Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 10 de enero de 2010 Num: 775

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Economía y cultura
ANGÉLICA ABELLEYRA (coordinadora)

Negación a pesar de la evidencia
CARLOS GARCÍA DE ALBA

Alentar la economía cultural
HÉCTOR GARAY

Triángulo de voces
ANGÉLICA ABELLEYRA

Medios sin mercados
CARLOS RAÚL NAVARRO BENÍTEZ

Hacia un sistema económico del sector cultural
EDUARDO CRUZ VÁZQUEZ

Ser vendedores de cultura
FEDERICO GONZÁLEZ COMPEÁN

¿Públicos o consumidores?
EDUARDO CACCIA

La escritura fronteriza
ADRIANA CORTÉS KOLOFFON entrevista con ANDRÉS NEUMAN

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Alonso Arreola
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Oléééé, olé, olé, olé…

Estamos, finalmente, en el año del mundial (del mundial de futbol, claro está). Ello representa un sin fin de sentimientos, de filias y animadversiones, de fanatismos estúpidos y de auténticos placeres a la imaginación. Así, no parece forzado aprovechar una columna como ésta para hablar de la musicalidad de un juego que, en tanto improvisado y colectivo, tiene mucha relación con obras y géneros determinados. Eso por no hablar de las piezas, de rock y pop sobre todo, que las barras y porras han hecho suyas para apoyar equipos, colores y localidades.

Música y futbol, ambos son grandes negocios en nuestros días, ambos cumplen con la función de entretener y representar culturas, temperamentos de manera específica. ¿Ambos son un arte? Si el futbol queda en duda, lo cierto es que, en tanto danza y movimiento extremo puede alcanzar momentos verdaderamente artísticos, escenas plásticas que cumplen con los más estrictos cánones de la belleza: equilibrio, proporción, sentido… claro que, hay que decirlo, tales rasgos son apreciables, precisamente, en períodos como los mundiales y en algunas ligas como la Premier inglesa. Sin ser malinchistas o despectivos, hay distancias entre un partido del Arsenal contra el Manchester y uno del Necaxa contra el Atlante (disculparán sus fieles la comparación).

De las batucadas brasileiras a las cornetas hidráulicas de los seguidores de la Máquina del Cruz Azul, pasando por las entradas marciales de la barra del River Plate argentino y los coros madridistas del Santiago Bernabeu, en uno y otro estadio del globo se crean constantemente pequeñas composiciones dedicadas a jugadores lo mismo que a equipos enemigos, merecedores todos de odas o insultos refinados en tono y ritmo.

En un plano más profesional, ¿qué de las piezas dedicadas, inspiradas en el futbol? Hay muchas. “Maradona no es una persona cualquiera, es un hombre pegado a una pelota de cuero”, canta Andrés Calamaro en “Maradona”. (Yendo más lejos: ¿no es acaso la vida de este icono algo parecida a la de tantos jazzistas venidos de la calle, llegados a la gloria y caídos al infierno?) Asimismo, están bandas como la española La Habitación Roja y El Tri de México, quienes cantan “Nunca ganaremos el mundial” y “Si México ganara el mundial”, respectivamente. Aquí algunos fragmentos de Alex Lora: “Si México ganara el mundial los comercios tendrían que cerrar/ Y to da la policía no alcanzaría pa'placar el júbilo nacional/ Habría un chingo de cabrones trepados en el ángel gritando/ ‘¡Sí se pudo, sí se pudo!'/ Y habría muchos aferrados que lo querrían escalar/ Pero estarían tan pedos que azotarían al tratarse de trepar/ Lo bueno es que eso nunca va a pasar/ Porque México jamás va a ganar el mundial.”

Otra pieza reciente, creada en nuestro país y apoyada hasta el cansancio por Televisa Deportes, es la de Jáuregui: “La vida no es lo mismo sin futbol.” Igualmente está “La marcha del golazo solitario”, de los Fabulosos Cadillacs y hasta la composición clásica de Enrico Chapela, “Íngesu”, dedicada a un partido entre México y Brasil. En ella los músicos van siendo expulsados por el director de orquesta quien, vestido de árbitro, usa tarjetas amarillas y rojas mientras los ejecutantes uniformados hacen referencias sónicas de estadio.

De todas las composiciones en torno al futbol, empero, tal vez la más grandilocuente y significativa sea la adaptación que Tony Britten hiciera a “Zadok el Sacerdote”, de George Frideric Handel. Comisionada por la UEFA en 1992, fue grabada por la Real Orquesta Filarmónica de Londres con coros de St. Martin in the Fields en los tres idiomas oficiales de la FIFA: inglés, francés y alemán. Digamos que sólo con escuchar la obertura todo amante del futbol enmudece, busca el televisor más cercano y se concentra en la magia posible de ésa, sin duda, la mejor competencia de clubes del mundo.

Otros subgéneros nacidos en la alianza entre música y futbol son los himnos populares que, interpretados en lenguas locales, manifiestan desde tribuna sus críticas políticas y raciales. De ahí que las barras cantantes sean las más vigiladas en Europa, continente experimentado en eso de manchar el deporte con sangre. Y por supuesto que África, sede de la próxima copa, no se queda atrás. Se sabe incluso que allá han creado bailes y ritmos para jugadores específicos, verdaderos héroes regionales, figuras merecedoras de apariciones en la tradición oral y musical de sus pueblos de origen. Y es que, como bien cantan los Cadillacs: “Nacimos bajo el signo del balón, del esférico, disfrazándonos de lo que no podemos ser.” O sea que con el futbol como pretexto –valga la cacofonía como eco de un tiro al poste–, la música de cancha es un real manifiesto.