Cultura
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Naomi Siegmann expone su flora de metal en el antiguo atrio del Templo de San Francisco

Artificios naturales apremia a una sabia relación con el entorno

La muestra está integrada por 21 esculturas elaboradas entre 2000 y 2009

Mi interés por los árboles y plantas nace de un deseo de inspirar ideas sobre su vulnerabilidad, dice

 
Periódico La Jornada
Sábado 9 de enero de 2010, p. 2

El jardín negro que Naomi Siegmann (Estados Unidos, 1933) instaló en el antiguo atrio del Templo de San Francisco de Asís tal vez sea una nueva modalidad en la jardinería, es decir, todo inventado, hecho por escultores o pintores. Qué triste, expresa la expositora, quien también hizo magnolias de acero oxidado, jacarandas y alcatraces de bronce, sin olvidar los árboles de aluminio.

Radicada en la ciudad de México desde 1963, a Siegmann se le grabó una imagen de la película apocalíptica Cuando el destino nos alcance (1973), en la que los niños van a un museo para ver el último árbol en el mundo. La escultora también conserva una caricatura del último elefante escondido detrás del último árbol.

Insiste: “Las personas que descartan el calentamiento global no están viendo los hechos. El hombre está acelerando el ciclo del cambio de temperatura, y ante eso los artistas están diciendo: ‘ojo, algo está pasando en nuestras vidas’. No voy a vivir para ver lo peor, pero va a subir el nivel del mar. Cortar los árboles es lo peor que ha hecho el hombre, además de tirar los desechos de plástico, y ya estoy haciendo algo con el tema de la basura”.

La preocupación ecológica no es nueva en la obra de Siegmann, sin embargo, el uso de cámaras de llanta recicladas para crear sus flores y plantas negras tiene otro origen.

Durante muchos años fue conocida por sus tallas en madera, sin embargo, la artritis reumatoide y la artrosis que padece la obligaron a buscar materiales que no me lastimaran tanto. Hace cinco años, Siegmann descubrió la cámara de hule, que le encantó, por dulce, suave y muy adaptable.

Cuenta a modo de anécdota que en un principio acudía personalmente a las vulcanizadoras: Me cobraban 80 pesos por cámara, pero cuando iba mi asistente Marcos sólo le pedían 20 pesos. Luego, un amigo le habló para informarle que había encontrado 50 cámaras y después 100 bastante baratas. Ahora, hace planes para ver qué hará con tal cantidad de cámaras, aunque tiene en mente un proyecto: una cascada de flores.

La instalación Jardín negro (2009), cuya vegetación viene de la realidad y de la imaginación, forma parte de Artificios naturales, exposición integrada por 21 esculturas o conjuntos de obra, que abarcan de 2000 a 2009, realizados con cámaras de hule, acero oxidado, bronce, aluminio y madera, continuará el 18 de enero en el antiguo atrio del Templo de San Francisco de Asís, avenida Madero 7, Centro Histórico.

Artificios naturales tiene como fondo las ruinas del otrora convento de San Francisco. De hecho, la exposición funciona como reflejo y recordatorio del destino incierto de lo que es tocado por el hombre. Siegmann visitó este espacio impresionante varias veces tras ser invitada a exhibir allí.

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La artista estadunidense en su Jardín negro, instalación que forma parte de la muestraFoto Guillermo Sologuren

El hombre pertenece a la Tierra y no la Tierra al hombre, precepto de la sabiduría ancestral de los indios de Norteamérica que la civilización actual ha olvidado, reza el texto de pared que retoma una cita del jefe Seattle, líder de las tribus amerindias suquamish y duwamish en lo que ahora se conoce como el estado de Washingon, Estados Unidos.

La expositora puntualiza: “Durante muchos años mi trabajo consistió en recrear objetos de uso cotidiano: una mesa, una bolsa de piel, un saco colgando de una silla... ¡en fin! Pero de un tiempo a esta parte, mi atención se ha dirigido hacia la naturaleza: tan importante, tan grande y a la vez tan frágil.

“Mi interés por trabajar árboles y plantas en general nace de un deseo de inspirar pensamientos sobre la vulnerabilidad de la naturaleza y su tenue balance con el hombre. Nuestra sobrevivencia depende de una sabia interacción con ella.

Debemos aprender a cuidar y reforestar los bosques, reciclar y reutilizar los metales, usar plásticos y químicos seguros. Recordemos que la naturaleza no depende de nosotros, nosotros dependemos de ella.

Por medio de sus obras, Siegmann espera estimular la percepción, sensibilizar al espectador sobre posiciones familiares, pero poco percibidas introspectivamente, como la relación entre la realidad física actual y la realidad percibida, y cómo la percepción afecta la experiencia.

–¿Cómo trabaja la cámara de llanta?

–Hago un dibujo de hoja y lo recorto. Me han ayudado cuando ya sé exactamente la cantidad que necesito. Atrás de cada una ponemos un alambre para darle forma y movimiento. Todo lo aprendí sobre la marcha.

La base es de metal y encima hay una malla cubierta con chapopote. En un principio no lo puse así, no obstante se veía mucha luz, pero con el chapopote se queda todo negro, mientras abajo hay un armazón de varilla. Las flores y las hojas están muy firmes.

Siegmann dejó varias de las piezas en el jardín de su casa por casi un año, para ver cómo aguantaban la temperatura, el sol, la lluvia y el polvo, y pasaron la prueba muy bien.

La idea es que Artificios naturales se traslade a la circunvecina Plaza Juárez (avenida Juárez 20), aunque la fecha todavía está pendiente.