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Ver día anteriorDomingo 18 de abril de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Andanzas

Ko Murobushi y el quietismo en la danza

E

l célebre coreógrafo, maestro y bailarín japonés Ko Murobushi, de reconocido prestigio mundial y proveniente de la más genuina cepa de la danza butoh con el maestro Hijikata, se presentó en días pasados en el teatro de la Danza en el contexto de la temporada del INBA, Perfiles Internacionales, con el chileno Juan José Olavarrieta, alumno y colaborador de Murobushi, en lo que ambos han dado en llamar Danza Butoh Latinoamericana.

En la obra, de 50 minutos, Murobushi parece haber rebasado los parámetros que durante milenios han señalado el desarrollo histórico de la danza en este planeta, incluyendo la etapa de la danza animal, de imitación, cortejo y quietismo simbólico de la más antiguas culturas.

Este interesante dúo de bailarines parece regresar a un estado primigenio del movimiento y la emoción, donde el quietismo corporal, mezclado con profundas expresiones guturales, gemidos, alaridos, expresiones que incluyen arrojarse violentamente al suelo con todo el peso del cuerpo, así como en retorcidas secuencias de sus cuerpos convulsionados del más ancestral origen, nos hablan de la búsqueda profunda de la obra.

El uso de un trapo cubriendo completamente la cabeza –usando saco y pantalones contemporáneos con los pies descalzos– produce un efecto de anonimato extremo, uniformidad e incomunicación individual, que sin duda nos ubica en el milenario misticismo hipnótico que rebasa todo esteticismo convencional del lenguaje corporal del movimiento en lo que hoy conocemos como el arte de la danza.

La carga síquica y emocional de Murobushi y Olavarrieta, nos guste o no, rompe los patrones estéticos de toda danza. Por momentos es la antidanza, la inmovilidad que busca desesperadamente liberar las pasiones, la angustia y desesperación de cuerpos oprimidos y castigados del caudal emocional y espiritual humano, que hoy parece haberse tirado a la basura.

El público, en religioso silencio, no perdía detalle de cada secuencia de esta extraña obra que siendo tan valiosa e importante, de algún modo no conectó con la gente que llenaba medio teatro. Un público conocedor, pero de algún modo acostumbrado al ritual escénico y estético de la danza en sus múltiples maneras, pero sorprendido ante la propuesta, para muchos incomprensible, de Murobushi.

Aquí, el placer estético platónico de la danza, no existe, el mensaje, más bien confuso por sus propias implicaciones culturales y un antiguo código simbolista hermético de profunda búsqueda interior y de la propia divinidad, nos plantea una realidad diferente, sin los trucos y andamios de la tradicional parafernalia del espectáculo dancístico a través de su historia, en cualquiera de sus múltiples manifestaciones.

La búsqueda de Murobushi y Olavarrieta es valerosa e importante. Es un rompimiento con el propio butoh tradicional y va más allá de la danza. Es un acto de desprendimiento y búsqueda del más recóndito yo, estableciendo un interesante puente entre la remota antigüedad del hombre y el fenómeno de la danza, y el mundo del siglo XXI.

Ko Murobushi, poderoso, enjuto de cuerpo y enorme proyección interior, parece un sacerdote, un místico, un penitente flagelándose, un ser en intensa búsqueda de su propia alma y respuestas en un mundo donde la soledad y la locura han sentado su trono.

El público, un tanto aletargado, aplaudió pesadamente a los artistas y el teatro de la Danza, se vació en pocos minutos. La presente temporada incluye, el lunes 19 de abril, a las 20 horas, a la coreógrafa cubana Marianela Boán, con su compañía, Boandanz Action, con la obra Falso Testimonio.