Espectáculos
Ver día anteriorLunes 8 de febrero de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

El Negro Ojeda, uno de los invitados al concierto del 20 aniversario

Diálogo entre tradición, presente y futuro en la fiesta de Son de Madera
 
Periódico La Jornada
Lunes 8 de febrero de 2010, p. a16

Este sábado por la noche Son de Madera celebró su 20 aniversario en un Teatro de la Ciudad a tope, con un concierto enraizado en la tradición y a la vez bien plantado en el presente y mirando al futuro, con música de vanguardia. Esto se reflejó también en sus invitados, entre ellos Delio Morales, Salvador El Negro Ojeda y Ernesto Aello, del colectivo Nortec. El son jarocho hizo que se tocaran polos, al parecer, opuestos.

El acto fue convocado no por nosotros, sino por el son jarocho, dijo Ramón Gutiérrez (voz, guitarra de son, mandolina y cinco zapotero). Convocado por esta música que nos hace únicos en el mundo.

El virtuosismo de los músicos y las bailadoras dejó sin aliento en más de una ocasión a los presentes, como el baile y zapateado de Rubí Oseguera en La bruja, conmovedora versión, profunda, sensual y con añoranza. Como si el hombre se rindiera ante los misterios de la mujer.

El concierto arrancó con las notas del clavecín de Miguel Cicero, dejando claro este diálogo entre tradición y presente. El son jarocho tiene similitudes con la música del periodo barroco en Europa. Aquí ninguna incorporación de algún instrumento es por antojo. El grupo se distingue por estar respaldado por un enorme caudal de conocimientos.

Durante buena parte del concierto, el núcleo básico de Son de Madera (Gutiérrez, Andrés Tereso Vega –jarana tercera, armónica y canto–, el bajista Juan Pérez y Oseguera) estuvo acompañado en el escenario por grandes y amigos músicos, como Delio Morales, maestro de la leona. La actitud de los músicos era de gran dignidad y elegancia.

El concierto fue también el lanzamiento oficial del disco Son de mi tierra, grabado por el reconocido sello Smithsonian Folkways Recordings, con sede en Washington.

El Negro Ojeda salió al escenario, frágil, cargando sus casi 80 años, los cuales conforme fue avanzando el son se le fueron cayendo de encima, hasta terminar dando unos pasitos de baile mientras cantaba sobre el chocolate: Pero si usted me lo bate, con gusto me lo tomaré. El Negro fue despedido con el cálido y nutrido aplauso con el que también fue recibido.

Ramón Gutiérrez compuso el son Francisca Cobos para su abuela, bailadora, recién fallecida a los 106 años. La interpretó con Hebe Rosell, la cantante invitada.

Rosell también cantó con Gutiérrez El amanecer (compuesta por Gutiérrez y Laura Rebolloso), jazzeada, con saxofón, jarana, contrabajo y clavecín.

En El torito abajeño, Vega y Gutiérrez entablaron un diálogo entre la guitarra de son y la jarana, incrementando la velocidad con la que tocaban, luego bajando a un arrullo, como una caricia al instrumento, que también dejó sin aliento a los presentes y provocó uno de los más nutridos aplausos.

Alfredo Herrera El Godo hizo una asombrosa demostración de zapateado que bien podría haber dialogado con su primo el tap.

Ahí estaban en el escenario todas las raíces del son jarocho: los ritmos africanos, árabes, españoles... Y también estaban presentes, de modo sutil, ya digeridos en la música, los mundos que han sido parte de Son de Madera, como el blues y hasta el rock.

Dedicaron una pieza a Antonio García de León (en el público), un músico a quien admiramos mucho, con todo nuestro amor. El nombre de la agrupación se lo deben a García de León, quien le puso así a un grupo con el que se presentó en Cuba y luego ellos le pidieron permiso para usarlo.

Tras un encore, el nutrido grupo de músicos que abarcaba la parte de enfrente del escenario fue despedido con una ovación de pie.