Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 26 de abril de 2009 Num: 738

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Afganistán: una balada de Theodor Fontane
RICARDO BADA

Dos poemas
NIKIS KARIDIS

Italo Svevo y La conciencia de Zeno
ANNUNZIATA ROSSI

Martin Buber: ética y política
SILVANA RABINOVICH

Israel-Palestina: una tierra para dos pueblos (fragmento)
MARTIN BUBER

Un poco de color y buenas actuaciones
RAÚL OLVERA MIJARES

La Iglesia y el muralismo en Cuautla: cincuenta y siete años de censura
YENDI RAMOS

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Alonso Arreola
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Steven Wilson, Insurgentes en Cuauhtémoc

Ya lo escuchaste Moch?

Luego de conversar por cerca de noventa minutos con el líder de Porcupine Tree, prefiero dejar a un lado la grabadora y abandonarme al recuerdo, lo que pocas veces me pasa. Casi siempre dejo descansar el encuentro y escucho la plática días después para transcribirla con la cabeza fría. Ahora, sin embargo, se me antoja comentar de manera casi inmediata las muchas impresiones que me causó Steven Wilson, ahí como estaba, sentado sin zapatos –costumbre que lleva a sus conciertos– en un sillón al lado de la cama, en un extraño hotel sobre Av. Cuauhtémoc.

Nacido hace cuarenta y un años en Londres, Wilson es un reconocido multiinstrumentista, un fino compositor y un espléndido ingeniero-productor. Con seguidores fieles en los cinco continentes, también es un cantante eficaz y un frontman (líder de banda) notable. Tales características le han permitido ser miembro de numerosos proyectos de distintos géneros, lo mismo que el cerebro tras las nuevas versiones en 5.1 del catálogo del legendario grupo King Crimson.

Precisamente para ahondar sobre esta faceta de su vida, inicio la plática preguntándole sobre el sonido. Desde luego no me refiero a aspectos físicos sino a posibilidades emocionales. Así lo entiende y se lanza con una larga justificación sobre el hecho de que la música, a través del sonido, es el único arte capaz de penetrar nuestras fronteras sin exigir interpretaciones como las que suelen acompañar a la mayoría de las artes escénicas y plásticas. Llama la atención, además, que adelantándose a la siguiente pregunta relacione la importancia de los ruidos de su infancia, como aquel del ferrocarril cercano a su casa, con el universo que hoy habita.

Harto de las forzadas etiquetas que le cuelgan (progresivo, experimental, vanguardista, metalero o popero), resulta desconcertante que a la pregunta de “qué es lo que merece en su vida” (provocación extraída de una de sus letras), Wilson compare su estilo con el de Radiohead. Dice que no es tan distinto y que no entiende cómo es que los liderados por Thom Yorke hoy son considerados “lo más cool de lo cool ”. Luego guarda silencio y agrega, con esa elevada inteligencia que desborda tras las gafas, que en realidad el que habla es su propio ego, ése que todos los músicos tienen en mayor o menor medida.

A partir de este punto resulta fácil parafrasear la idea de “éxito”. Señalando que sus creaciones no responden a nadie más que a sí mismo, reconoce que es importante hacer contacto con la mayor cantidad de gente posible, algo que pudo probar en el Teatro Metropólitan durante 2007, cuando Porcupine Tree dio la nota con un sorpresivo lleno total. Acto seguido, el músico mira por la ventana y concluye que lo único que espera es que su música se escuche dentro de cien años, como sin duda pasará con Frank Zappa, como ha pasado con Mozart.

Entonces hablamos de la belleza, tan presente en su primer y extraordinario disco como solista, Insurgentes, obra íntimamente relacionada con México y pretexto que nos reúne. Como se puede escuchar en sus diez piezas, el compositor coincide en que la belleza no siempre es felicidad, que no necesariamente se viste de colores claros y que incluso puede hallarse en la fealdad, algo que los popstars o simples entertainers, como Britney Spears, no comprenden. Pero, ¿no es mejor que existan estos “artistas” deslactosados para que quienes realmente tienen algo que decir generen reacciones? ¿No es ése un acto de rebeldía y de insurgencia, precisamente? Sí. Está de acuerdo. Incluso agrega que lo más valioso frente a las tentaciones de la industria y del glamour radica en nunca olvidar la rebeldía, la razón por la cual todo comenzó.

De alguna manera ensayamos el tema Bush-Obama. El primer apellido le causa nausea, el segundo esperanza. Nos internamos así en asuntos culinarios. Es vegetariano. No está de acuerdo con el consumo animal, lo que explica su delgada figura. Caemos entonces en una plática sobre mascotas que deriva, no sé cómo, en Marcel Duchamp y Magritte, en el surrealismo que comparten el Distrito Federal y Tel Aviv, dos sitios a los que ha aprendido a amar en los últimos años, y que le han mostrado gente capaz de reír frente a la adversidad, capaz de asombrarse y de vivir con intensidad. Se burla de los gringos y elogia la extravagancia inglesa. Eso nos mete en laberintos religiosos. El tema, a todas luces, lo enferma.

Se acaba este espacio y yo sigo recordando cosas. La grabadora, silenciosa sobre la mesa, me recuerda lo irresponsable que soy por no poner ni una sola cita. No importa. Este domingo es para platicar entre amigos, para murmurar al oído cómo es el autor del mentado Insurgentes, uno de los mejores discos que quien esto firma ha escuchado en años. Y así había que platicarlo.