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Un centenar de detenidos por saqueos de mercancía con valor de 2 millones de dólares

Despierta el terremoto el malestar social que hay en Chile: socióloga

Policías patrullan los barrios de Concepción y exigen por altavoces: ¡devuelvan las cosas!

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En la localidad chilena de Lirquén la gente busca entre los escombros que dejó el terremoto cosas para vender. Los damnificados han empezado a recibir ayuda nacional e internacional. El gobierno ha ordenado el envío de más de 700 mil raciones diarias de comida al sur del paísFoto Ap
Corresponsal y agencias
Periódico La Jornada
Lunes 8 de marzo de 2010, p. 26

Concepción, 7 de marzo. Con la presión de la policía, que amenazó con tomar medidas de fuerza contra quienes desobedecieran, los habitantes de barrios pobres de Concepción comenzaron a devolver este domingo cientos de artículos electrónicos y muebles que fueron robados durante los saqueos que siguieron al sismo ocurrido hace ocho días en Chile.

¡Devuelvan las cosas!, era la orden que repetían una y otra vez las patrullas mediante altavoces. El que no lo hiciera se arriesgaba a ser arrestado de inmediato o a ser sometido a un allanamiento de morada, como habían advertido las autoridades.

Esos saqueos nada tienen que ver con la sobrevivencia, tienen que ver con gente que busca lucrar en medio del dolor. Hay vecinos indignados porque algunos estaban vendiendo estas especies. Los bienes tienen un valor de mil millones de pesos (cerca de dos millones de dólares), afirmó la presidenta Michelle Bachelet.

Hasta el momento, unas 100 personas han sido arrestadas por los actos de pillaje, informó la mandataria durante un recorrido por una bodega donde fueron almacenados cientos de artículos devueltos por la gente, como televisores, sillas, mesas, lavadoras, sofás y electrodomésticos.

En vigor, el toque de queda

Concepción, una de las ciudades más afectadas por el movimiento telúrico de 8.8 grados y sus múltiples réplicas, ha sido escenario de actos de saqueo, disturbios e incendios intencionales en supermercados y tiendas, y todavía está en vigor ahí el toque de queda.

Para muchos el sismo ha sacado a flote el lado oscuro de la sociedad chilena que nadie quería ver o admitir. Un país que acaba de ingresar a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico –una especie de club de naciones desarrolladas–, pero que todavía alberga en su seno muchas contradicciones y rezagos.

¿Qué nos está pasando? Esta es la pregunta de millones de chilenos que vimos por televisión una seguidilla de hechos impensables en medio de la tragedia humana, escribió la socióloga Lucía Dammert en el diario La Tercera.

Hay un malestar social que nos invadía calladamente y que explotó en los últimos días, advirtió Dammert, en un país fracturado, dividido socialmente, con población que se siente excluida y actúa en consecuencia.

Una muestra de ello es el estupor con el que un reportero de radio de Concepción dijo al aire: No puedo creer que esto esté pasando en nuestro país. Este vandalismo, esta delincuencia, esto es lo peor de nosotros.

El escritor Rafael Gumucio apuntó que varios terremotos anteriores y un desarrollo innegable nos hicieron creer que ésta sería una catástrofe sin víctimas. Como muchas cosas en Chile, el desastre (social) es sutil y muchas veces invisible pero está ahí, agazapado.

Lo mismo que ocurrió con los edificios, según el literato, se puede decir de la sociedad chilena: la fachada ha quedado más o menos intacta, la estructura no se ha desmoronado, pero muchas de las grietas ocultas del país se han hecho más profundas.

En el sismo de Haití, comparó Gumucio, puede decirse que “todo lo antiguo cayó para siempre, (pero) en Chile es justamente lo nuevo, los edificios para la clase media ascendente, el aeropuerto y su orgullosa decoración, las carreteras recién inauguradas, lo primero en caer.

Chile no es Haití, pero tampoco Suecia o Suiza. Está en medio, en un purgatorio particular donde las estructuras resisten pero los adornos caen peligrosamente.

Sin embargo, el sociólogo Eugenio Tironi consideró que los actos de pillaje son normales en una situación extrema como el temblor que azotó el país. Es un clásico de las catástrofes en todo el mundo, no una particularidad chilena.

La falta de agua, comida y electricidad generó histeria y sicosis colectiva, desconfianza a la autoridad y se llegó a un momento sin Estado; este colapsó durante algunas horas, pero después comenzó a surgir la parte más noble de la sociedad, el espíritu solidario, que hoy es impresionante a partir de las zonas menos afectadas por el sismo.

Una muestra de esa solidaridad puede verse con las comidas colectivas que los sobrevivientes de la catástrofe han organizado, en medio de la escasez de alimentos que todavía se sufre en algunas comunidades, sobre todo en la zona costera del Pacífico.

Entre nosotros nos ayudamos. Si al vecino le falta alguna cosa, nosotros lo ayudamos, pero en algún momento se nos va a acabar, alertó con preocupación Óscar Guzmán, un guardia de seguridad de la ciudad de Concepción.

Con apoyo nacional e internacional, poco a poco los damnificados y sobrevivientes empiezan a recibir la ayuda necesaria. El gobierno chileno anunció el envío de más de 730 mil raciones diarias de alimento en el sur del país, al tiempo que el teletón logró recaudar el sábado más de 58 millones de dólares.

Cuba mandó a las zonas afectadas a nueve médicos y paramédicos más, lo que eleva a 36 el número de doctores, enfermeros y técnicos especializados de la isla que trabajan en dichos puntos.