Opinión
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La cumbia, himno de los marginales en América
E

l ex presidente de Uruguay Julio María Sanguinetti, en un espléndido artículo aparecido en el periódico El País (12/9/09), analiza la problemática social en la expansión de la cumbia villera. Expansión que genera polémica en Río de la Plata, sobre esta subcultura musical: ¿Es chatarra o signo de diversidad?

En los años 50 del siglo pasado comenzó lentamente la difusión de grabaciones y los famosos Wawancó se esparcieron por el mundo de habla castellana. Así la cumbia fue una en Colombia, otra en México y otra en Perú hasta que al llegar a Argentina fue adoptada por los habitantes de los asentamientos irregulares, las villas miseria.

Contagioso ritmo caribeño que añade actualmente letras de contenido social violento. El lenguaje es duro y a la vez procaz. Cuenta historias de vida golpeadas por la adversidad de donde robar (chorrear) es lo normal, la droga la escalera para trepar y el sexo un ejercicio machista desenfadado y grosero.

Aun en Río de la Plata, según Sanguinetti, tanto en Argentina como Uruguay, un corte transversal de la sociedad acogen este mensaje que algunos respetan como expresión de la pobreza y otros vituperan al repudiar la legitimación de una literatura antisistémica.

En nuestro país no existe dicha polémica, sin embargo el conflicto está presente. Sea con la cumbia u otros corridos, o música de rock alternativo o urbano, generadores de discusión.

Para Sanguinetti sea bienvenida la diversidad. Pero ella no es el pasaporte al vale todo. Si da lo mismo hablar bien que mal y asumir el delito como un laboro más, se perpetúa el atraso y difícilmente se formará una juventud para los exigentes tiempos globalizados.

En nuestra diversidad cultural única, un desarrollo sin justicia, con un gigantismo urbano, no porque la ciudad llame sino porque el campo expulsa, el desempleo se incrementa, agregado a una falta de oportunidades y al avance de la tecnología que desplaza obreros y es fórmula de marginación.

Consecuencia de la explotación, inscrita en un primer plano, en lo económico, pero cuya solución es además de económica, social, política y cultural, sólo será posible a partir de condiciones concretas del potencial humano.

La marginalidad hoy con la cumbia como bandera crece con cifras alarmantes, simboliza la incapacidad del sistema y la pobreza de las medidas para enfrentar el crecimiento desmedido y caótico de las urbes latinoamericanas con carencias de todo tipo y los lamentables viejos vicios del centralismo, la corrupción y el autoritarismo.

La información sobre el problema es amplia, pero insuficiente; más que datos requerimos de estrategias reales y factibles (¡pero ya!), que integren a los marginados; en una nueva óptica para investigar el problema que fije la referencia desde esta población (que representa a millones de individuos) y no desde la movilidad de criterios exteriores, que giran y giran confundiendo la observación y la capacidad de entender. Para complicar el problema de comunicación, debe apuntarse la convergencia en México, de Méxicos divergentes.

El país es un mosaico de culturas con diferentes tradiciones y lenguas que contribuyen a la imposibilidad de comunicarnos. En una geografía con sus interminables montañas que hace difícil o muy costoso el tránsito y la vinculación y relación entre los mexicanos.

Los numerosos grupos en la marginación comparten su miseria defendiéndose con una música entre carnavalera y melancólica. Más resultan al mismo tiempo extraños los unos para los otros. Su posibilidad de relacionarse es mediante la miseria compartida y el rechazo de que son objeto y afrentan y quiebran sus valores.

Paridad de todo lo aprehendido y la búsqueda forzosa de una nueva seudoidentidad en el refugio del tugurio, que es un cartón petrolizado o una coladera, o la intemperie con unos cuantos cartones encima, donde se viven relaciones incestuosas, drogadicción, abortos, muertes infantiles, violencia y criminalidad. Pero que da al menos la ilusoria defensa ante los golpes de autoridades y gánsters.

Las invasiones y desalojos son despedidas y encuentros de un negocio que da millones a algunos y sufrimiento y desamparo a los más. En las ciudades perdidas, de pérdida en pérdida encuentra su rostro el marginal.

La respuesta tendrá que ser pronta y certera; tendremos que encontrarla en un nuevo conocimiento que armonice lo espiritual y lo científico, que implique una mayor inversión en cultura y mayor escolarización en todos los niveles.

La nueva política requerirá para ello una reorientación y nuevas normas y metodologías. Al fin Velázquez todavía es Velázquez y Cervantes es Cervantes, como termina su texto el ex presidente Sanguinetti.