Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 26 de julio de 2009 Num: 751

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El lenguaje erótico y lo humano
JUAN MANUEL GARCÍA

La igualdad de los muertos
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ entrevista con JUAN GOYTISOLO

Ricardo Garibay: cómo se escribe la vida
RICARDO VENEGAS

Buscar la aventura
J. M. G LE CLÉZIO

50 aniversario del movimiento ferrocarrilero
AGUSTÍN ESCOBAR LEDESMA

Haruki Murakami: el adolescente que fuimos
JORGE GUDIÑO

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Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

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Al Vuelo
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Javier Sicilia

Lo apofático

Lo apofático viene de la palabra griega apofasko (negar). Se refiere a la teología apofática o negativa que, a diferencia de la llamada teología positiva, afirma a Dios por negación: “Todo lo que puedas decir sobre Dios –dice esta manera de abordar al Trascendente– no es Dios.” “El más allá de todo”, como lo llama en una hermosa oración Gregorio de Nicea, uno de los Padres Capadocios que en el siglo iv llevaron esa teología a uno de sus momentos más esplendentes, no puede ser contenido ni dicho por nadie ni nada. Aunque, lo cito in extenso , “todo lo que se dice sale de ti”, aunque “todos los seres te celebran”, aunque “el deseo universal, el gemido de todo se dirige hacia ti”, aunque “todo lo que permanece, sólo en ti permanece”, aunque “Tú eres el único. Tú eres cada uno./ Tú eres ninguno. Tú no eres un solo ser ni la suma de todos los seres [y] tienes todos los nombres”, “ninguna palabra te logra expresar”, “ninguna inteligencia concebir”.

Todo el decir de la mejor tradición mística –pienso, por ejemplo, en la enseñanza franciscana, en San Juan de la Cruz, que revela a Dios donde una teología positiva vería sólo escándalo: en la experiencia erótica; en el maestro Eckhart, que lo hace a través de extrañas, sorprendentes y, a veces, escandalosas paradojas o, para hablar de alguien más reciente, Iván Illich, que en su labor de historiador nos permite mirarlo como puro y simple sentido común –dice en su negación más de Dios que todas las afirmaciones y definiciones que se han hecho sobre él y que, a veces, para nuestra desgracia, nos han llevado a cometer las peores abominaciones.

Lo que, sin embargo inquieta como inquietan las grandes paradojas, es que la negación misma de Dios pueda ser su más exquisita afirmación.


San Juan de la Cruz

La razón, me parece, habría que encontrarla, para Occidente, en las reflexiones que otra gran mística contemporánea, Simone Weil, hizo sobre la Creación. “¿Qué es este mundo –resume su pensamiento Compte-Sponville– sino la ausencia de Dios, su retiro, su distancia (que llamamos espacio), su espera (que llamamos tiempo), su huella (que llamamos belleza)? Dios sólo pudo crear el mundo retirándose (de no ser así sólo habría Dios”, es decir, manteniendo su presencia bajo la forma de la ausencia, del secreto, del retiro (de lo contrario sólo habría Dios). Dios es la presencia ausente, que sólo se hace presente en su ausencia y sólo puede decirse y mirarse allí donde no está. Es, diría Weil, la condición del amor que en la encarnación adquiere su revelación más profunda. Un amor que no es un plus de ser o de poder, sino de disminución, de negación, de debilidad, de renuncia. Dios es así, lo que parece no ser él, lo que, diría Heidegger, “se revela al ocultarse”.

La tradición apofática del cristianismo, al hablar de lo que es débil, pobre, pequeño, es decir, al hablar de la condición misma de la criaturalidad –de esas huellas, dice Simona Weil, que son como las que deja en la arena, durante la resaca, un caminante desaparecido, único testimonio de su presencia y desaparición–, al “más allá de todo”, al que está en el Cielo y del que en la tierra hablan sin definirlo.

Por eso la Iglesia institucional comete una gran falta contra el Evangelio cuando al querer revelar a Dios quiere afirmarlo, como el hombre busca siempre afirmarse, por expansión, por poder, por fuerza, por presión y definición. Si Dios es todopoderoso lo es porque habita en la debilidad del amor y no en la potencia que se despliega; allí, precisamente donde, como lo muestra Cristo hecho pecado y maldición en la cruz, nadie podría verlo. Alain lo recuerda, señalando con ello lo más puro de la tradición apofática: “Si se me habla todavía de un dios todopoderoso respondo: es un dios pagano, ya superado. El nuevo dios es débil, crucificado, humillado […] No digas que el espíritu triunfará, que tendrá poder y victoria, celadores y cárceles y, en fin, la corona de oro. No… tendrá la corona de espinas.”

El apofatismo, podría decirse con Weil, es un ateísmo purificador y purificado de religión, es la afirmación de Dios y de su presencia a través de su más pura y exquisita negación.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco- cm del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco y de la appo , y hacer que Ulises Ruiz salga de Oaxaca.