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En el violín eléctrico estuvo el solista italiano Francesco D’Orazio

Estrenó la OFCM The Dharma at Big Sur, del autor minimalista John Adams
 
Periódico La Jornada
Lunes 9 de noviembre de 2009, p. a12

La Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM) realizó el estreno nacional, la noche del sábado, de la obra The Dharma at Big Sur, de John Adams, uno de los compositores vivos más influyentes en la actualidad, adherido a la corriente de compositores minimalistas, que han superado ese encasillamiento para plantear, en cambio, una evolución asombrosa y firme del lenguaje musical contemporáneo.

Esta obra fue escrita en 2003, para la inauguración de la Sala de Conciertos Walt Disney, sede de la Filarmónica de Los Ángeles (hoy dirigida por Gustavo Dudamel) y es, en la práctica, un Concierto para Violín y Orquesta, pero no cualquier violín: uno eléctrico, que el sábado fue tocado por el solista italiano Francesco D’Orazio de manera deslumbrante y para delirio del público.

El título de esta obra, Dharma at Big Sur, apela al pensamiento budista en la manera como ha influido a varias generaciones de artistas californianos: toda la generación beatnik y también toda la tribu de compositores minimalistas.

El término budista Dharma engloba las obras buenas realizadas, el pensamiento generador, la energía positiva y forma parte de la dualidad Dharma-Karma: causa-efecto.

Big Sur es una vasta zona californiana cuyo paisaje ha cobijado e inspirado a los jefes beatniks y minimalistas: Jack Kerouac, Allen Gingsberg, et al y Terry Riley, LaMonte Young, Philip Glass, y el propio John Adams.

Dharma at Big Sur en su título, en su contenido y en sonar, pone en vida la energía positiva desplegada por todos esos creadores de buena parte de la cultura occidental contemporánea. Su inmensa Dharma.

La noche del sábado en la Sala Silvestre Revueltas del Conjunto Cultural Ollin Yoliztli, Francesco D’Orazio y la OFCM pusieron en órbita al público con la ejecución de esta obra: ragas de India, música posminimalista, el fascinante sonido del gamelán balinés reproducido en las filas de la orquesta y el sonido alucinógeno del violín eléctrico con una música, la que escribió John Adams, venida de otro mundo y puesta en tierra merced a la práctica sencilla de la meditación profunda.

Los alaridos al final, sobre todo del público de jóvenes en las butacas, amplificó aún más el sonido Jimi Hendrix, las resonancias Led Zeppelin, la confluencia de culturas que sonaron en esta paritura portentosa.

De acuerdo con el precepto budista de causa-efecto, las casualidades no existen, sí las causalidades: en el transcurso de menos de 24 horas, como en la novela Ulysses, de James Joyce, acontecieron eventos entrelazados: el estreno de la obra de John Adams, minimalista, dedicada a Terry Riley, maestro de Philip Glass, quien ofreció un recital en Polanco dos horas después, mientras el mismísimo Riley, ese gigante de la creación cultural contemporánea, se presentaría en las postreras horas del domingo en el Festival Internacional de Puebla.

Esa será otra historia.