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Se trata de la primera exposición individual del artista mexicano en Italia

Zoología fantástica, de Francisco Toledo, hace escala en Roma

La calidad de su arte y su admiración por Borges motivó la decisión de montar la muestra, dice la directora del Instituto Nacional para la Gráfica

La exhibición concluye este jueves

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Francisco Toledo en Monterrey, en 2008, cuando ultimaba detalles de su escultura de gran formato La lagartera, durante una entrevista con La JornadaFoto Mex-Press
Especial
Periódico La Jornada
Martes 22 de septiembre de 2009, p. 5

Roma. Después de un año de periplo por Europa, la Zoología fantástica de Francisco Toledo hizo escala en Roma, donde concluiye exhibición el jueves 24 de septiembre.

Este hecho es relevante por ser la primera exposición individual de Toledo en Italia y por la centralidad cultural que caracteriza al país (tiene el mayor número de sitios UNESCO en el mundo, además de contar con 4 mil 200 museos).

En México hablar de la Zoología fantástica se ha convertido casi en una tradición a la que el público mexicano se ha acostumbrado desde 1985, y que sigue con entusiasmo o quizá ya con cierto aburrimiento tras haber alcanzado la marca de casi 50 exposiciones en cuatro continentes (excepto en Oceanía).

Resulta interesante entender el impacto que produce la obra del autor cuando entra en contacto con el país anfitrión.

El debut de Toledo en el Belpaese ha sido programado cuidadosamente por la agregada cultural Dolores Repetto, quien con entusiasmo y dedicación ha trabajado en el proyecto apoyado por instituciones como la Secretaría de Relaciones Exteriores de México y el Consejo de Promoción Turística en Italia, así como el IILA (Instituto Italo-Latino Americano).

Repetto ha seleccionado probablemente el mejor espacio expositivo posible para presentar la obra gráfica de Toledo.

Se trata del Instituto Nacional para la Gráfica, que surgió de la reciente fusión de dos colecciones: la calcografía y el gabinete de impresos. En su género es el más importante en el mundo: contiene 23 mil matrices y supera al Louvre de París y a la Academia de San Fernando en Madrid.

El instituto tiene una ubicación privilegiada en el Palacio Poli, edificio frente a cuya fachada se despliega la Fuente de Trevi, monumento símbolo de la ciudad, que mantiene estrecha relación con el museo gracias a la figura del papa florentino Clemente XII Corsini, quien fundó la institución en 1738 y mandó hacer la fuente (como se observa en el escudo, en lo alto del monumento).

La institución, ligada al progreso y la difusión del arte del grabado italiano, presenta además exposiciones temporales en su mayoría de artistas italianos. Por ello haber aceptado a Toledo puede considerarse un hecho algo raro.

Serenita Papaldo, su directora, explica en entrevista “haber acogido la propuesta de la exposición a pesar de desconocer la obra de Francisco Toledo, al retomar la iniciativa de Alfredo Pietrucci (1888-1969) de abrirse a artistas de países extraeuropeos.

Fue la calidad de su arte, además de la importancia de haber trabajado en el taller de Stanley W. Hayter durante su formación, y la admiración por Jorge Luis Borges, lo que determinó la decisión.

El dato equivocado (Toledo hizo un solo grabado en el taller Stanley William Hayter) es reflejo de los innumerables errores que sobre él se escriben. Probablemente Papaldo no supo los muchos otros prestigiosos talleres en los que el artista ha trabajado, que le hubieran valido su confianza (Clot-Bramsen et George y Mourlot en París; Khalil en Nueva York y Proligrafa en Barcelona).

En el extranjero se le conoce poco; la memoria de su presencia en las mejores galerías europeas y de América, sobre todo durante los años 60 y 70 del siglo pasado, se ha perdido; esto en parte por la actitud antiglobalización del artista, y por su absoluta falta de interés por promoverse.

Italia representa en este vacío uno de los casos más extremos: el eurocentrismo que le es característico asume tonos al límite del ridículo, y esto podemos atestiguarlo con la exposición que justamente se realizó en Turín, en 2003, sobre el arte oaxaqueño en la importante sede del Palacio Bricherasio, donde se expuso, entre otras, obra de Toledo.

En la reseña de prensa de aquélla se leía: “Una vez más el verano (julio y agosto, el peor momento del año para presentar una exposición en Italia) está dedicado a culturas geográficamente lejanas a la nuestra; después de la exposición dedicada a los aborígenes australianos, este año es el turno de México, y en específico de Oaxaca, definido como la ‘cuna del arte mexicano’ (…) manifestaciones pictóricas que tienen un acercamiento a la pintura mayormente subjetiva, mítica e indígena respecto a otras grandes tendencias del arte mexicano”. Por si no bastara, ¡a la exposición le fue adosada obra de Tina Modotti!

La acción de la galería Arvil ha sido un instrumento de mucha importancia para mantener vivo el recuerdo del artista. De ahí que mi objetivo en la presentación de la exposición fue aportar información científica basada en documentos certeros que eliminan de inmediato el sinnúmero de leyendas que sobre él se han creado, con la intención de evitar alimentar clichés que los extranjeros aman según sus paradigmas.