Opinión
Ver día anteriorJueves 22 de abril de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Las falsedades de la Cofepris
E

s muy preocupante que cualquier cosa que diga la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) sea reproducida por los medios sin cuestionarla. Uno de los últimos excesos en las declaraciones del titular de este órgano desconcentrado de la Secretaría de Salud fue que pugnaría por una reforma a la Ley General para el Control del Tabaco para que se prohíba fumar en todas las áreas de acceso público, aunque sean abiertas, como estadios, conciertos al aire libre, plazas públicas y paradas de camión (La Jornada, 16/4/10). ¿Las aceras y las calles están incluidas al ser áreas abiertas de acceso público? ¿El Zócalo capitalino también? ¿Qué más?

Esta obsesión antitabaco se ha vuelto en el titular de la Cofepris una cruzada sin más argumentos que sus ocurrencias, sólo compartidas y celebradas por los grupos militantes en contra del cigarro.

¿Quién es el titular de la Cofepris? Miguel Ángel Toscano Velasco, el mismo que afirmó el 17 de abril de 2009 (hace un año) que fumar producía, entre otras enfermedades, neumonía (La Jornada, 18/4/09). Este genio de la medicina pasó por alto que esta enfermedad es provocada por una bacteria llamada Streptococcus pneumoniae, razón por la cual se usan antibióticos para curarla. No puedo afirmar que Toscano influyó en el catálogo marke.com.mx, de abril de 2009, o este catálogo en el titular de Cofepris. Pero me inclino por lo segundo, ya que Marke anunciaba el purificador de aire Bell Howell como un aparato que remueve las bacterias contaminantes del cigarro y Toscano, ingenuamente, le creyó.

Este funcionario, de 37 años, es un economista del ITAM, militante de Acción Nacional, ex diputado de este partido y fue el mismo que el año pasado dijo que el agua de tres delegaciones del Distrito Federal contenía residuos fecales, sin comprobarlo. Este mismo muchacho fue el que siendo diputado acusó a varios de sus compañeros de haber recibido dinero de las tabacaleras, sólo porque no estuvieron de acuerdo en aumentar el impuesto al tabaco (El Universal, 30/11/05). Nunca pudo comprobar nada. De salud pública sabe lo mismo que yo de sánscrito antiguo, pero al haberlo nombrado el Presidente de la República, se volvió experto en la materia (el hábito hace al monje), y lo peor es que los medios se han hecho cómplices de las tonterías que ha dicho aunque carezcan de fundamento científico.

No contento con su cruzada en contra de que se fume tabaco, su comisión ya se lanzó también en contra del cigarro electrónico, argumentando que está prohibido en México porque “no se ha emitido autorización alguna para la importación, distribución o venta de los llamados ‘cigarros electrónicos’” (véase el sitio electrónico de la Cofepris) y, además, porque lo prohíbe la Ley General para el Control del Tabaco. Esta prohibición, según la Cofepris, está contemplada en el artículo 16 fracción VI, que dice: Se prohíbe comerciar, vender, distribuir, exhibir, promocionar o producir cualquier objeto que no sea un producto del tabaco, que contenga alguno de los elementos de la marca o cualquier tipo de diseño o señal auditiva que lo identifique con productos del tabaco (se ha respetado la redacción). ¿Qué quiere decir que contenga alguno de los elementos de la marca? ¿La figura de un camello si se trata de la marca Camel? ¿O un rectángulo con una cuña en ángulo inclinado si se trata de Marlboro, etcétera? Se refiere a marcas. ¿Qué quiere decir cualquier tipo de diseño que lo identifique con productos del tabaco? Esto es más difícil de precisar: ¿que parezca un cigarro, un puro, una pipa, una cajita de rapé? ¿Y qué se puede decir de una señal auditiva que la identifique con productos del tabaco? Me doy, no se me ocurre ninguna.

El cigarro electrónico es un vaporizador de glicol de propileno, agua y en algunos casos, a solicitud del cliente, de nicotina. Ninguno de sus compuestos es dañino a la salud; sin embargo, la Cofepris ha indicado que el consumo de nicotina ocasiona enfermedades respiratorias, neoplasias, problemas cardiovasculares y cerebrovasculares, las cuales pueden causar la muerte del fumador.

La nicotina sola es inocua, incluso para la producción de cáncer. Si se aspira nicotina en un cigarrillo electrónico (e-cig) no hay alquitranes ni monóxido de carbono, por lo que el e-cig no puede producir cáncer (neoplasias malignas), aun aceptando que algunos componentes del cigarrillo produzcan cáncer. La nicotina tampoco ocasiona problemas cardiovasculares, pues normalmente se une selectivamente a los receptores de acetilcolina; si la primera es vasoconstrictora, la segunda es vasodilatadora. No hay ninguna evidencia de que la nicotina afecte las vías respiratorias. Por el contrario, la nicotina estimula la alerta, la vigilancia y el rendimiento cognitivo, además de producir un modesto placer. Es un antidepresivo como el Prozac. René Drucker Colín y Reyes Haro concluyeron que tanto la nicotina como el Prozac mostraron equivalente eficacia antidepresiva (véase Reyes Haro and René Drucker Colín, Effects of Long-Term Administration of Nicotine and Fluoxetine on Sleep in Depressed Patients. Archives of Medical Research 35 (2004) 499–506).

Por lo demás, si no está prohibida la elaboración y comercialización del tabaco, sino consumirlo en ciertas áreas, ¿por qué prohibir el cigarro electrónico que ni siquiera produce humo? Uno de los argumentos de la Cofepris, si así le puede llamar, es que no existe evidencia científica de que este producto constituya una alternativa médica para dejar de fumar, dando por sentado que los fumadores queremos dejar de fumar. ¿Y cuál es la alternativa médica para dejar de fumar? ¿Los parches y los chicles con nicotina, que no están prohibidos aunque no garanticen que se deje de fumar? ¿La que recomiendan los laboratorios y recetan algunos médicos? ¿Cuánto le paga Pfizer (Champix) a la Cofepris? Pfizer afirma que la vareniclina, que es el componente de Champix, es mejor que el bupropion (que también se usa para dejar de fumar), pero también dice que su producto medicinal, como tantos fármacos, tiene efectos secundarios muy comunes, comunes y poco comunes, algunos graves. Entre todos éstos está el aumento de apetito (en un país donde se trata de combatir el sobrepeso y la obesidad), somnolencia, cansancio, mareos, vómitos, constipación, diarrea, distensión abdominal, flatulencia, boca seca, dolores de cabeza, insomnio, reacciones de pánico, temblores, coordinación anormal, fibrilación auricular, palpitaciones, dolor de ojos y muchos más, que la nicotina ciertamente no produce.

Quizá la gran diferencia entre los talibanes antitabaco y quien esto escribe es que ellos son militantes contra el cigarro y también contra la nicotina y yo no: ni lucho contra el tabaco ni lo defiendo, simplemente me fastidia que los primeros digan tantas tonterías y exageraciones y que los medios no cuestionen sus afirmaciones, normalmente sin fundamento científico e irresponsables.