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Julia Jones tomará al podio de la Royal Opera House de Londres

No debe extrañar que una mujer dirija: sólo cuenta la capacidad

Para ella, el mayor desafío es sicológico: Si una se pregunta lo que piensan los demás, no llegará a ningún lado, expresa la británica

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Dirigirá Così fan tutte, de Mozart
The Independent
Periódico La Jornada
Lunes 8 de febrero de 2010, p. a14

Londres. Imaginemos lo que sería hoy de la profesión de director de orquesta si Herbert von Karajan hubiera sido mujer. Hasta hace poco había pocas directoras, pero cada vez más mujeres rehúsan renunciar a sus aspiraciones y ganan prominencia en el podio. Figuras como la estadunidense Marin Alsop y la espectacular francesa Emmanuelle Haim, especializada en el barroco, han capturado la imaginación del público, de los músicos y de los empresarios. Y ahora una más salta al primer plano: la británica Julia Jones, de 48 años, tomará el podio en la Royal Opera House por primera vez, en Così fan tutte, de Mozart.

El nombre de Jones no es familiar en Gran Bretaña. Será su primera actuación en su país natal, pues se fue a vivir a Alemania como aprendiz, cuando tenía veintitantos años, y desde entonces dirige fuera de tierras británicas, en una carrera que la ha llevado por tres continentes. Actualmente es directora musical del Teatro Nacional de São Carlos, de Lisboa, y de la Orquesta Sinfónica Nacional de Portugal.

¿Por qué hay tan pocas directoras? “¿Cómo podemos hablar de esto ahora? –responde a The Independent–. ¡Estamos en 2010! Que las mujeres dirijan no debería extrañar: lo que cuenta es la capacidad musical, lo que una aporta al trabajo, en lo cual el género carece de importancia”.

Eso sería lo ideal, pero para eso una directora tiene que llegar al podio. Jones dice que un profesor del colegio de música intentó disuadirla. Le preocupaba que no consiguiera trabajo, relata, pera ella persistió. Jamás he encontrado oposición o prejuicios de los músicos por ser mujer. Al contrario, fueron los integrantes de la orquesta quienes me eligieron directora. ¿Qué otra prueba necesitamos?

Hasta cierto punto, la escasez de directoras de orquesta es un círculo vicioso. Como pocas mujeres han alcanzado puestos de alto perfil, no existen modelos que inspiren a otras. Aun ahora pocas mujeres se inscriben en cursos de dirección.

Sin embargo, es innegable que aún se aplican normas desiguales en lo referente a puestos de poder. El mayor problema de las mujeres radica en cómo perciben y responden a ese poder quienes están sujetos a él. Y el poder está en el centro del trabajo de director: en esencia, la fortaleza de mente y personalidad para hacer que 100 consumados profesionales obedezcan a la batuta.

Para Jones, el mayor desafío de la dirección es el sicológico: se necesita seguridad en uno mismo para pararse frente a la orquesta. Si una se pregunta lo que piensan los demás de ella, no llegará a ningún lado, dice.

Emmanuelle Haim está de acuerdo: Si una sabe lo que quiere en términos musicales, los músicos están bien y no hay problema, señala. Pero hay momentos críticos: Si, por ejemplo, un director grita en el teatro por algo, generalmente se le acepta como la forma en que los varones manejan las situaciones problemáticas; se le considera un rasgo de autoridad. En cambio, en una mujer se le puede percibir muy mal, añade.

Muchos creen que incluso pararse frente a una orquesta es más difícil para las mujeres, en especial en sus años de juventud, cuando apenas se inician. Así ocurrió con Haim. Desde los 11 o 12 años de edad le interesaba dirigir, pero recuerda: “Me daba un poco de miedo, como una niña frente a un gran grupo. Si hubiera pensado: ‘no soy niña ni niño, sino sólo alguien’, me habría sentido bien. Pero como adolescente, no sé… preferí dejarlo a un lado”. Su entusiasmo por tocar el clavicordio con orquesta y una petición de sus amigos para que los dirigiera la convencieron de empezar en serio esa faceta.

“Al principio me sorprendía que los periodistas preguntaran siempre por qué son tan escasas las directoras –recuerda–. No lo entendía entonces porque no veía el problema. ¡Pero ahora lo veo!”

Haim tiene una hija pequeña. “Si una no tiene vida familiar, no hay mucho problema en dirigir orquestas –señala–, pero es muy difícil criar una familia y realizar un trabajo que exige tanto tiempo y esfuerzo. No era lo mismo para los directores de antes, cuyas esposas estaban ahí por lo regular para cuidar a los niños. La vida es un poco más difícil para una mujer, sea directora de orquesta o lo que sea”.

No es que en el pasado no hubiese directoras exitosas. La primera mujer que dirigió una sinfónica fue la estadunidense Mary Davenport Engberg (1880-1951). Mejor conocida es Nadia Boulanger, compositora y profesora francesa, cuyas grabaciones de obras como los madrigales de Monteverdi y el Réquiem de su maestro, Fauré, son clásicos que hoy se atesoran. La compositora británica Ethel Smyth solía dirigir presentaciones de sus obras después de la Primera Guerra Mundial. La clavecinista estadunidense Rosalyn Tureck formó su propia orquesta, los Tureck Bach Players, y la dirigió al igual que otras orquestas, sobre todo la Philharmonia, a finales de la década de 1950 y principios de la de 1960.

Espaldarazo a las compositoras

Pero Covent Garden no contrató ninguna directora hasta 1988, cuando Sian Edwards y Jane Glover trabajaron allí. Odaline de la Martínez, nacida en Cuba, fue la primera en llegar a los Proms; ella y la británica Diana Ambache han promovido la obra de compositoras, aún menos bien representadas en conciertos clásicos que las directoras. En la actual generación joven destacan la cada vez más popular Anu Tali, de Estonia, y Xian Zhang, de China.

Julia Jones no es la única mujer que ocupa un podio importante en Lisboa. En la Orquesta Gulbenkian hay dos: la australiana Simone Young es directora huésped principal, y Joana Carneiro es directora huésped.

En Estados Unidos, Joann Falletta es directora musical tanto de la Orquesta Filarmónica de Buffalo como de la Sinfónica de Virginia, mientras directoras como Anne Manson y Eve Queler disfrutan de distinguidas carreras en salas de concierto y teatros de ópera.

El cambio se va dando con lentitud. Es como en la política: las mujeres tardaron mucho en ser aceptadas, pero hoy es normal, señala Jones. La mayoría de las orquestas tienen números más o menos iguales de varones y mujeres, por lo que hoy resulta más natural ver una mujer al frente. Incluso algunas organizaciones dan pasos para animar a mujeres jóvenes a tomar el podio: la Liga de Orquestas de Estados Unidos ofrece cada año becas a directoras destacadas.

Persisten, sin embargo, los problemas de percepción. Siempre algunos directores tienen más éxito que otros, pero si una directora no es popular con los músicos, es más probable que se atribuya a su condición de mujer. Algunos comentaristas prefieren referirse a la elección del vestuario de la maestra que escuchar su trabajo: tal vez por eso muchas optan por el mismo atuendo tradicional de los varones. Sin embargo, cuando los resultados musicales convencen, las nuevas invitaciones, los nombramientos y las portadas en revistas vienen por añadidura.

Tal vez no se requiera más que un ejemplo formidable para abrir las puertas y derribar obstáculos. Y quizá sea sólo cuestión de tiempo para que una Herbertina von Karajan o una Georgina Solti vengan a cambiar para siempre el mundo de las orquestas. El día de la directora no debe de tardar demasiado.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya