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Rafael Mendoza presentará mañana Soy mi voz en el Museo Nacional de Culturas Populares

Toda mi vida he rehuido a la obviedad, me enferma

En mis canciones pongo el acento en lo carnal; lo relación idílica está muy cantada, dijo en entrevista

El cd reúne 10 temas que abordan el amor, el compromiso social, la vida y la muerte

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El cantautor presentará el álbum el próximo domingo 28. Arriba, portada del disco –de Israel Miranda–, cuya producción estuvo a cargo de Édgar Oceransky, el Breve Espacio y Georgina Meneses
 
Periódico La Jornada
Sábado 27 de marzo de 2010, p. 7

Siete años le tomó a Rafael Mendoza preparar su nueva producción discográfica Soy mi voz, al que considera el más intenso y más completo de sus trabajos.

El álbum, realizado de manera independiente, que será presentado el domingo 28 a las 17 horas en el Museo Nacional de Culturas Populares (Hidalgo 289, colonia Del Carmen Coyoacán. Entrada libre), contiene 10 canciones que giran sobre varios ejes temáticos: el drama amoroso, el compromiso social, el punto de vista político, la vida y, como en el teatro griego, la muerte.

El de componer es un oficio maravilloso y obsesivo, en el cual todo lo que se ve y se siente se aprovecha para contar una historia en la brevedad, que al mismo tiempo es la vastedad, de una canción, dice el compositor en entrevista.

Este es un oficio de entrega y ofrenda que obliga a decir las cosas de manera puntual y precisa. Me he propuesto encontrar esas maneras, y creo estar lográndolo. Ejemplo de ello es este disco, en el que he reunido canciones que no sólo reflejan una manera de hacer, sino de sentir.

La precisión de las palabras

Y sí, al escuchar el material discográfico nos damos cuenta de que estamos ante un compositor sensible, maduro en sus conceptos, que expresa la canción con excelente dicción, buen timbre de voz y solvencia musical.

“Desde un principio me propuse encontrar la manera correcta de decir la canción, en lo poético y musical, y creo estar acercándome a ello… Siento que cada vez voy encontrando mayor capacidad de precisión en lo que quiero decir, aun cuando sean discursos un poco complicados, como una verdad sexual, una frase política o una máxima humana. Eso ha sido fruto de un trabajo constante, de una depuración continua de los textos, de un hacer caso al sonido de las palabras, a su sentido profundo. También es resultado de leer, escuchar y escribir mucho.”

–Siendo tan cuidadoso y exigente con su trabajo, ¿no tiene conflicto entre el ser y el hacer?

–Lo mío no ha sido un debate entre el ser, el deber ser o el querer ser; ha sido más bien un trabajo de depuración en el sentido del cómo puedo decir lo que quiero de manera exacta, como me gustaría decirlo.

“Toda mi vida he rehuido a la obviedad. Me incomoda, me molesta, me enferma. Por eso busco encontrar en mi idioma las palabras que me den la posibilidad de jugar con sus sonidos y decir una cosa, y con la misma, otra.

Utilizando bien las palabras puedo evitar la obviedad y decir lo que quiero. Eso es un aprendizaje que viene de escuchar a los otros, de leer a los otros y de encontrar que los sonidos de las palabras en nuestro idioma valen por lo que dicen y por cómo suenan.

–Una característica suya, en lo referente a la canción amorosa, es que no parte de un sentimiento idílico, sino más bien de una perspectiva carnal. ¿Cómo explica esta forma de hacer la canción amorosa?

–En mis canciones amorosas hay acento en lo sensual, porque creo que la relación amorosa idílica está demasiado cantada. Para mí lo sustancial en las relaciones amorosas es lo carnal, lo cachondo; más allá del embeleso, que es delicioso, pero que en este momento de mi vida no me parece significativo. Debo aclarar que no lo privilegio sobre las demás dimensiones de la relación amorosa, pero he querido poner el acento en esa parte porque me parece profundamente significativo, no sólo en mi relación, sino en la relación de todos los demás, como lo refiero en los tres temas de amor que incluí en el disco: Mírame bien, Secreto y Me vuelves tuyo.

Proceso de producción

–Las melodías, armonías y ritmos que aplica en sus composiciones provienen de géneros tan disímbolos como el bossanova, el blues, el funk, el dixieland, el bolero, el jazz, la cumbia… ¿Por qué la diversidad musical y no un solo género, como la mayoría de trovadores?

–No hago mis canciones para que sean un blues o una cumbia o un bolero, sino para decir lo que quiero en ese entramado musical. Tal como sucede en Venta de garage, dixieland paródico dedicado a quienes están vendiendo el país y piensan en inglés; o en Soy mi voz, canción con la que comienzo el disco, y que originalmente grabó Betsy Pecanins como blues y terminó siendo un funk rabioso autobiográfico con mi voz.

–Este disco se logró gracias al impulso de sus colegas y amigos, compañeros de ruta que no sólo lo ayudaron a recabar dinero para la producción, sino que se reunieron en el estudio para hacer posible la grabación. En ese sentido, ¿qué novedades encierra la producción?

–En principio, la instrumentación musical y el timbre sonoro que se logró. Porque acostumbro componer, cantar y grabar sólo con mi guitarra, y aquí parto de una base de cuatro músicos: Mario Santos en el piano y teclados, Eddie Vega en la batería, Aaron Cruz al contrabajo y Paco Rosas en las guitarras eléctricas y acústicas, con quienes trabajo la estructura musical. Más adelante se incorporan otros instrumentistas que bordan sobre las piezas ya hechas. Entre ellos: Sibila de Villa en el sax alto, Bozena Slawynska en los cellos, Isidro Martínez en la trompeta, Juan Ramos en el sax alto y Manuel Hernández en el trombón, y el compositor y arreglista Rosino Serrano, quien se encarga de dos arreglos, uno de cellos en Alas para volar y otro de metales en Dame de beber.

El año pasado fue particularmente triste para Rafael Mendoza. Una de las penas fuertes fue la muerte de su madre, Dolores; otra, la de su gran amigo Marcial Alejandro, con quien, junto con David Haro, integraban el trío musical La Bohemia. A poco de partir Marcial se fue don Ángel, dueño del Salón Martell y benefactor en muchos sentidos de estos tres trovadores. En esas circunstancias de duelo escribió dos intensas canciones: Alas para volar, dedicada a su madre, y Décimas para la muerte, por los amigos idos.

“Me parece un poco obsceno escribir de esos dolores. Entonces, cuando decidí acercarme a la muerte por medio de la canción le di muchas vueltas. Sin embargo logré llegar a algo y el resultado me gustó.

“En el caso de mi madre hice Alas para volar, una canción muy doliente que con el arreglo de cuerdas de Rosino Serrano se hace más intensa. La oigo y lloro, la canto y lloro… es una canción que me parece necesaria, al menos para mí.

“La muerte de Marcial fue un golpe infinito, no hay cómo digerirlo… Todavía pienso que anda por ahí y que en cualquier momento llegará a tocar a mi puerta… Marcial sigue presente, como antes, como siempre. Como testigo en mi trabajo, como compañero de viaje. Fueron muchos años los que vivimos… A él, y a todos mis muertos le dedico las Décimas de la muerte.”

–¿Cumple la canción una función terapéutica para el autor?

–Creo, es que no sólo resulta una terapia para uno, sino para quien escucha. Porque la canción, en mi opinión, es un ejercicio de honestidad, de generosidad y de ofrenda.

–¿Sanadoras?

–Sanadoras, todas, sin duda.