Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 10 de enero de 2010 Num: 775

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Economía y cultura
ANGÉLICA ABELLEYRA (coordinadora)

Negación a pesar de la evidencia
CARLOS GARCÍA DE ALBA

Alentar la economía cultural
HÉCTOR GARAY

Triángulo de voces
ANGÉLICA ABELLEYRA

Medios sin mercados
CARLOS RAÚL NAVARRO BENÍTEZ

Hacia un sistema económico del sector cultural
EDUARDO CRUZ VÁZQUEZ

Ser vendedores de cultura
FEDERICO GONZÁLEZ COMPEÁN

¿Públicos o consumidores?
EDUARDO CACCIA

La escritura fronteriza
ADRIANA CORTÉS KOLOFFON entrevista con ANDRÉS NEUMAN

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Jorge Moch
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Mentiras piadosas. Agio bendito (II Y ÚLTIMA)

Para mis padres, sabios ahorradores
a los que tocó un tonto hijo botarate

Agio bendito, qué sería del país sin tu ejercicio. Qué harían grandes señores sin inmensas fortunas amasadas a tu amparo. Pasarían hambre dos excelsas clases de personitas, los banqueros y sus publicistas. Ah, tres, si contamos como personitas la fauna de los despachos jurídicos a los que los bancos encargan la cobranza de sus réditos o venden los mecapales de sus deudores para que tozudos licencia dos los sigan llenando con plomizos pedruscos de su propio peculio. La banca mexicana, privada, estatizada y vuelta a privatizar, ha sido quizás , junto con el diezmo de los crédulos, uno de los negocios más esféricos en la larga sarta de trácalas y puñaladas traperas con que se adereza la historia nacional.

La banca siempre ha tenido a la publicidad como su incondicional embajadora… ¿Quién no recuerda, por ejemplo, los simpáticos personajes de los anuncios de Banca Serfín allá por los años setenta, el estribillo cantado, ven-ga-a-ver-a-Ser-fín, el águila de su logotipo tomando forma de caricatura (poderosa: ancho el andamiaje del pecho, gruesos brazos hechos con las alas, pura solidez del estamento burgués), el pollito ahorrador, el pato desorientado, la cigüeña previsora? El arquetipo del organismo protector, que velaría por nuestros ahorros, era el mismito que habitaba y habita en nuestro escudo nacional: el águila, ponte águila, hay que estar águila, águila o sol. Pero un día el águila se convirtió en buitre, y evisceró al pollo, y le masticó los intestinos y le sorbió la sangre y los ahorros y no le dejó ni las plumas y al sol lo eclipsó el turbión de la crisis económica.


Ilustración de Juan Gabriel Puga

Los comerciales de los bancos siempre nos dejan ver qué guapa y qué sonriente y cuán formal es la gente del banco. Claro que no nos dicen que detrás de tanta guapura, de tanta sonrisa y de tanta formalidad lo que hay es un sindicato de usureros voraces sin medida, de cuentachiles miserables que, en la realidad cruda, siempre tratarán de pagar lo menos posible a sus inversionistas –y a sus empleados– mientras tratarán de roer toda carnita posible a sus deudores. La banca en México es agiotaje puro e institucionalizado, la única del mundo donde se practica sin empachos el anatocismo; la que aglutina banqueros que alguna vez se declararon insolventes pero viven en mansiones de millones de dólares, varias en el mundo a la vez porque suelen ser ubicuos como el dinero mismo; la banca es el rescate institucional del descalabro privado hecho con el dinero público para que los autopréstamos fraudulentos de muchos de esos señores prosperaran mediante, claro, una corta feria de por medio, rigurosa y oportunamente regada en los huecos y rendijas gubernamentales correspondientes. La banca en México es un discurso oficial que se llena la trompa de palabras como balanza comercial, superávit o infraestructura, y se arruga ante un heterodoxo concepto de catarrito financiero; es la sonrisa de un ejecutivo de inversiones en una escena de la televisión que en el día a día es transubstanciado en acoso telefónico –y marcaje personal, hostigamiento, la amenaza proferida en plena calle de uno, frente a vecinos o parientes– de un leguleyo mediocre cuyo trabajo es intimidar a deudores, en un país donde buena parte del empleo y por tanto de la plataforma productiva que sustenta al consumo se ha ido a la mierda por la ineptitud y las pésimas políticas financieras de un gobierno nacido, precisamente, de las filas de los banqueros. Porque México es un país en espiral, una continua caída en picado, un barreno interminable. La banca en México son millones de mexicanos tratando de subsistir con empleos mal remunerados y bajo constante amenaza de despido, de embargo, de desalojo, mientras la publicidad bancaria dice “con Bancomer, adelante”, ¿hacia dónde?, y no puede uno desechar la imagen de la tabla de los piratas, la filosa hoja del sable a la espalda, una breve caída sin estrépito, al frente la nada, las fauces de los tiburones y el sabor de la sangre que los enerva.

Alguna vez quise ahorrar yo, que soy un botarate y pareciera que la quincena me quema los dedos. Tuve el clásico marranito de barro. También tuve una alcancía de las que regalaba, a modo de objeto publicitario, Banca Serfín. Hoy, que yo sepa, ningún banco nos regala alcancías. Tarjetas de crédito sí, esos pequeños perfectos cepos con los que luego nos atrapamos a nosotros mismos, porque nada hay peor que el espejismo de la prosperidad que otorga un crédito bancario en México. Es una simple cuestión de pecuniarias tajadas.