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Ver día anteriorDomingo 8 de noviembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Mafia sobre la ciudad

Desde Otras Ciudades
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Edificios de departamentos en París tomada de InternetFoto tomada de Internet
P

arís. La Ciudad Lux, con el más elegante urbanismo y su irrenunciable prestigio de cuna del pensamiento humanista, posee también el récord del mayor número de alojamientos unipersonales en el mundo y la fama de que muchos de ellos son los lugares más deprimentes del planeta (César Vallejo, Brice Echenique, Roman Polansky et al dixit). Opinión basada en gran medida en la figura del portero (a) sucesivamente francés provincial, español, portugués, árabe… a lo largo de dos siglos y aunado a los servicios higiénicos compartidos por los habitantes de cada piso en los edificios anteriores a 1950.

Pero de lo que pocos extranjeros han hablado, por estar generalmente marginados de la propiedad parisina, es de la figura del síndico, representante legal de los condóminos y equivalente en términos de terror a lo que es el portero para los desprotegidos inquilinos.

Sinónimo de alcalde antes de la Revolución de 1789, en Bélgica y Francia el término se conservó para el representante, en principio electo por mayoría, de un sindicato de copropietarios quienes aportan una anualidad para pagar los servicios comunes de la copropiedad y una remuneración al síndico. Pero a medida que los condóminos rechazaron asumir el cargo y la carga de trabajo, la figura se profesionalizó y, tal como existen los despachos de abogados, abrieron los de síndicos con decenas de empleados para atender monopólicamente áreas enteras de edificios haussmanianos, renacentistas y premodernos de la capital francesa.

Ligados como una mafia –salvo honrosas excepciones– a los bienes raíces, acumulando la mayor cantidad de infracciones detectadas por la Dirección General de la Represión de Fraudes y famosos por reunir en unos cuantos nombres fortunas millonarias, las autoridades reglamentarán a partir de 2010 la profesión cuyos miembros se rasgan las vestiduras clamando: no tenemos por qué avergonzarnos de una profesión estigmatizada por la desconfianza y sospecha cuando ya habían demostrado su apego a una mayor transparencia.

Yuriria Iturriaga, corresponsal