Cultura
Ver día anteriorMiércoles 25 de noviembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

El escritor canadiense dictará una conferencia en la Cátedra Atwood-Roy en la UNAM

Mucha de la atención a la literatura es cuestión de celebridad: Barry Callaghan
 
Periódico La Jornada
Miércoles 25 de noviembre de 2009, p. 5

En un principio Barry Callaghan quería ser basquetbolista, sueño que siguió hasta la universidad y ahí, gracias a que su entrenador le caía mal, abandonó ese deporte para dedicarse al periodismo y de ahí a la literatura.

Hoy es uno de los autores más relevantes de Canadá, que se pasea entre la novela, el cuento, la poesía y la traducción de poetas cuya lengua no habla. Eso lo hace difícil, pero también más divertido.

El escritor se encuentra en el país para ofrecer una serie de conferencias en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (la última será este jueves a las 13 horas en el plantel Del Valle), y en la Cátedra Atwood-Roy en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), hoy a las 12 horas.

El jueves también ofrecerá una lectura en la librería Conejo Blanco, acompañado de Mónica Lavín.

Un hombre de letras

Barry Callaghan justifica un poco su llegada a la literatura: Mi padre fue escritor (Morley Callaghan). Crecí en la casa de un escritor; no es que me sugiriera que yo lo fuera, pero la escritura estaba en el aire, así que en el verano comencé a trabajar y uno de esos trabajos era en la agencia de información Canadian Press, que es el mejor entrenamiento que puede haber: aprendes a leer rápido, y también que ninguna de tus palabras es un tesoro: siempre hay alguien que siente desprecio por ellas.

Fue también reportero de televisión, maestro universitario, reportero de prensa escrita y corresponsal de guerra en Medio Oriente y África. Cuando lo despidieron de todos sus trabajos fundó la revista literaria Exile, en la que publicó a unos mil escritores de todo el mundo.

En 1978 publicó su primer libro, el poemario Hogg: the poems and drawings y en 1982 su primer libro de cuentos, The black queen stories.

“Todo, poesía, novela, cuento, ensayo, periodismo, es parte de lo que soy. No lo veo de forma separada. El asunto es cómo unirlo.

Siempre he visto el periodismo como una forma de contar historias, así que los parámetros tal vez son sólo un poco diferentes, pero son formas de contar historias. Algunos son mejores contadores de historias que otros, y tomé nuevas oportunidades en periodismo porque tenía la libertad.

Foto
Barry Callaghan, ayer, durante la entrevista con La JornadaFoto María Meléndrez Parada

Gracias a un eslogan se le conoce como el hombre de letras canadiense, y aun cuando comenzó como una idea para vender uno de sus libros de ensayo, afirma: yo sí tomo en serio la idea de ser un hombre de letras, como lo marca la tradición francesa e inglesa, pero mi editora no: ella dice que es un eslogan.

–Esta tradición de los hombres de letras se está perdiendo.

–Ya se perdió. Desafortunadamente tengo que estar de acuerdo en que los escritores quieren dinero y fama sin preocuparse de lo que escriben. Eso es un problema en mi país, que no tiene una tradición de literatura independiente muy amplia porque fuimos colonia hasta hace poco; de alguna manera lo colonial sigue ahí.

Hoy existen menos posibilidades de un hombre de letras, porque mucha de la atención que se presta a la literatura es cuestión de celebridad y lo que se celebra son las ventas.

Ofrece unas cuantas pinceladas de lo que ocurre en Canadá: está dominado por la literatura para mujeres y por ello existen también muchas escritoras de gran calidad; además existen numerosos premios literarios y eso es muy bueno para la reputación de los escritores y construye la idea de que hay un auge intelectual que funciona, y es muy bueno para las librerías porque si ganas uno de esos premios se vende una enorme cantidad de libros. Sí es grandioso, excepto que cuando ves atrás 10 años, ¿cuántos de esos libros quieres leer cuando ya todo se calmó? No muchos.

Canadá, añade Barry Calla-ghan, “es un país gracioso y en muchos aspectos somos personas misteriosas.

“No somos como los estadunidenses, que creen saber quiénes son. Si le preguntas a un canadiense qué significa ser canadiense, nadie lo sabe. Nunca hemos tenido que explicarle a nadie quiénes somos y eso da una libertad enorme.

Cuando viajo soy una especie de nadie de ningún lugar; sólo desaparezco sin importar si es Jordania o Italia. Lo que me importa es saber quién soy y no tengo que justificarlo.