Opinión
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Tiempo de Blues

Partió la Reina del blues: Koko Taylor

L

a única manera de sobrevivir el blues, es dando todo lo que tienes, cada noche, en cada canción. K.T.

Primera llamada

El encuentro se preparó como si hubiera sido una casualidad; podría haber dicho: es que pasaba por aquí… pero lo cierto es que de repente se apareció en la casa de Willie Dixon. Acabábamos de devorar una rica carne preparada por él; esto sucedió en 1979. Hace exactamente 30 años, conocí en persona a Cocoa Walton, mejor conocida como Koko Taylor (1928-2009).

Continúo con esa anécdota, que tuvo lugar en Chicago durante el viaje que realizamos Gastón Martínez y el que teclea para contratar a los artistas que habrían de acudir al segundo Festival de Blues en México.

Un hijo de Willie estaba sentado ya ante el piano, Billy Branch había sacado su armónica y, en segundos, Gastón y yo teníamos en vivo y a todo color (bueno, en blanco y negro) The Sound and the Fury, en voz de Koko Taylor. Todo era tan insólito que Gastón se me acercó y me dijo al oído: ¿Te pellizco?

La primera pieza que nos cantó Koko fue nada menos que Wang Dang Doodle, su gran éxito, con la que vendió más de un millón de copias; y dije nos cantó, pues audicionó para formar parte del elenco del segundo Festival de Blues. Todo había sido calculado fríamente por su principal promotor y maestro, el mismísimo Willie Dixon.

El elenco de ese festival fue memorable: Muddy Waters, Willie Dixon, Son Seals, Blind John Davis y Koko Taylor; digamos, un verdadero trabuco. Con ellos venían los jóvenes que hoy son la estafeta: Jerry Portnoy, Bob Margolin, Willie Smith, John Primer, Billy Branch y Freddie Dixon; asimismo, maestros como Pinetop Perkins y Lafayette Leake.

Los que ahí estuvimos nunca olvidaremos el cierre de ese segudno festival: todos, en escena, en una grandiosa jam session, interpretaron Sweet Home Chicago; el Auditorio Nacional se caía, y nunca tantos habían coreado el blues de esa manera, al menos en esta ciudad. La voz que sobresalía por encima de todos era la de Koko, con esa profundidad que la distinguió de entre todas las demás.

Segunda llamada

La última vez que vi a la Reina del Blues fue en 2008, durante el Chicago Blues Festival, admirada y reconocida por su público, ganadora de todos los premios que una cantante de blues puede recibir; incluso el alcalde de Chicago declaró en 1993 el Día de Koko Taylor.

Su historia, una copia al carbón –no es metáfora– de casi todas las cantantes de blues. En ella se destila el color primigenio de Mamie Smith o de Memphis Minnie, y agregaría de Bessie Smith y de Big Mama Thornton.

De hecho, en su versión de Mannish Boy, de Muddy Waters, o la de Bo Didley, I’m a Man, Koko canta I’m a Woman, y reafirma su género en ese mundo dominado por hombres, en un ambiente machista; Koko se impone en la tradición de los shouters de los campos de algodón, donde, por cierto, trabajó de niña en la pizca, allá, cerca de Memphis, Tennessee.

De familia numerosa, pero, eso sí, muy pobres, Cora Walton era la menor de siete hermanos; cantó gospel en el coro de la iglesia y con sus hermanos construía sus instrumentos, con alambres y cajas de puros, para cantar blues. A los cuatro años la pequeña Cocoa perdió a su madre.

Sobra decir las condiciones de vida tan duras de esta pequeña huérfana. En 1953 emigró a Chicago con quien sería su compañero da casi toda su vida: Pops Taylor. Su equipaje: lo que llevaba puesto, y su fortuna: 35 centavos y una caja de galletas Ritz. Se ganó la vida en empleos domésticos, y de vez en cuando se subía a los escenarios.

Tercera llamada

Siempre he dicho que las casualidades no existen, que éstas se hicieron para que sucedieran, y en el caso de Koko Taylor ya estaba marcado que un buen día se encontraría con Willie Dixon, y así fue.

Grababa un disco para el sello de Victoria Spivey (del mismo nombre); la acompañaban Homesick James, Evans Spencer y…Willie Dixon. Éste, impresionado por la potencia de su voz, la llevó a grabar al sello Chess, paradigma del blues de Chicago.

En 1965 grabó para Chess; la acompañaron Lafayette Leake al piano, Walter Horton en la armónica, Robert Nighthawk y Matt Murphy en las guitarras y, por supuesto, Dixon en el contrabajo. Fueron varias piezas, entre otras Wang Dang Doodle, gran éxito que sacó a Chess Records del hoyo financiero en que se encontraba.

Se vendieron más de un millón de copias, y la pequeña Cocoa se convirtió en la Reina del Blues. Cuando el sello Chess se vendió, Bruce Iglauer, fundador de Alligator Records, le extendió un contrato que duró hasta sus últimos días.

Esa pieza tuvo en México dos momentos importantes: en la Sala Nezahualcóyotl (1978) y en el Auditorio Nacional (1979), cuando fue coreada por más de seis mil voces: “aaall night long”, respondían a la Koko.

En la fecha de nacimiento siempre nos mintió a todos. La mayoría de los libros o artículos dedicados a Koko daban el año de 1935, otros el 38, hasta la hora de su muerte supimos que la fecha es el 28 de septiembre de ¡1928!

Razón de más para sorprendernos; en 1988 Koko y su marido sufrieron un grave accidente en la carretera, del cual salió con varias fracturas; ella –una vez más– la libró, pero Pops Taylor murió al año siguiente a causa de complicaciones por las heridas.

El último disco que produjeron Koko y Alligator, se titula, de manera símbolica, Old School, ya que en el fondo carga con la añoranza de los tiempos idos, y que nunca más volverán.

Koko recordaba muy bien que en sus inicios, en los bares del South Side de Chicago, tenía que cantar soul o rock, incluso llenar con música pop para mantener la atención de una audiencia mayoritariamente negra; en cambio ella prefería los festivales, conciertos y audiencias estudiantiles que le permitían cantar blues.

Koko recibió todos los premios que una cantante de blues puede recibir, 25 Blues Music Awards (nadie, hombre ni mujer, ha recibido tantos), un Grammy y seis nominaciones; viajó alrededor del mundo, triunfó como mujer en ese ambiente dominado por hombres y nos dejó su gran legado: llegar adonde quiso, caminando por esos senderos del blues, llevando el coraje femenino al lado de esa fuerza que le otorgaba su pasión por el blues.

Considero que se fue la última de esa cepa sureña. Koko nunca dejó de trabajar y en estas fechas se iba a presentar, nuevamente, en el Festival de Getxo, allá en la Costa Vasca; sus deudas con el fisco la obligaban a seguir en el escenario.

En estos asuntos de la nobleza blusera alguien dijo: Hay muchos reyes, pero sólo una reina: Koko Taylor.

Seguramente la pequeña Cocoa ahora está corriendo entre esos campos de algodón, devorando todos los chocolates del mundo. Finalmente, entró a esa dimensión en donde no están muertos, tan sólo no están vivos.