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Toros
Peligro de motines en la México
 
Periódico La Jornada
Lunes 23 de noviembre de 2009, p. a42

Por segundo domingo consecutivo, el nuevo sistema de venta de boletos en la Plaza México (a través de Ticketmaster) produjo escenas dignas de la época de oro del toreo en el que antaño fuera el coso más importante del país. La lentitud con que trabajan las impresoras de la citada empresa obligó a los aficionados a permanecer formados en largas y tediosas filas que se extendían casi hasta el estadio Azul. Eran una especie de colas soviéticas en tiempos de Krushov.

Parecía que en el cartel estuviesen anunciados Silverio, Procuna y Manolete, pues las hileras de aspirantes a espectadores eran insólitas, desmesuradas y, sobre todo, engañosas. Porque adentro, en los tendidos numerados, no había más de 5 mil personas.

Igual que hace ocho días, una buena cantidad de eso que en abstracto se llama el público debió quedarse fuera de la plaza hasta el final de la lidia del segundo de la tarde. Y todo porque las modernas maquinitas se tardan siglos en estampar en el cupón de ingreso los datos relativos a tipo de boleto, sección/pasillo, fila/palco, asiento y precio, así como los de clave de evento (la de ayer era la EPTMN22D) y la imprescindible recomendación que aconseja: no exponga su boleto al sol (no vaya a ser que el pobre contraiga un cáncer de tinta o de papel, o sea pasto de los rayos gamma del astro rey).

En todo el mundo, las máquinas expendedoras de boletos (como los del Metro en los países europeos) han sustituido a los seres humanos que antes se ganaban la vida vendiéndolos manualmente. Pero en la México esto no ocurre, pues siguen siendo hombres de carne y hueso los que dan las entradas, recogen el dinero y devuelven el cambio, con la diferencia de que esto lo único que logra es que todo sea infinitamente más lento y muchos y muchas se pierdan la faena del primer toro y la salida del segundo.

Ante el fracaso del moderno sistema, la plaza debe regresar al pasado, cuando los boletos eran impresos en serie, agrupados en talonarios y desprendidos por manos rápidas que en menos de un minuto cobraban y daban el cambio. A ver qué sucede el próximo domingo, si las maquinitas impiden al gentío ver el primer toro de José Tomás. Pueden estallar motines que ameriten los macanazos y el gas pimienta de granaderos. Pero si esto sucede, luego no digan que tan previsora advertencia no fue publicada con la debida oportunidad.

Ojalá se entere Marcelo Ebrard y haga algo antes que la sangre llegue al río.