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Ver día anteriorSábado 6 de junio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El Foro

Los herederos

E

l espléndido documental Los herederos, primer trabajo en largometraje del realizador mexicano Eugenio Polgovsky, es fruto de una paciente incursión en el campo mexicano, con el interés básico de describir las condiciones del trabajo infantil. Rodado con cámara digital a lo largo de tres años en diversos estados del país (Guerrero y Oaxaca, primordialmente, pero también Veracruz, Nayarit, Sinaloa y Puebla), el filme prescinde de diálogos y narración en off. Es simplemente una reunión de imágenes de las faenas agrícolas y artesanales en que participan personas de todas las edades, desde pequeños de cinco años hasta ancianas de 90. La captura del material es ágil, en buena medida debido a la ligereza de la cámara, pero sobre todo a un trabajo de edición sobresaliente.

Polgovsky dirige, escribe y edita, todo con un gusto evidente por el detalle y por la fragmentación de cuerpos y rostros. Aquí, una toma de pies infantiles durante la larga marcha por el campo; allá el rostro de una niña mirando fijamente a la cámara en una pausa en la recolección de pepinos, jitomates o chiles serranos; más adelante, la protesta sorda de un niño frente a la báscula que calcula erróneamente el trabajo jornalero, o también el paso lento de una anciana, cuyo brazo desnudo parece confundirse con las nudosidades de un árbol. Todo inicia con una canción de cuna en náhuatl, y luego de la imagen lírica se suceden, sin descanso, las múltiples variedades de la faena agrícola, la fabricación de ladrillos de adobe, la labor de las hilanderas o el fino tallado que hace un niño de la madera, y que culminará en la fantasiosa elaboración de alebrijes.

Los herederos son, según el director de la cinta, aquellos niños que han recibido el legado de la pobreza rural. Sonrientes y trabajadores, a veces con las huellas de la desnutrición en el rostro, asumen muy tempranamente las responsabilidades de los adultos, cultivan la tierra, monitorean las cosechas, arrean a las bestias, las acarician, mantienen con ellas la misma comunicación inmediata y natural que con los ciclos de la tierra, esa sabiduría del campo transmitida de una generación a otra. Y lo que en otras manos podría derivar en un documental verboso y oficialista, o bien lastrado por el sentimentalismo y el patrocinio moral, en el caso de Polgovsky se vuelve un registro respetuoso del trabajo infantil, filmado sin alardes técnicos y sin grandilocuencias sonoras. Un trabajo silencioso y sobrio que en lugar de comentarios ofrece llanamente un paciente tejido de miradas.

El director retoma la estafeta del mejor cine rural mexicano, esa mirada vigorosa del documentalista Nicolás Echevarría (Poetas campesinos, 1980), y se aventura, en formato digital, a una arriesgada exploración de imágenes y sonidos relacionados con las edades del hombre y de la tierra. Una banda mixe entona Dios nunca muere, sin melancolía ni tristeza, antes bien, como un tránsito natural de la faena estacional a la fiesta del pueblo. Una celebración rural muy de espaldas a la desesperanza. La cinta ha recibido múltiples distinciones internacionales, entre ellas una muy significativa, el premio Joris Ivens en el festival francés Cinémas du réel.

Se exhibe hoy en la Cineteca Nacional, a las a las 12, 16, 18:15 y 20:30 horas, y mañana a las 13, 16:30, 18:45 y 21 horas.