Opinión
Ver día anteriorMartes 12 de enero de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Viva la independencia
S

orprendente y eficaz ha sido la táctica de la partidocracia para borrar todo aquello que la haga peligrar.

Escondidos en la supuesta defensa de los ingresos populares, ante el aumento a las gasolinas y la aplicación de los nuevos impuestos que ellos mismos aprobaron, la partidocracia en la Comisión Permanente del Congreso agarró como paquete completo el tema de la reforma política y la económica como coartada mediática para borrar toda posibilidad de reformas en favor de la independencia de los derechos ciudadanos.

Dicho anteriormente en este espacio, la propuesta de reforma política de Felipe Calderón fue lanzada desde la lógica de la debilidad y ya a estas alturas se le ve abandonada entre las pugnas electorales y la lucha doméstica de la partidocracia.

Si de impuestos se trata, es fácil decir que se defienden los ingresos de la mayoría, pero se es incapaz de indicar, aunque hay algunos que lo señalan, que el fondo no es un punto del IVA o la tasa del ISR, sino los que no pagan impuestos, como parte de los privilegios de pertenencia a la oligarquía mexicana. Para ellos, es más fácil la cortina de humo de un conflicto entre el Poder Legislativo y el Ejecutivo que establecer los verdaderos vínculos entre la política y la economía.

La entrada en la nueva década no podía ser distinta a la descomposición y los altos niveles demagógicos que hemos vivido en los últimos años. Nada en el país está resuelto y las efemérides por sí solas no podrán salvarnos, salvo el marco de dependencia, crisis, deterioro, decadencia, vacíos, corrupción y antidemocracia que existen en México a 200 años de la Independencia y 100 de la Revolución.

Es impresionante cómo, desde los liderazgos actuales y las entrañas de los partidos, se vincula y desvincula lo político de lo económico, en un momento en que somos un país con leyes laxas y confusas, bajo un régimen de gran discrecionalidad en la aplicación de ellas.

Tanto en lo político como en lo económico esta realidad tiene un gran impacto, y hace que las disputas por el poder económico y el reacomodo de los monopolios influya en el debilitamiento de los derechos de los ciudadanos para elegir y ser elegidos.

Nos dejan pasmados las declaraciones contra el derecho a las candidaturas independientes, cuyo origen lo hizo la misma cerrazón del sistema de partidos y lo presenta como suyo el Poder Ejecutivo. Ante el embate abierto contra una demanda que abriría la lucha democrática y política, respaldada por un amplio cuestionamiento a la práctica de los políticos, es pasmosa también la debilidad de la sociedad para enfrentar el cinismo de los grupos y facciones, que han hecho de la política un patrimonio privado.

Hoy, desde los intereses fraccionales, hasta estar en contra es negocio. Se reacciona contra todo acuerdo para abaratar el mercado en otras mercancías que reparte el poder, como las exenciones fiscales, las concesiones, los programas sociales convertidos en base del clientelismo político. Los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, los partidos y los grupos económicos unen en sagrada comunión lo político con lo económico. Ahí se van tejiendo no sólo las leyes escritas, sino también las reglas para la discrecionalidad en el cumplimiento.

Es por ello que ante la idea de una necesaria reforma política, llevada al rango de una reforma de Estado, el principal obstáculo son los protagonistas de la mismas reformas, pues en el fondo ninguna de estas fuerzas está dispuesta a perder privilegios frente a una ciudadanía cada vez más crítica, pero al mismo tiempo profundamente debilitada y desorganizada.

Frente a lo que puede ser un renovado grito por la independencia política, los derechos ciudadanos y las libertades democráticas, la partidocracia ya detectó dónde está el peligro y ante ello está reaccionando borrando de la agenda el tema de la reforma política, vinculado a la reforma económica, que demanda apertura y competencia.

En esta necesidad de luchar por la independencia y la libertad ciudadana, ante el incumplimiento de los partidos para crear representaciones legítimas, las redes sociales en expansión por la vía del avance tecnológico, principalmente la Internet, han sabido crear una nueva visión independiente, pero su talón de Aquiles ha sido su incapacidad para organizar fuerzas políticas que compitan con el actual sistema de partidos.

Esto se deriva en parte de la confusión que existe entre el cuestionamiento a la actuación de los políticos y la necesidad de hacer política, pues para ello se requiere de organización no sólo virtual en la web global, sino en la construcción de fuerzas locales y nacionales.

Hasta hoy, los únicos que han hablado a la hora de las reformas son las estructuras y los intereses que se oponen a ellas. Lo hacen en nombre del pueblo agraviado, pero al mismo tiempo buscan enmudecerlo y aplastarlo.

Que empiece la década gritando desde abajo ¡viva la independencia! Haciendo de esa disposición movimiento, organización y un programa desde abajo.