Opinión
Ver día anteriorMiércoles 10 de junio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Plan Geithner se parece al Fobaproa
E

l presidente Obama lanzó en marzo pasado un plan de rescate para los bancos estadunidenses con el objeto de destrabar el flujo de crédito. El nombre oficial del nuevo plan es muy largo. Es mejor llamarlo Plan Geithner. Honor a quien honor merece.

El Plan Geithner comenzará a operar este mes. De su éxito o fracaso depende la recuperación de la economía, por eso es importante entender cómo funciona. El problema es el siguiente: los bancos más grandes están cargados de activos que valen mucho menos que su valor nominal. Estos bancos saben que no pueden vender esos activos a los precios de mercado porque caerían en bancarrota.

El valor de mercado de esos activos es incierto por los impactos de la crisis en la economía real: el desempleo ha aumentado, cada día hay más hipotecas en cartera vencida, y hasta es difícil obtener los documentos de las garantías de estos activos (sobre todo en el caso de derivados). Realmente son activos tóxicos.

El Plan Geithner propone adquirir la cartera de activos contaminados a un valor suficiente para que los bancos no caigan en la insolvencia y puedan recapitalizarse cuando regresen los buenos tiempos. Pero para evitar que el gobierno acabe pagando demasiado por activos chatarra o tóxicos, el plan atrae con incentivos a inversionistas privados supuestamente mejor preparados que los burócratas para desentrañar el valor real de los activos tóxicos.

El plan permite integrar asociaciones entre sectores privado y público para comprar esos activos y funciona como sigue. Primero se crea una asociación pública-privada en la que, por cada dólar que contribuye el inversionista privado, el Tesoro aporta uno más. Segundo, los inversionistas privados participan en un sistema de subastas para poder descubrir el precio de los activos tóxicos que desean comprar. Tercero, la Reserva Federal (Fed) otorga un préstamo (de muy bajo costo) para cubrir hasta 85 por ciento del valor de la cartera de activos (tóxicos) que la entidad especial desea comprar.

Un ejemplo permite aclarar lo anterior y, de paso, revela los incentivos perversos que contiene. Supongamos una entidad especial en la que el inversionista privado aporta un dólar y el Tesoro otro tanto. Supongamos que esa entidad desea comprar activos tóxicos con un valor de mercado de seis dólares, la Fed otorga un préstamo de cuatro para costear la operación.

Ahora hay un banco que vendió sus activos tóxicos en lo que quería y no está en bancarrota. ¿Qué pasa con la entidad especial? Supongamos que el valor de los activos tóxicos que adquirió alcanza los ocho dólares, la Fed recupera el préstamo y el remanente se divide entre el Tesoro y el inversionista privado. En ese caso este último recibiría dos dólares, lo que representa un excelente rendimiento de 100 por ciento para su inversión inicial. Pero si resulta que los activos comprados valen un dólar en el mercado, la Reserva Federal sólo recuperaría 25 por ciento del préstamo, perdiendo tres dólares, mientras el inversionista privado y el Tesoro perderían un dólar cada uno. Las pérdidas con dinero del fisco son 400 por ciento superiores a las del inversionista privado.

A pesar de lo anterior, los inversionistas privados no parecen sentirse particularmente atraídos por el Plan Geithner. Pero hay una excepción. ¿Qué pasa si el inversionista privado es al mismo tiempo el vendedor de los activos tóxicos? En ese caso se beneficiaría enormemente de la asociación con el Tesoro y del préstamo de la Fed para comprarse a sí mismo los activos tóxicos. De hecho, en las subastas presionará para que los activos se vendan al precio más alto posible porque va a comprar sus propios activos tóxicos ¡con dinero ajeno!

Aquí está quizás la clave del plan: los bancos tienen todos los incentivos para participar en estas entidades especiales simultáneamente como compradores y vendedores de esos activos tóxicos. No hay nada que les impida hacerlo a través de un fondo o una casa de inversiones, etcétera. Los grandes bancos incluso podrían realizar compras cruzadas de los activos tóxicos que tienen en sus libros. Aquí de lo que se trata es dejarle el paquete al fisco y eso del descubrimiento de precios no es más que para las relaciones públicas.

El Plan Geithner podrá o no evitar la quiebra de los grandes bancos. Pero su costo fiscal será desproporcionado y rompe la regla de oro de los rescates bancarios: los primeros en salir parchados deben ser los accionistas y la gerencia. Con Geithner son los primeros en beneficiarse. No se parece a los cambios que prometió Obama. De hecho, se parece más al Fobaproa. Sólo que en 1995-96, el gobierno y el Banco de México, en violación de la legislación bancaria y mercantil federal, permitieron la compra de la cartera vencida (tóxica) a su valor nominal. El descubrimiento de precios se hizo en las salas del banco central, donde el fideicomiso Fobaproa fue convertido secretamente en el jugoso negocio de los amigos de los amigos. Eso lo seguirán pagando nuestros nietos.