Opinión
Ver día anteriorJueves 3 de septiembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Dos obras para niños
I

gnoro si a programas tan importantes como Teatro Escolar les llegarán los recortes presupuestales que amenazan todas las instancias del quehacer cultural, pero es un hecho que ante la debacle de la enseñanza primaria de que día a día nos enteramos con pavor, el teatro para niños –esté o no dentro de esos programas– es una alternativa que desteleviza a los menores. Entre nosotros, como en muchas partes del mundo, las viejas historias de príncipes encantados han cedido ante otras que pintan una realidad más cercana a la experiencia de muchos niños y niñas actuales, con lo que la enseñanza de vida es mucho más positiva que las de cenicientas que ven el trabajo como castigo. Marionetas de la Esquina, que dirigen Lourdes Pérez Gay y Lucio Espíndola es ampliamente conocida por este nuevo tipo de propuestas y estrena El vestido, texto con el que Amaranta Leyva ganó el Premio Nacional de Teatro para Niños 2006.

En esta obra, con títeres diseñados por Lucio Espíndola y dirigida por Lourdes Pérez Gay, la protagonista Ana (en títere y en persona con la actriz Lourdes Echevarría) no se atreve a manifestar sus deseos y sentimientos, por temor a perder minutos preciosos con su ocupada madre-artista visual y mujer separada, con una nueva relación sentimental –y se piensa que es un simple adminículo, el vestido que le regalaran de fin de año–, sin personalidad propia, hasta que aprende a decir no y a manifestar sus deseos, lo que hace que sea tomada en cuenta tanto por la madre como por el novio de ésta y la odiosa prima Brisa –que recuerda un tanto a un personaje de Mafalda– sea relegada. El vestido, sin cuerpo que lo sustente, es representado por un títere descabezado hasta que se recupera y vuelve a ser persona, acción que es muy posible que no sea comprendida por los pequeños sin explicación de los adultos que los llevaron. Como sea, el cuidado que esta compañía pone en sus escenificaciones, hace de esta última un espectáculo muy atractivo para los niños, con una escenografía diseñada por Emiliano Leyva (responsable de las proyecciones multimedia junto a Los Vieu Masters), música de Jean-François Leger y coreografía de Antonio Salinas.

En la misma línea de temas difíciles pero bien resueltos está Los sueños de Paco escrita y dirigida por Carlos Corona, en un tono muy diferente y mucho más divertido. La fértil imaginación de ese completo hombre de teatro que es Corona –a quien usted puede ver como un excelente Iago en el Otelo en cartelera– lo lleva a adentrarse en la imaginación de un niño de diez años, que suple con sueños heroicos la realidad de la separación de sus padres antecedida por disputas que Paco escucha. A cada nuevo incidente, un sueño que tiene directa relación y así lo vemos como un astronauta –cuyo vuelo a los acordes del Danubio azul es un guiño a Kubrick– que rescata a la reina, identificada con su madre (Micaela Gramajo), de manos de un villano que resulta ser su padre (José Carriedo). Es también La Trusa, enmascarado con un calzón, capaz de luchar por el bien, o un mago que corta en dos a una giganta y no la puede volver a unir tras escuchar que sus padres se van a separar.

Cuando el padre lo invita a comer con su nueva novia (Ilidia Sonia Cohuoh, también la narradora) y ésta le obsequia un pirulí, Paco imagina ser un caballero andante que, para salvar al rey representado por su padre, lucha con enormes pirulís contra la novia que es una bruja. La historia continúa, con la madre también en una nueva relación y la comprensión final de Paco de que por mucho que estén separados ambos lo quieren y pueden unirse para celebrar sus grandes momentos, gracias a ese cofre azul del que se hace mención en cada sueño y que guarda a un pequeño ser, soñada réplica del niño, asfixiado por todo lo no dicho. A una sencilla escenografía diseñada por Giselle Sardiel se sobrepone un vestuario muy imaginativo de los personajes de los sueños realizado con elementos cotidianos como esa corona del rey-papá a base de tenedores porque se está en un restaurante, o la toalla convertida en turbante de mago y muchos otros divertidos ropajes.