Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 11 de abril de 2010 Num: 788

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El último cierre
FEBRONIO ZATARAIN

En los días soleados de invierno
SPIROS KATSIMIS

George Steiner: otra visita al castillo de Barba Azul
ANDREAS KURZ

René Magritte Presentación
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ

El paso de la realidad a la poesía y al misterio
JACQUES MEURIS

El Surrealismo y Magritte
GUILLERMO SOLANA

El surrealismo a pleno sol
RENÉ MAGRITTE

El terremoto de Chile: qué y cómo
LAURA GARCÍA

Un pensador errante
RAÚL OLVERA MIJARES entrevista con EDUARDO SUBIRATS

Columnas:
Prosa-ismos
ORLANDO ORTIZ

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
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Germaine Gómez Haro

Saúl Kaminer: presencias y evanescencias

Saúl Kaminer (México DF, 1952) ha destacado por su trabajo de impecable factura que abarca pintura, escultura en metal y cerámica, dibujo y objetos, una virtud cada vez más escasa en el contexto del mainstream del arte contemporáneo en el que se privilegia en mayor medida la idea por encima de la factura formal y técnica. Asimismo, desde la perspectiva de las mega exposiciones blockbusters que rigen las modas en los museos, tampoco es común toparse con una muestra de veinticinco piezas de pequeño formato, cuya grandeza reside en la sofisticación y la elegancia de su sencillez. La sombra de la sombra, de Saúl Kaminer, en el Museo Mural Diego Rivera (Balderas y Colón, Centro) es una de esas exquisitas joyas que rara vez aparecen en nuestra cartelera cultural y que corren el riesgo de pasar inadvertidas.

En este conjunto de obras realizadas de 2009 a la fecha, Saúl Kaminer muestra la persistencia de su rigor técnico en unos cuantos ejemplos de pintura, dibujo sobre papel, escultura en bronce y cerámica, y sus relieves murales que han sido característicos en su trabajo, y que consisten en piezas bidimensionales en las que fusiona el óleo y la encáustica en composiciones geométricas realizadas en acero recortado. Son también sobresalientes sus pinturas elaboradas sobre papel recortado, en las que se aprecia la sutileza de sus combinaciones cromáticas en evocaciones de formas orgánicas afines a las que actualmente aparecen en sus telas. Su repertorio iconográfico había sido hasta ahora muy rico en imágenes de alto contenido simbólico: mujeres voluptuosas envueltas en un halo de erotismo y carnalidad, animales que remiten a efigies de cosmogonías milenarias, perros, caballos, aves, jaguares, serpientes, entreveradas en escenas delirantes en las que el dinamismo y el movimiento perpetuo son el sello distintivo. En su trabajo reciente, estas constantes se han desvanecido, dando lugar a siluetas evanescentes que se perciben como meras sombras, y de ahí el título de la muestra, La sombra de la sombra, que se antoja como una reflexión en torno a la sombra como proyección del ser, su alter ego o su vínculo con la otredad. “Yo es otro”, insistía Rimbaud, y esa otredad vinculada al yo no es más que la búsqueda de unión de los contrarios que Kaminer ha explorado a lo largo de todo su quehacer plástico. En un tono sutil y envolvente, Kaminer plasma esencias más que presencias, evanescencias inaprensibles que trasminan su búsqueda de representación de una realidad exterior transformada en una exploración de los parajes internos del ser. En un sentido jungiano, comenta Kaminer en entrevista con Merry MacMasters, “la sombra viene a ser como la parte del ser no llevada a cabo; mediante las sombras es como uno entra en contacto con la parte monstruosa del ser y de la forma humana”.

Como contraparte a esta muestra en pequeño formato, a unos pasos de distancia del museo se encuentra una obra mural de este creador, realizada en 2003 en la cafetería Los Dones del Hotel Hilton (Av. Juárez, frente a la Alameda). En esta pintura representativa de su trabajo anterior, prevalece una fuerte carga simbólica, según lo expresa el artista: “Esta obra habla sobre los instintos que revelan el Don de la visión: La mujer sentada y con los pies en la tierra le muestra al hombre algo que tiene que ver en el cielo; él está parado sobre la luna y ambos representan la unión de los opuestos, la parte femenina permite a la masculina ver, realizar sus deseos y despertar los instintos que se liberan y que aparecen representados por animales, y la gran energía que se produce está simbolizada por un autobús.” Se trata de una pintura muy hermosa y sobrecogedora que expresa el aspecto místico y filosófico que se vislumbra en toda su obra. Sin duda, lanzarse a formatos de mayores dimensiones es toda una aventura, y el artista está por terminar otra obra mural titulada El baño ritual, cuyo original formato me parece una innovación tanto técnica como conceptual: la obra consta de dos piezas dispuestas consecutivamente, una en el plafón (300x300 cm) y la otra sobre el muro (400x300 cm), simbolizando el encuentro del plano celestial y el terrenal, es decir, la unión de los opuestos, la luz y la oscuridad, el día y la noche. Esta pieza se encuentra en el Mikveh, en Tecamachalco, espacio donde se llevan a cabo los baños rituales para mujeres de la comunidad judía.

La obra de Saúl Kaminer tiene el poder de adentrarse en dimensiones profundas de la conciencia, a través de reflexiones filosóficas sutilmente plasmadas en escenas siempre frescas y luminosas que revelan su pasión por la vida y por la pintura.