia? ¿Adoptarlos como mascotas o soltarlos? ¿Debo desearles la muerte sólo porque han comido un buen bistec? Supongo que la mayoría de los que aquí comentan comen carne. ¿Han visto cómo sacrifican a los animales en el rastro? ¿Qué es lo que les molesta? Qué fácil es ser ignorante y pedir por la salud de un toro mientras devoran sus buenos tacotes desde la comodidad de su casa sin saber siquiera una pizca de lo que es la tradición taurina. Ustedes no aman la vida ni aman al toro ni aman al ser humano.

El analfabetismo de los locutores es internacional. Así, uno que ladra en la emisora TeleMadrid, no tuvo empacho en repetir Aguascalientes, Colombia, en su acomplejado afán de cuestionar la eficaz atención médica de las asistencias y los doctores mexicanos que salvaron la vida a José Tomás, tras el cornadón que le dio Navegante, de la pastueña ganadería de Santiago, que esa tarde, en un parpadeo del torero, se salió de la norma y por poco lo mata.

Gallito, Sánchez Mejías, Manolete, Paquirri y El Yiyo, entre otros diestros españoles fallecidos en la enfermería, unos porque era su raya, otro por terco, alguno por inconfesables motivos y otros más por franca ineptitud médica y escasez de recursos, sonreirían ante estos aficionados y locutores ñoños que se alarman porque un torero casi encuentra la muerte en el ejercicio pundonoroso de su profesión… en Aguascalientes, Colombia.