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 Portada 
Bazar de asombros 
      HUGO GUTIÉRREZ VEGA 
Las ciudades de Carlos Montemayor 
      MARCO ANTONIO CAMPOS 
Montemayor: regreso a las semillas 
      RICARDO YÁÑEZ Entrevista con DANIEL SADA 
La autoridad moral de Carlos Montemayor 
      AUGUSTO ISLA 
Carlos Montemayor: ciudadano de la República de las Letras 
      LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO 
Recuerdo de Carlos Montemayor 
      LUIS CHUMACERO 
	  
In memoriam 
Carlos Montemayor 
        MARÍA ROSA PALAZÓN 
Ser el otro: Montemayor y la literatura indígena 
      ADRIANA DEL MORAL 
Quiero saber 
      CARLOS MONTEMAYOR 
Parral 
      CARLOS MONTEMAYOR 
Columnas: 
        La Casa Sosegada 
        JAVIER SICILIA 
        Las Rayas de la Cebra 
		VERÓNICA MURGUíA 
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		ALONSO ARREOLA 
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		LUIS TOVAR 
		Corporal 
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		Mentiras Transparentes 
		FELIPE GARRIDO 
		Al Vuelo 
		ROGELIO GUEDEA 
		El Mono de Alambre 
		NOÉ MORALES MUÑOZ 
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		JORGE MOCH 
    
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El jardín de Sísifo
  
  
  La vida no tiene revés. Es una sola desde las ocho y cuarto en que se levanta para ir al trabajo y las diez y media en que se acuesta a dormir nuevamente. Y todos los días lo mismo la vida, salvo el descanso de diez minutos para tomar el almuerzo o ir al baño. Pero fuera de ahí (y de las vacaciones semestrales), la vida no tiene revés. Es una podadora automática que va arrasando piernas, brazos, buenos empleos, esperanzas, hasta que te convierte en composta o en polvo. La vida es una flor amarilla que se extingue al siguiente día de nacer, ahí en tu jardín. Lo demás es hierba y matojo, que nunca se acaban. La flor amarilla de la vida es, por ejemplo, el recuerdo de tu país a la hora del café de la tarde. O es: un barquito yendo a tu país. O es: un barquito que llega de tu país al puerto de la isla donde vives. La flor amarilla es también la fotografía que tienes de tus padres y amigos (los que quedan) sobre tu mesa de trabajo. Lo otro es hierba o matojo, que no se acaban. Los empiezas a cortar el sábado pasado y es hora que no terminas. Y cuando crees que has acabado el jueves que entra, te das cuenta que todas las hierbas y matojos que cortaste el sábado pasado (es decir: tu hermano enfermo, tu país en ruinas, tu hambre sin salario) ya están otra vez en pie, erguidos, retadores, soberbios, como la muerte.  |