Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 16 de agosto de 2009 Num: 754

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Tres cuentos
JORGE DEGETAU

Envío
LYDIA STEFÁNOU

El secreto de los últimos musulmanes en España
ADRIANA CORTÉS KOLOFFON entrevista con LUCE LÓPEZ-BARALT

Casa Lamm: quince años de memoria plástica
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ

Medio siglo de El almuerzo desnudo de Burroughs
EDUARDO ESPINA

La espada de Rubén Darío
ALFREDO FRESSIA

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
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Directorio
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Enrique López Aguilar
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Sentido de los sentidos (I DE II)

De acuerdo con los ritos arcaicos de Tespias, donde se le adoraba bajo la forma de una piedra informe, en el origen ya estaba Eros, nacido al mismo tiempo que la Tierra y surgido del Caos primitivo. En otras viejas versiones del mito, se le creyó fruto del huevo original engendrado por la Noche, cuyas dos mitades, al separarse, formaron la Tierra y su cobertura, el Cielo. Fuerza fundamental del Cosmos, Eros no sólo aseguraba la continuidad de las especies, sino la cohesión interna del mismo Cosmos; sin embargo, contra la creencia de considerarlo una de las grandes divinidades, algunos mitógrafos y filósofos posteriores lo redujeron a la mera condición de “genio” intermediario entre dioses y hombres; fue el caso de Platón, quien, en el Banquete, lo hizo hijo de Poros (el Recurso) y Penía (la Pobreza), de quienes obtuvo dos características significativas: siempre a la zaga de su objeto, como la Pobreza, debía inventar los medios para conseguirlo, como el Recurso. Así, de haber sido una fuerza fundamental del mundo y un dios omnipotente surgido del Caos, esta interpretación platónica redujo a Eros a sólo un impulso perpetuamente insatisfecho e inquieto.

Lo impreciso de la genealogía erótica es indicio de la turbación que su poder sigue provocando: después de Platón, se asignaron al dios nuevos orígenes y, de la misma manera que se habló de diversas Afroditas, también se supuso la existencia de muchos Érotes: uno de ellos fue hijo de Hermes y Afrodita Urania, el cual tendría como medio hermano a Anteros (“Amor Contrario” o “Recíproco”, hijo de Ares y Afrodita), si no es que éste fuera una segunda forma del mismísimo Eros; en una tercera advocación, Eros fue hijo de Hermes y Ártemis (a su vez, hija de Zeus y Perséfone), y, con ella, el dios acabó reducido a esa apariencia de dios alado y casi púber que la poesía y las artes plásticas popularizaron posteriormente, hasta convertirlo en un niño caprichoso que dispara sus flechas sin ton ni son y es capaz de someter a su propia madre, Afrodita, a las inflamadas saetas con que hiere los corazones de dioses y humanos. Menos aterrador y telúrico que Dionisos, aunque no menos poderoso, Eros vio sometida su historia a las manipulaciones artificiosas de incontables generaciones de artistas e intelectuales que trataron de atenuar, resolver o explicar las dificultades, contradicciones y misterios que acotaban las leyendas primitivas mediante interpretaciones e interpolaciones no exentas de desesperación racionalista.

Aparte de la connotación de las actividades antes mencionadas, es imposible dejar de atribuir al dios griego la invención del erotismo, una de sus más célebres y populares aportaciones para hombres y dioses, aunque no exenta de polémica ni censura. El hecho de que Eros haya creado la actividad que lo conmemora durante el decurso de alguna de sus múltiples leyendas, autoriza a decir que, como el amor, el erotismo es una elaboración cultural sobrepuesta a dos impulsos naturales: el del sexo y el del instinto procreativo. En esa medida, el regalo del dios es semejante al de Prometeo, en tanto que fuego y erotismo humanizan al hombre y lo separan de las bestias. Me atrevería a afirmar, parodiando al conde de Buffon, que erotismo es todo aquello que no es Natura; y, apropiándome de los conceptos de Lévy–Strauss, que el erotismo está mucho más cerca de lo cocido que de lo crudo… Producto cultural y cocido, el erotismo también quedó magistralmente diferenciado respecto al instinto sexual, en el siglo xviii , mediante la pedagógica anécdota que Mme. de Saint–Ange relató a Eugènie de Mistival –personajes del Marqués de Sade–, durante el Tercer diálogo de La philosophie dans le boudoir (obra que, por cierto, propone y defiende un erotismo heterosexual, homosexual y bisexual, muy dentro del tono del Marqués):

Mme. de Saint–Ange.– […] la imaginación sólo nos sirve cuando nuestro espíritu está absolutamente liberado de los prejuicios, porque uno solo basta para enfriarla. Esta parte caprichosa de nuestro espíritu es tan libertina que nada puede contenerla; su mayor triunfo, sus más eminentes delicias, consisten en quebrar todos los frenos que se le oponen; es enemiga de la regla, idólatra del desorden […]; esto explica la respuesta de una mujer imaginativa que cogía fríamente con su marido:

–¿Por qué tanto hielo? –preguntó éste.

–Pues, en realidad –le contestó aquella singular criatura–, ocurre que lo que usted me hace es demasiado simple

(Continuará)