Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 28 de junio de 2009 Num: 747

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Las piedras preciosas de Juan Marsé
CRISTIAN JARA

Onetti cuentista: el cuerpo como espejo
ROSALÍA CHAVELAS

La Santa María de Onetti
ADRIANA DEL MORAL

La última invención de Onetti
ANTONIO VALLE

Onetti y su estirpe de narradores
GUSTAVO OGARRIO

Adolfo Mexiac: la consigna del arte
RICARDO VENEGAS

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Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


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Manuel Stephens

Dance Tech (I DE II)

El 5 de noviembre de 1892 se da un acontecimiento que, según la crítica Mindy Aloff, por su impacto y carácter legendario es equiparable con el éxito de los Ballets Russes de Sergei Diaghilev (de cuya primera temporada en el Théâtre du Châtelet se cumplen cien años ) y el debut parisino de Joséphine Baker a la mitad de la loca década de 1920: se trata de la presentación por vez primera de Loie Fuller en el Folies Berg èr. La Loie cimbra la escena del vaudeville y es precursora, junto con Maud Allan, de la danza moderna que se corporizará simultáneamente en la figura de Isadora Duncan.

Fuller había sido una actriz de poco renombre hasta que en una función decide improvisar –hay varias versiones del incidente– usando un vestido hecho con metros y metros de seda; ella repara en los fantásticos efectos que pueden lograrse con el movimiento del cuerpo en contacto con la tela y, especialmente, con el uso de la luz y el color sobre ambos. A los treinta años –edad considerable en el fin de siècle–, Fuller irrumpe triunfalmente en los caminos de la danza espectáculo. De acuerdo con el investigador Alberto Dallal, “[Fuller] combina profundamente las dos raíces que dan origen a la danza moderna: una libre actitud técnico-estética respecto a los cánones impuestos durante varios siglos por el ballet clásico y la correcta incorporación de los elementos teatrales (escénicos, de organización, efectos imaginativos, etcétera) y populares de la época”.

La “diosa de la luz” no se consideraba a sí misma específicamente una bailarina y, según estudiosos, junto a ella Isadora sería ¡una académica! Fuller componía imágenes en movimiento acompañadas de música; debido a los diseños de vestuario, en sus obras el cuerpo intermitentemente desaparecía y se transformaba en formas no humanas –serpentinas, pavorreales, flores, nubes, agua– bajo luces de colores y proyecciones de linterna mágica (recursos escénicos de los que incluso obtuvo el copyright ).

El de Fuller es uno de los ejemplos más interesantes de la relación entre danza y “nuevas tecnologías”, recordemos que en su época apenas se está implementando el uso de la luz eléctrica; ella tenía a su servicio un amplio grupo de electricistas y es posible imaginar el asombro que los efectos visuales producían en el público. El interés de la performer por los avances técnicos y científicos aplicados a la escena se hace patente en el episodio que cuenta que al enterarse del descubrimiento del radio y su luminiscencia, Fuller pidió al matrimonio Curie que le enseñaran a usar el elemento con fines teatrales. Los científicos respondieron explicándole la extrema peligrosidad del radio y lo exorbitante que resultarían los costos. Como agradecimiento, Fuller les pidió bailar para ellos en su propia casa, donde reprodujo, tras un intenso día de trabajo, el tinglado con que actuaba en el Follies Berg èr.

Pero, La Loie , no se detuvo ante la negativa, construyó un laboratorio para experimentar con sales fosforescentes, con las cuales pretendía decorar los vestuarios. Lamentablemente, uno de los experimentos hizo estallar el laboratorio. Cuando ella y sus asistentes volvieron en sí –prácticamente ilesos, aunque las consecuencias podrían haber sido fatales–, se dieron cuenta de que todos habían perdido cejas y pestañas, y sus ropas estaban dañadas, además “el vestido fosforescente se había convertido en humo”.


Loie Fuller

Dentro del vaudeville, como apunta Dallal, “Ángel, mariposa, flor en movimiento, camafeo volátil, luz exótica, desintegradora del ‘espeso espacio', ‘La Loie' hizo de las suyas con ingredientes que antes que ella ningún ser humano se había atrevido a combinar dentro de un escenario”. Loie Fuller logró transformar los usos de la luz y sorprender con su arte a espectadores de numerosos países (en México dio cinco funciones en el Teatro Nacional en 1897). Sus obras son pioneras y muestran la posibilidad de construir otros léxicos.

La relación entre danza y tecnología no es nada nuevo. Aun yendo más atrás en el tiempo, podemos escuchar este diálogo que busca dotar de mayor expresividad a los artistas. En la actualidad, uno de los grandes riesgos es que los abundantes y accesibles recursos de video y computacionales se impongan en el discurso escénico y terminen por ser vacíos protagonistas.

Desde mediados del siglo xx , Merce Cunningham, quien cumplió noventa años en abril pasado, es el coreógrafo que mejor representa la interacción equilibrada entre el cuerpo y los avances tecnológicos.

(Continuará)