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Abrirán magna exposición de la artista en el Museo del Palacio de Bellas Artes

Buscan que los jóvenes descubran el arte de Tamara de Lempicka

Por primera vez se mostrarán en México obras donde plasmó su compromiso social, adelanta Roxana Velázquez, directora del recinto

Mostrarán todas las facetas de la notable pintora

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Montaje de las obras de Tamara de Lempicka (1898-1980) en una de las salas del recinto de avenida Juárez, esquina Eje CentralFoto Marco Peláez
 
Periódico La Jornada
Martes 2 de junio de 2009, p. 4

Una sorprendente modernidad y profunda vocación social, feminista y espiritual arropan a una Tamara de Lempicka (1898-1980) que el público conocerá a través de la magna exposición dedicada a la pintora que el Museo del Palacio de Bellas Artes inaugurará este jueves 4 de junio.

Se trata de una muestra pensada para romper esquemas. El primero es el cliché que ubica a la artista sólo en círculos aristócratas o folletines de modas y el que la limita a una retratista cuya obra es opacada por la leyenda en torno a su vida.

Naturalezas muertas y cuadros religiosos, así como una de las últimos obras que pintó en el país (Susana en el baño), entre otras obras exhibidas por vez primera en América Latina, descubrirán a propios y extraños a una mujer que, si bien tuvo una vida sinuosa y cambiante, legó una obra de gran seriedad, comprometida con el arte.

Demasiadas irrupciones sociales

En Tamara de Lempicka la biografía no se puede separar de su parte creativa, pues refleja todo lo que le tocó vivir: demasiadas irrupciones sociales y cambios de pensamiento, explica en entrevista con La Jornada Roxana Velázquez, directora del Museo del Palacio de Bellas Artes.

La funcionaria lamenta que en México nunca se haya presentado una exposición de Tamara, no obstante que vivió sus últimos días en el país: el 20 de marzo de 1980 murió en Cuernavaca, donde residía. Sabemos que en 1989, en el Museo Nacional de Arte, se exhibieron sólo un par de noches dos de sus obras; una revista dio cuenta de este dato.

La pintora dejó instrucciones para que sus cenizas se esparcieran en el cráter del volcán Popocatépetl, cuya silueta tanto le gustaba, pues decía que era la perfección. Su deseo lo llevaron a cabo su hija Kizette y su amigo el escultor Víctor Manuel Contreras, quienes con ese propósito alquilaron un helicóptero.

La exposición dedicada a De Lempicka abre con un núcleo titulado Descubrimiento y olvido, para recordar la longevidad de la artista. Vivió 82 años, se casó muy joven y le tocó estar en el periodo de entreguerras, la revolución bolchevique de 1917, huir a Copenhague, a París, luego la Segunda Guerra Mundial, detalla Velázquez.

Agrega que luego “de haber nacido en una familia heredera del zarismo, rica, y una gran boda en San Petersburgo, Tamara de pronto tuvo que salir huyendo de su país para vivir en un microestudio en París y aprender a pintar para subsistir.

“Tiene un éxito impresionante durante los primeros años de su carrera de pintora; es la década de los 20 a los 30, vende muy bien, tiene una clientela acomodada. Emigra a Nueva York, es portada de revistas como Vogue, Vanity Fair, se convierte, además de artista, en un personaje. Ella misma actúa como una estrella.

“En múltiples ocasiones se le ha llamado frívola y dice en sus escritos que para los aristócratas era una suerte de hippie –aunque en la época esa palabra no se utiliza– por ser alocada, por tener una vida distinta. Sin embargo, para los pintores era una aristócrata. Ella sentía que no estaba situada en ninguno de los dos lados.

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Tamara en vestido de noche, ca. 1929, plata sobre gelatina de Dora Philippine Kallmus (1881-1963), perteneciente a la Colección Alain y Michéle Blondel
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Kizette de rosa, ca. 1926, óleo de Tamara de Lempicka en el que plasmó a su hija. El cuadro pertenece al Museo de Bellas Artes de Nantes, Francia

“Pero es una mujer coherente, de una inteligencia suprema, que actúa según sus creencias. Si bien decide retratar el glamur de ‘los años locos’ de entreguerras, el decó, los cabarets, las ansias de vivir, todo lo que ve en París, también tiene un momento de reflexión, de crisis.

Ya para la Segunda Guerra Mundial, sumida en una grave depresión, se recluye, viaja a Suiza, entra a un convento y empieza a hacer obras que rompen el esquema de eso que llaman frivolidad. No están ya los guantes de seda, los satines, las perlas, el exceso de maquillaje a lo Greta Garbo. Hay autocrítica, el cambio en su pintura es radical.

Impecable técnica

Roxana Velázquez afirma que es la primera vez que en México se conocerán esas piezas, donde está plasmado el compromiso social de la pintora derivado, por ejemplo, de la ayuda que brindó a los emigrados polacos.

Entre esos cuadros destacan El viejo de la mandolina y La madre con el hijo, donde retrata la pobreza.

“Son de las piezas menos reproducidas en los libros y, sin embargo, no son obras de vejez, son de la mitad de su vida.

“A la par de estos cuadros de temas sociales pinta cuestiones religiosas, como La madre superiora, el cual, técnicamente es impecable; se observa la transparencia de una lágrima, la tristeza en el rostro. Muchos no van a creer que lo hizo una pintora que viene de la supuesta alegría y locura de vivir de los años locos.”

Acervo deslumbrante

La exposición en el Museo del Palacio de Bellas Artes dedicada a Tamara de Lempicka mostrará todas la facetas de la artista con el propósito de que la descubra el gran público, pero, sobre todo, los jóvenes, “a quienes les parecerá muy atractiva visualmente, porque permite reflexionar acerca de muchos cambios sociales: crisis, pobreza, guerra, emigración, abandono.

“En la muestra hay naturalezas muertas que ni siquiera están en las páginas de Internet. Son obras con una técnica tan perfecta, que a partir de ella se puede hablar de los barrocos del siglo XVII, por su terminado.

“Tamara es una gran clásica que cree en el dibujo, en la pintura lisa, en el terminado, en los brillos de las telas a pesar de que comulga con la modernidad y la vanguardia. Y afirmaba: ‘no retrato aristócratas o personas ricas, sino al ser humano que me hace vibrar’. Muchas de sus modelos eran prostitutas, policías, personas que encuentra en el bosque de Bologña.”

La curaduría estuvo a cargo de Alain Blondel, galerista francés que en los años 70 rescata a Tamara. Él pone la obra de la artista a los ojos del público estadunidense, europeo y japonés con tal ímpetu, que personas como las cantantes Madonna y Barbra Streisand o el actor Jack Nicholson (quien prestó para esta muestra tres de las mejores pinturas) se vuelven coleccionistas de ella.

Blondel vendrá a México para hablar en detalle acerca de la obra deslumbrante, por el manejo del espacio, los escorzos casi manieristas, la forma en la que mezcla las paletas de color respondiendo a cada época, concluye Velázquez.