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Las tierras no se van a comerciar, afirma la junta de buen gobierno El camino del futuro

Desmienten zapatistas que hayan negociado con autoridades luego de un enfrentamiento
Enviado
Periódico La Jornada
Lunes 7 de septiembre de 2009, p. 16

Caracol de La Garrucha, Chis. 6 de septiembre. La junta de buen gobierno (JBG) El camino del futuro negó haber hecho alguna negociación con representantes del gobierno, luego de los hechos violentos del pasado día primero en el ejido Santo Tomás, cuando bases de apoyo zapatistas fueron agredidas por gran número de seguidores de tres organizaciones priístas del municipio oficial de Ocosingo. El problema no lo provocamos, sostuvo.

Así se desmiente la versión de fuentes gubernamentales de que hubo un acuerdo entre zapatistas y funcionarios. Los arreglos que hayan hecho en Santo Tomás y de dar dinero son cosa de ellos, afirma un miembro de la JBG en el caracol de esta comunidad. Rodeado por unos 15 integrantes de la junta, declara: la tierra no se va a negociar.

La mañana del martes pasado unas 150 personas atacaron a un grupo de bases de apoyo zapatistas que trabajaban en el predio Casa Blanca, en el poblado que fue establecido recientemente en tierras que trabajan desde hace 12 años, dentro del municipio autónomo San Manuel. En el enfrentamiento resultó muerto un miembro de la Aric Unión de Uniones y hubo más de 20 heridos, la mayoría zapatistas. Siete de ellos fueron capturados, encarcelados y torturados en Santo Tomás. A uno lo colgaron de un árbol con la intención de ahorcarlo.

Según la JBG, durante la refriega el hoy occiso Manuel Santiz Clara se disponía a “rematar en la cabeza a un compañero al que ya tenía ahí tirado, macheteado, con su ‘Acapulco’ (como se conoce a los machetes grandes), y otro, que también estaba herido por machetazos, tuvo que defender al compañero que ya iba a morir”.

Añade: cuando el primero de septiembre trabajaban los compas abriendo el callejón allí donde les pertenece, los de Santo Tomás, que ya de antes los estaban persiguiendo, se organizaron con garrotes y machetes. Los que llegaron atrás echaban bala y también machete. Empezaron los golpes. Como eran más los de la Aric, los compañeros tuvieron que caminar entre grupos que los tenían cercados y los garroteaban y macheteaban, hasta que pudieron salir.

No obstante, agarraron a siete compas porque no encontraron salida. Acompaña a la junta el señor Antonio Ruiz, uno de los detenidos. Tiene grandes hematomas en el rostro. Según la JBG, Antonio narró que lo golpearon y patearon hasta que perdió el conocimiento y despertó en la cárcel de Santo Tomás. Allí amarraron a los presos a unas matas de naranja y Caralampio Álvarez, del grupo agresor, amenazó: “los ‘Ruices’ se van a morir”, en referencia a Antonio y sus tres hermanos. A éste lo obligaron a firmar un papel que no pudo leer, amenazándolo de muerte si no lo hacía.

Para ese momento Antonio no sabía que había un fallecido, pero le dijeron que con su firma aceptaba entregar tres hectáreas con todo y ganado para la familia del que resultara fallecido en el enfrentamiento. Enseguida lo volvieron a amarrar, le quitaron camisa y zapatos, y lo dejaron en un lodazal.

Un viejito de Santo Tomás trajo una tablita para que pusiera los pies y no estuviera hundido en el lodo. Luego regresó con un pedazo de nailon porque llovía mucho. Poco después, el policía Calixto Gómez se le arrebató y despedazó. A la medianoche volvió y le aventó un balde de agua. Hacía mucho frío. Así lo estuvieron maltratando hasta las cinco de la madrugada, cuando se presentó Cristóbal Méndez Santiz a exigirle que abandonara sus tierras con todo y ganado.

A las ocho le soltaron las manos y amagaron con que iban a llegar a matar a los presos. Fue luego cuando llegaron los funcionarios del gobierno, los representantes de las Aric oficial y Unión de Uniones, acompañados por la Misión de Ocosingo, Serapaz y los centros de derechos humanos Fray Pedro Lorenzo de la Nada y Fray Bartolomé de las Casas.

A éstos fueron entregados los presos, semidesnudos. “No devolvieron mochilas, zapatos ni relojes. Todo se lo quedaron allí. Los estaban soltando y los golpearon otra vez. Los (de) ‘derechos humanos’ los tuvieron que defender”, subrayó.