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El pugilista no percibirá ingresos hasta septiembre de 2010

Alguien me robó pero no vi a los ladrones, dice Sosa

No protestó su equipo porque le preocupaba más la salud del ex campeón

Foto
Lo que más le duele ahora al pugilista Sosa es que su inactividad le pegará muy duro en el bolsilloFoto Juan Manuel Vázquez
 
Periódico La Jornada
Jueves 10 de diciembre de 2009, p. a18

Édgar Sosa sintió que algo explotó en su cara; luego sintió un dolor intenso que lo mandó a la lona; después, nada. No recuerda qué ocurrió en los instantes posteriores al violento cabezazo que le asestó el filipino Rodel Mayol. Todavía peleó lesionado durante unos segundos antes de terminar abatido por los puños del rival. El cuerpo de Sosa estaba sobre el cuadrilátero, pero su mente en otra parte.

De un testarazo le tiraron la corona minimosca al peleador mexicano. No hubo descalificación ni revisiones del video para que el Consejo Mundial de Boxeo (CMB) declarara al respecto.

Por el contrario, el filipino fue consgrado nuevo monarca y a Sosa lo llevaron al quirófano para ser intervenido por una triple fractura en el pómulo, donde le colocaron dos placas de titanio. Alguien le robó, admite, pero no vio a los ladrones. No sabe o no quiere culpar a nadie.

“Ro-ba-do –dice lentamente y lo piensa– es una palabra fuerte, pero así me siento, en parte por la forma en que perdí el título”, expresa sin acusar a nadie, ni a Mayol ni al réferi, ni a los jueces, ni al CMB. Fueron las circunstancias o tal vez el réferi tuvo miedo de parar una pelea en el primer round.

Nadie protestó el veredicto que lo dejó sin el cinturón que le ganó contra todos los pronósticos al estadunidense Brian Viloria en abril de 2007 y que defendió en 11 ocasiones.

El CMB dijo que el reclamo debió presentarse en el momento de la pelea, pero en la esquina de Sosa la inquietud era otra.

Alguien no se ocupó de eso porque mi equipo estaba más preocupado por mi golpe, por que me llevaran de inmediato al hospital. Eso era lo que nos importaba antes que cualquier protesta, explica Sosa, mientras la gente lo rodea para pedirle autógrafos en el gimnasio Díaz Mirón, en el camellón de Eduardo Molina.

Tampoco hubo reclamo porque todo ocurrió en el instante en el que transcurre una explosión.

En el vestidor no había gritos ni rabia. No tuvieron tiempo de sentirse ofendidos. Todo fue muy rápido, recuerda Sosa. Lo único que se respiraba en el camerino era incertidumbre por las condiciones en las que el ahora ex campeón había bajado del encordado.

Eso sí, reclama el púgil, no se explica cómo el réferi y el médico de la pelea le permitieron seguir sobre el cuadrilátero y por qué no le dieron más tiempo para recuperarse.

Luego del cabezazo Sosa tenía la mirada extraviada, apenas podía abrir los párpados y se tambaleaba notoriamente.

No sé cómo no se percataron de eso si se ve en el video; creo que ellos también pudieron verlo, dice asombrado y arquea las cejas. Entonces se hace más evidente la pequeña cicatriz bajo el párpado izquierdo por donde le introdujeron las placas metálicas.

Ahí se quedó el cinturón, observa resignado porque está tranquilo, sin dolores en el cuerpo ni en el ánimo. Dice que el único golpe que resiente es el del bolsillo, porque si todo sale bien regresará a los encordados en septiembre del próximo año, pero en mientras no tendrá ingresos.

Me pega porque estaba acostumbrado a percibir un sueldo cada tres meses y eso está para pensarse porque tengo muchos gastos, dice Sosa mientras saluda a los compañeros del gimnasio donde se formó como boxeador.

Regresó sin la corona, pero todos lo llaman campeón.