Opinión
Ver día anteriorMartes 11 de agosto de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Cildo Meireles en el MuAC
L

a obra conceptual del artista brasileño Cildo Meireles no es de extraordinaria complejidad y eso constituye uno de sus valores, pues resulta aprehensible y didáctica hasta para niños (no de muy corta edad), los cuales por cierto deambulan interesados y sorprendidos, en el mejor de los casos, haciendo preguntas y en otros simplemente disfrutando las secciones transitables, destinadas a experimentar sensaciones o mutaciones de contexto.

En esta circunstancia se encuentra la instalación Eureka/ Blindhotland (querría decir Eureka, ciega tierra caliente) en la que es posible penetrar, calibrar el peso de unas esferas oscuras, lanzarlas unas contra otras, un poco a la manera del boliche, y percatarse de que algunas pesan bastante, como si fueran de plomo, mientras que otras, de mayores dimensiones, tienen un peso menor.

Se analiza aquí la diferencia entre lo que uno conoce visualmente y la experiencia de tocar el objeto y sopesarlo.

Más interés provoca el trayecto que procura A través, iniciada en 1983, retomada en 1987 y retrabajada en 2007 para su instalación en la Tate Modern y en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MuAC).

El trayecto se realiza caminando con lentitud sobre un piso cubierto totalmente de cristales rotos. Hay partes que pueden franquearse con facilidad y otras no. Sin embargo, es cierto que el suelo intimida, sobre todo si uno se imagina que tendría que caminar sin zapatos o bien que el paso a una sección que lleva el signo de prohibido (un gran tache de madera) estuviera realmente vetado a la penetración, lo que acarrearía un supuesto reclamo de los guardianes del orden.

En ese sitio me topé con mi colega Luis Rius Caso, acompañado de la escultora Aurora Noreña.

En nuestro respectivo fuero interno sabíamos que en ese espacio no era factible prodigar saludos ni intercambiar impresiones, circunstancias reservadas a un suelo normal. Curiosamente ambos sonreímos con cierta timidez, como si un poco avergonzados nos confrontáramos regresando a una fase infantil de experimentación.

En la torre de Babel ideada por Cildo, el efecto está logrado mediante un sinfín de aparatos de radio, todos sincronizados en distinta frecuencia y casi todos de diferentes épocas.

Se dice en la hoja informativa que los hay a partir de 1920 hasta la actualidad, lo cual es un error del que sólo se percatan quienes conocen medianamente la historia de la radio (yo soy hija de un pionero radiodifusor).

Es cierto que la primera transmisión radiofónica tuvo lugar en 1920, pero sólo unas 20 unidades de la ciudad donde se efectuó pudieron recibirla.

Los radios domésticos por mucho tiempo fueron muy grandes –tuve oportunidad de conocer varios– y además de su función emisora solían ser  muebles muy hermosos, estilo art decó. Así que los aparatos integrados a esta torre no son de tan antigua data. Tampoco sería necesario: el efecto Babel es contundente.

Mi objeción va respecto de la inexactitud de la información proporcionada, mas de ninguna manera en la pieza, que tuvo su origen en la recopilación de material radiofónico viejo, o no tanto, obtenido en Canal St., New York, calle de Soho, donde se abastecen los artistas de varias disciplinas.

Volátil es una instalación que admite a la vez ocho personas. Es percibida como una alberca centrífuga de talco. No ingresé en ella (la fila para hacerlo y el tiempo disponible lo impidieron), pero me percaté de que el pintor Alberto Castro Leñero sí lo hizo, por lo que me limité a inquirirle sobre sus impresiones.

Según la información en cedulario, allí se experimenta la insignificancia del ser. Alberto, por cierto, no la experimentó, quizá porque es muy alto, pero sí otras cosas.

También tuve la oportunidad de saludar al escultor Emilio García Plasencia, cosa que demuestra que los artistas se encuentran calibrando la exposición y quizá recibiendo insights.

Cildo debe sentirse halagado también respecto a sus colegas mexicanos.

La instalación Fontes es quizá la más espectacular, pues está integrada con cintas métricas de carpintero, relojes que hacen tic tac y centenas de números de vinil esparcidos por el suelo. Es un laberinto destinado a expresar mediciones de espacio-tiempo. El trayecto en espiral llega a producir sensación de claustrofobia y de confusión, pues  sobreviene vivencia parecida a la que ilustra la película de Buñuel El ángel exterminador; es decir, la obra genera un conjuro en quienes interactúan en ella. ¿Dónde está la salida?, ¿cómo me liberaré de este espacio interminable? La alusión es cósmica.

La precisión y, aquí sí, complicación suma en el montaje, implican contundente logro.   La muestra de Meireles, en el MuAC, concluirá en enero.