Opinión
Ver día anteriorDomingo 9 de agosto de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Una crisis que descalifica una política
N

o dejan de aparecer discursos optimistas para México sobre la crisis. Pero los hechos no sólo son tercos, sino que señalan el verdadero camino. Empecemos por China, sobre la que han surgido comentarios. Dado que no todas las versiones coinciden, preferí consultar fuentes variadas y, en lo posible, oficiales.

El producto nacional bruto (PNB) de China nunca dejó de crecer. Pero una economía que durante un buen tiempo crecía por arriba del 10 por ciento anual, en el primer trimestre de este año creció sólo 6.1 por ciento. En el segundo trimestre ya creció 7.9 por ciento. O sea, que crece más rápido y, por lo mismo, hay un principio de recuperación, aunque no se pueda saber todavía cuánto va a tardarse en llegar a los niveles anteriores.

Creo que es muy importante la forma como el ritmo de crecimiento se repartió, en lo regional, en China. De las 31 provincias, regiones autónomas y municipalidades, 13 tuvieron un crecimiento del PNB de más de 10 por ciento, en relación con el mismo periodo del año anterior. Y 19 rebasaron el 8 por ciento.

La municipalidad norteña de Tianjin y la región autónoma de Mongolia Interior (está hasta el fondo, colindando con Mongolia, el país) tuvieron el mayor crecimiento en este segundo trimestre, 16 por ciento. En cambio, Shanghai, donde están la Bolsa de Valores, bancos y el eje del trato económico con el exterior, sólo creció 5.6 por ciento. ¿Por qué?

Recordemos que la crisis en China se inició porque las exportaciones se desplomaron. Los países en crisis, empezando por Estados Unidos, redujeron mucho sus compras, incluso a sus propias empresas en China. La franja costera, que en otros momentos era la de mayor crecimiento, tuvo la mayor baja en el empleo, y parte de la población regresó a sus lugares de origen en el interior.

La recuperación se basa ante todo en la producción y el mercado internos. Los nuevos ferrocarriles y otras grandes obras no sólo daban empleo directamente sino que, por ejemplo, las nuevas vías férreas y los renovados trenes daban empleo a la industria siderúrgica y a las que la alimentan. Así, los lugares menos dependientes del comercio exterior tuvieron las mejores condiciones y, al contrario, la capital económica de China y de sus relaciones, Shanghai, fue la de crecimiento más lento.

Es muy importante tomar en cuenta esta experiencia, porque aquí los principales funcionarios esperan que sea la recuperación en Estados Unidos la que nos rescate, o sea que nos devuelva parte del mercado externo perdido. La relativa mejora del PNB del país vecino se tomó como el principio de la recuperación mexicana.

En Estados Unidos el PNB en el primer trimestre de 2009 bajó 6.4 por ciento (antes se había anunciado 5.5 por ciento). Ya en el segundo trimestre, fuentes oficiales estiman una baja, pero sólo de uno por ciento. Aunque Barack Obama dice que falta un buen tiempo para la recuperación, pero que ya están en camino hacia ella.

¿Y México? Mucho peor. No sólo están las afirmaciones de organismos internacionales en el sentido de que nuestro país es el que tiene la peor situación económica de América Latina. Están las cifras de fuentes oficiales, y por ningún lado se ve una medio mejora como en Estados Unidos. En el primer trimestre, ya está incluso registrado en el Inegi que nuestro producto interno bruto (PIB) bajó 8.2 por ciento. La Secretaría de Hacienda, en su comunicado de prensa 041-2009, del 31 de julio, dice que se estima que durante el segundo trimestre de 2009 el valor real del PIB haya caído a una tasa anual cercana a 10.4 por ciento.

Estamos bajando más rápido que el 8.2 por ciento del primer trimestre. No sólo la caída es mayor que la de otros, sino que va más rápido que antes. Y lo peor es el camino, que en China se demuestra que es ante todo estimular la producción y el mercado interno. La política económica oficial ya fracasó. Lo único que se les ocurre a las autoridades es pegarle a ese mercado interno: aumentar impuestos, elevar las tarifas eléctricas y los precios de otros bienes y servicios básicos, etcétera. Claro, otra cosa es que los afectados se dejen, o se sigan dejando.

Ante esta realidad tan cruda y tan irrefutable, ¿cuántos discursos más van a necesitar para convencer a la gente de que ya vamos de salida y que las cosas están a todo dar?