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Más sobre la adopción
E

l derecho a la adopción por parejas integradas por personas del mismo sexo tiene distintas modalidades. La primera –que dio lugar a un gran debate y condujo a una resolución de la Academia de Pediatría de Estados Unidos (AAP) en 2002– se refiere al hijo biológico o legal de una persona y a la capacidad de adopción del menor de su pareja del mismo sexo. Para ser más claros: pensemos en una pareja heterosexual que ha procreado un niño, o bien que lo ha adoptado, por lo que para fines legales es su hijo. La pareja se divorcia, y quien queda con la custodia decide formar una nueva familia, pero ahora con una persona de su mismo sexo. En beneficio del menor, se reclama el derecho a la adopción de la nueva pareja, lo cual tiene mucho sentido si pensamos, por ejemplo, en que alguno de los adultos muriera.

Otra modalidad es cuando una pareja, integrada originalmente por personas del mismo sexo, planea y decide tener hijos. Aquí surgen varias posibilidades. Si se trata de dos mujeres, se cuenta con el recurso de un donante masculino, como en el caso de las tecnologías de reproducción asistida (TRA), por medio de las cuales una de ellas sería la madre biológica. Pero queda abierto, como en el caso anterior, un vacío en el vínculo legal con la segunda madre, que participó, quizá con la misma intensidad que la primera, en el deseo y la decisión de tener un hijo o hija.

En el caso de las parejas integradas por dos hombres que quieren tener hijos, la opción de las TRA está, por ahora, fuera de su alcance, y queda (como para muchas parejas constituidas por mujeres que así lo prefieren) la opción de integrar su familia mediante la adopción, que es la modalidad que hoy se discute en México y que legalmente se permite en diversas partes del mundo.

Antes de proseguir, quiero hacer un comentario sobre las parejas de hombres: me ha llamado la atención, al revisar los estudios sobre el desarrollo de niños y adolescentes en parejas lesbianas o gays, que el número de casos de menores que crecen en familias con dos padres es sumamente bajo. En el estudio de Charlotte Patterson y Jennifer Wainright, realizado en poblaciones realmente grandes y heterogéneas, que ya comenté aquí (puede verse La Jornada, en su versión de Internet, del 5 de enero de 2010), esta modalidad no llega a seis familias, lo cual explica que la mayor parte de los trabajos científicos se refieran a las integradas por dos madres. En otras palabras, las parejas de hombres, que son las que hoy más aparecen en las fotografías de los medios de comunicación, son las que menos tienen hijos o adoptan.

Pero en cualquiera de las modalidades que hemos visto, la pregunta que surge es si, como sostienen quienes se oponen a la adopción, ésta resulta en un daño en el desarrollo de los niños. En el primer caso, la respuesta la dio de manera contundente la AAP por medio de la investigación realizada por un comité de expertos encabezada por la doctora Ellen C. Perrin y en otros estudios científicos. En su pronunciamiento, la organización científica respalda la adopción del nuevo integrante de una pareja del mismo sexo, al considerar que no está en riesgo la salud ni el desarrollo integral de los niños (Pediatrics 109:2, 339-40, 2002).

En el caso de los menores nacidos a través de la inseminación artificial en el seno de parejas integradas por mujeres, desde los años noventa del siglo XX se han acumulado numerosos estudios. Éstos muestran que el desarrollo de los niños en los aspectos emocionales, conductuales o sexuales no difieren del de los nacidos en el seno de familias con padres heterosexuales. Incluso en algunos trabajos, como el de Brewayes y sus colaboradores, al comparar un grupo de 30 familias con dos madres respecto a 38 con padre y madre, se afirma que la calidad de la interacción entre la madre social y el hijo en familias lesbianas es superior a la que se produce entre los padres y los menores en las heterosexuales (Hum. Reprod. 12(6):, 1349-59, 1997).

Entre los trabajos enfocados a la adopción, destaca, a mi juicio, el de Erich y sus colaboradores, pues se compara una muestra de 60 familias en las que los padres son lesbianas o gays, respecto a 43 familias con padres heterosexuales. Lo interesante aquí es que se examina específicamente el desarrollo de niños adoptados. Al igual que en la mayoría de los estudios sobre este tema, no se encuentran diferencias significativas en el desarrollo de los niños entre los dos grupos (J. GBLT Fam. Stud. 1: 43-60, 2005).

Lo anterior es una muestra de que existen bases racionales para tomar decisiones que involucran los derechos de las personas. La otra opción, que desafortunadamente se extiende sobre nuestro país, es la del neoscurantismo, basado no en el conocimiento verificable, sino en un principio de autoridad que es fundamento del dogmatismo religioso.