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153 heridos, 120 detenidos y daños por 100 mil euros tras los festejos

Más de un millón de aficionados recibieron al tricampeón Barça

Con Eto’ o aquí a los africanos nos tratan con respeto, dijo un senegalés

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El autobús de los jugadores del Barcelona recorrió las principales calles de la Ciudad CondalFoto Reuters
 
Periódico La Jornada
Viernes 29 de mayo de 2009, p. a18

Barcelona, 28 de mayo. Más de un millón de aficionados recibieron al campeón de Europa, Barcelona, que desfiló por las calles de la Ciudad Condal tras la conquista de la Liga de Campeones ante Manchester United.

La celebración desbordó en euforia y dejó un saldo de 120 detenidos, 153 heridos y daños materiales por alrededor de 100 mil euros, según un balance de las autoridades locales.

Apenas aterrizaron en el aeropuerto de la capital catalana, el presidente del club culé, Joan Laporta, abrió una botella de champaña como inicio oficial de la fiesta, que contagió al resto del plantel en un verdadero baño de gloria.

Toda Barcelona festejó y sus principales calles lucían por doquier los colores azulgranas, símbolo del mejor club de futbol, según coincidieron las principales publicaciones deportivas en todo el mundo.

Los jugadores del Barça recibieron trato de de héroes por parte de los hinchas, quienes coreaban desesperados los mismos cánticos con los que la escuadra dirigida por el técnico Josep Guardiola logró la Copa del Rey y el título de la liga española en una misma campaña.

En un autobús descapotable, en el que se leía al frente tricampeones, los jugadores recorrieron las principales calles de la ciudad durante las cuatro horas que duró el trayecto entre el aeropuerto y el Camp Nou, el último punto del viaje, donde los jugadores fueron recibidos por 100 mil seguidores del club.

Entre el punto de partida y el destino final desfilaron por la estatua de Colón, en la zona portuaria; atravesaron Las Ramblas, con el Mar Mediterráneo de fondo, y que concentró gente en la Plaza Cataluña, el miniestadio –junto al Camp Nou– y en el centro de ocio Maremagnum.

Cam-peo-nes, cam-peo-nes, oé, oé oé. Barsça, Barça, gritaban a su paso las multitudes que bailaban al ritmo de música de orquesta en una verbena dedicada al equipo emblema de la ciudad.

Desde el descapotable, Iniesta, Eto’o, Thierry Henry, Carles Puyol, Messi y el entrenador Guardiola respondían a la masa, y de vez en cuando a algún grito aislado en el que distinguían su nombre.

“Desde que Eto’o llegó, a los africanos nos tratan con respeto, por eso le damos las gracias”, decía un senegalés que acudió al recibimiento.

Esto me recuerda aquella fiesta nacional, la primera de la democracia en la que millones de catalanes se lanzaron a la calle, comentó otra testigo de la marcha triunfal.

Ante la enorme afluencia de fanáticos que querían un asiento para atestiguar el histórico momento, el Camp Nou tuvo que abrir sus puertas dos horas antes de la llegada de los jugadores.

Con una hora de retraso se presentó el equipo en el estadio, pero no importó la demora para una celebración que incluyó un espectáculo de música, fuegos artificiales y animadores.

La celebración se prolongó hasta la una y media de la madrugada, media hora antes de que cerrara el metro y los trenes de las periferias.

La pasión desbordó la fiesta, y algunos centenares de aficionados generaron disturbios y se enfrentaron con la policía, la que les disparó balas de goma para dispersarlos en los alrededores de Plaza Cataluña y por Las Ramblas.

Los aficionados volcaron barricadas, lanzaron botellas y piedras a las fuerzas del orden, y como resultado 120 personas fueron arrestadas, acusadas de cometer delitos de desorden público, daños y atentados, y resistencia a la autoridad.

De los 153 heridos –83 de ellos policías–, 23 fueron hospitalizados, además de que los daños en inmuebles alcanzaron los 100 mil euros, según informó el ayuntamiento de Barcelona.

El saldo violento por este partido alcanzó otras latitudes. En Nigeria, un hombre decepcionado por la derrota del Manchester United mató a cuatro fanáticos del Barça que festejaban el título, al arrollarlos con un microbús.

En Barcelona, otro hombre murió de un paro cardiaco mientras veía la final de la Champions por televisión.