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Con la interpretación videograbada del poeta culminó el homenaje que le rindió el instituto

La voz de Carlos Montemayor irrumpió entre sus amigos reunidos en Bellas Artes

En la filmación de 2009 canta dos piezas que había planeado presentar en un recital

Natalia Toledo, Pablo Espinosa, Miguel Tirado, Jorge Luis Dueñas y Benjamín Domínguez lo recordaron

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Natalia Toledo, Miguel Tirado, Donald Frishman y Pablo Espinosa, durante el homenajeFoto Yazmín Ortega Cortés
 
Periódico La Jornada
Domingo 2 de mayo de 2010, p. 3

El escritor Carlos Montemayor cumplió con lo prometido: acudió al Palacio de Bellas Artes con algunos de sus entrañables amigos y presentó sus últimos discos.

La noche del jueves, después de una emotiva velada en la sala Manuel M. Ponce, en la cual Natalia Toledo, Jorge Ruiz Dueñas, Miguel Tirado, Benjamín Domínguez y Pablo Espinosa compartieron recuerdos del maestro y colega, el pianista Antonio Bravo presentó al tenor ante la sorpresa del público.

Entre aplausos, apareció la imagen del poeta y su voz irrumpió en el escenario con la fuerza de los recuerdos y enseñanzas que sembró en lectores, familiares y camaradas.

Así culminó el homenaje que el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) brindó al autor de Guerra en el paraíso, a dos meses de su fallecimiento: con la proyección de un video grabado en abril de 2009 en el cual Montemayor interpreta la pieza Malia, del compositor italiano Paolo Tosti.

Después vino O surdato ‘nnammurato, canción napolitana de Aniello Califano. En ambas melodías, la interpretación en vivo de Bravo logró la magia de hacer sentir la presencia del escritor, pues ese era el recital que Montemayor planeó en enero para dar a conocer sus grabaciones.

El video fue realizado hace justamente un año, cuando el ensayista donó a la biblioteca central de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez un acervo de 92 libros, además de archivos de audio, video y microfilme que recopila su trabajo en torno a temas relacionados con movimientos armados en el país.

Lo que estaba anunciado como mesa redonda, titulada El libro de Carlos Montemayor, devino tertulia, charla en la que los invitados guardaron sus discursos y, guíados por Bravo, tejieron una cálida remembranza que enfatizó el carácter poliédrico del autor.

Desde sus peripecias como tenista, hasta su rigor a la hora de guíar a los jóvenes poetas becarios del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, pasando por su pasión por los clásicos griegos y sus recientes críticas a la extinción de Luz y Fuerza del Centro, fueron temas de la plática en la que privó el buen humor, el mismo que siempre estuvo presente en los encuentros donde Montemayor era anfitrión.

Domínguez comentó que la literatura de su amigo es táctil: suave en las sombras y fuerte en las luces. “Carlos manejaba bien esto. Por ejemplo, en Guerra en el paraíso descubrí que había partes en las que manejaba con mucha conciencia esa técnica, cuando quería definir a un personaje le ponía pasta, lo texturizaba, lo hacía visible, y a todo lo demás le ponía una veladura que le permitía diluir el fondo y acercar la textura hacia el frente.

Escribía muy pictóricamente, y yo le decía que sus obras hasta un ciego las podía tentar, porque tenían esos relieves. Al platicar acerca de los materiales que utilizaban los escritores él lo describió así: el color representa el espíritu, lo interior; la composición es el carácter, y el dibujo es el yo interior, porque es lo primero que aflora cuando tienen una idea, el primer umbral que se abre dentro de ti para plasmar una idea del espíritu.

Entre el público la escritora y discípula de Montemayor, Verónica Volkow, comentó que su maestro le enseñó a ser rigurosa y que eran asombrosos sus conocimientos, lo mismo de alquimia y esoterismo que de movimientos revolucionaros.

También tomó la palabra Lucy, secretaria del autor durante varios lustros. Ella leyó un emotivo texto que le dedicó, más que al jefe, al amigo con el que trabajó tanto tiempo y que entre ensayo y ensayo, que revisaba meticulosamente, se daba tiempo para vocalizar.

La poeta Natalia Toledo recordó el respaldo que el también articulista de La Jornada dio a los escritores indígenas, y le dedicó la lectura de un poema en zapoteco, una de las lenguas que más lo entusiasmaban.

Jorge Ruiz Dueñas habló de la deuda que tiene la izquierda mexicana con Montemayor, pues en sus inicios como escritor tuvo dificultad en ser reconocido. Al respecto, una persona del público apuntó que el poeta, más allá de ideologías políticas, es un humanista.

En el cierre del encuentro, el periodista Pablo Espinosa, quien fue en años recientes el editor de Montemayor en la sección de cultura de este diario, resaltó que es la congruencia lo que sigue para honrar la memoria del maestro: “lo que sigue –recalcó– es que sus ideas, su ejemplo, la semilla que sembró, germine ya en los jóvenes, que son mucho más que futuro.

“Hoy ellos voltean en busca de maestros y encuentran vacío, los que antes eran ‘intelectuales’ ahora son serviles al sistema dominante, serviles a hacer dinero, a hablar de sí mismos, a procurarse fama y gloria’ y abandonar la responsabilidad de los verdaderos hombres de conocimiento.”

El INBA anunció que también honrará la memoria del autor con el cambio de nombre del premio Testimonio Chihuahua, el cual será a partir de su próxima edición Premio Bellas Artes Testimonio Carlos Montemayor.