Opinión
Ver día anteriorDomingo 18 de abril de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
¿La Fiesta en Paz?

Cornadas y dependencia deliberada

E

l martes 13 pasado el diestro de Aguascalientes Arturo Macías fue atendido en la enfermería de la Real Maestranza de Sevilla de una grave cornada en la cara interna del muslo derecho de 20 centímetros de extensión y otra trayectoria de 10 centímetros. Se la dio un toro muy serio, cornalón, astifino y resabiado de la ganadería portuguesa de Palha, evitada por las figuras de allá, donde Macías es un desconocido aunque en México sea un triunfador.

La fiesta de toros no es tan clara como los partes médicos, sino que abundan oscuridades, injusticias y pasiones, las más de las veces torpes, acomplejadas y faltas de grandeza, reflejo del peor enemigo de la tauromaquia: la mediocridad, pues jugar con la vida y con la muerte de animales y racionales no puede ser divertimento de espíritus pequeños.

La segunda cornada que sufre Macías en su desventajosa temporada española luego de que hace un mes en Valencia recibiera la primera en la misma pierna, lejos de provocar en México un asomo de examen de conciencia, o el propósito de modificar criterios taurinos, o siquiera unos mínimos análisis serios en torno a la degradada fiesta brava que nos cargamos, lo único que ocasionó fue el consabido rasgado de vestiduras, la repetición de lugares comunes, las entrevistas de trámite y, nuestra tradición favorita, responsabilizar a los de fuera de los errores de dentro.

Hace años, ¿qué significan los triunfos alcanzados en la Plaza México? En nuestro país poco, ya que los empresarios, peleados entre sí y con su propio negocio, en su falsa competencia apenas si toman en cuenta a quien triunfe en el frivolizado coso. Y en España las tardes de apoteosis protagonizadas en la plazota por los diestros iberos no significan absolutamente nada, pues se dan en un escenario abaratado por jueces manirrotos y encierros anovillados y descastados.

Más que un recibimiento amable, en México las figuras españolas reciben un trato bochornoso que provoca pena ajena. Desde los maternalistas empresarios que anteponiendo su utilidad se pliegan a todas sus exigencias como si los miles de dólares que les pagan fueran con tortibonos, sirviéndoles invariablemente ganado joven, cómodo y manso, hasta el colonizado mandatario taurino en turno (sin penacho pero de clóset), que si no asiste a la plaza al menos anhela comer o cenar con ellos.

Pasando por los ganaderos –hay excepciones–, que además de tientas de lujo y corriditas a modo, les abren las puertas de su casa de par en par y los atienden como si de mesías del toreo se tratara. Asimismo, la deslavada Asociación de Matadores, que con insólita eficiencia se limita a tramitar los permisos y el papeleo correspondiente para que los ases importados actúen sin problema, en vez de defender ante las empresas los intereses de sus agremiados. Y la inefable crítica especializada, sobre todo en darle por su lado a los fugaces dueños de la fiesta –y del país–, sin asomo de cuestionamiento ni de autoestima en sus juicios. La autoridad no cuenta, salvo para recibir mentadas sin chistar, por lo que en el bicentenario de su Independencia México sigue reducido a Hawai taurino de los diestros extranjeros.

Los que soñaron, por ignorancia o por cinismo, con alguna reciprocidad de trato para el esforzado Arturo Macías en España ya es hora de que se pongan las pilas: independencia, soberanía y autosuficiencia se ganan desde dentro, no haciéndole al tío Lolo y menos protestando porque es obligatorio dar 12 tristes novilladas en busca de prospectos que algún día reduzcan tan penosa dependencia.