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No hay planes para reabrir el TLCAN sobre normas laborales y ambientales: la Casa Blanca

La cumbre en Trinidad y Tobago marcó el final del consenso de Washington

El libre comercio se ha convertido en un mal término en algunos sectores, coinciden expertos

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El presidente Barack Oama visitó ayer instalaciones de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), donde ofreció su respaldo y reiteró que no autoriza la tortura como método de interrogación. El diario The New York Times reveló que la CIA sometió al cerebro de los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos, Khalid Cheikh Mohammed, a 183 simulaciones de ahogamiento (waterboarding); otro miembro de Al Qaeda, Abu Zubaida, lo sufrió en 83 ocasiones. En la imagen, el jefe de la Casa Blanca y el director de la agencia, Leon PanettaFoto Ap
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 21 de abril de 2009, p. 25

Nueva York, 20 de abril. Quince años después de que todos los mandatarios del hemisferio, con excepción de Cuba, sumaron sus voces al coro conducido por Washington y Wall Street en la primera Cumbre de las Américas para cantar al unísono que el libre comercio era el camino al futuro, el concepto no fue mencionado por el presidente Barack Obama.

Aunque no fue declarado de manera formal ni explícita por los 34 mandatarios (algunos no están preparados para aceptarlo), en esta quinta Cumbre de las Américas se marcó el fin del atinadamente bautizado consenso de Washington. Ausente de la agenda estaba la llamada Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), justo el concepto al centro del consenso con el cual se inauguró la Cumbre de las Américas en 1994 en Miami. Aunque su fin empezó en el sur hace años, con cada vez más gobiernos electos en la región opuestos (en diferentes grados) de manera explícita a las políticas neoliberales al centro de ese consenso, en esta ocasión fue el propio Washington que anuló su consenso.

Y es que las cosas, igual que en el sur, han cambiado dentro de este país, y esos cambios se aceleraron aún más al detonarse la peor crisis económica en décadas. La crisis destruyó el frágil consenso en torno al modelo neoliberal dentro de Estados Unidos impulsado desde los tiempos de Ronald Reagan y promovido por las presidencias de George Bush (padre), Bill Clinton y George W. Bush. Eso se registra en el nuevo panorama político en este país y en los registros de la opinión pública.

Vale recordar que Obama se comprometió a renegociar el TLCAN, en particular sus aspectos laborales y ambientales, y expresó su crítica hacia otros, como el aún no aprobado con Colombia, durante su campaña electoral, algo que hizo en respuesta a la amplia oposición al libre comercio en varios estados claves en el mapa electoral como Ohio y Pensilvania (los cuales ganó en la elección general).

En encuestas durante las elecciones presidenciales del año pasado, mayorías (a veces hasta 70 por ciento) consideraban que sus familias habían sido afectadas de manera negativa por acuerdos de libre comercio, y se oponen tanto al TLCAN como a otros acuerdos por sus efecto sobre el empleo en Estados Unidos y algunas preocupaciones sobre la calidad de productos importados.

Un análisis de la organización de defensa del consumidor Public Citizen encontró que esto se expresó en el último ciclo electoral cuando 72 candidatos a la legislatura nacional que incorporaron su oposición de libre comercio en sus campañas electorales, derrotaron a legisladores que habían votado por el TLCAN y otros acuerdos de libre comercio.

Varios expertos en las relaciones internacionales coinciden con que el libre comercio se ha convertido en un mal término en algunos sectores, como comentó recientemente Julia Sweig, directora del programa de América Latina del prestigioso Council on Foreign Relations, a Congress Daily. Éstos señalan que no sólo se manifiesta por los cambios políticos y económicos en América Latina, sino también dentro del mismo Estados Unidos.

Y es así que Obama regresó de la Cumbre de las Américas al subrayar el mensaje de cooperación mutua para enfrentar la crisis económica y otros desafíos que enfrentan en común todos los países del hemisferio, pero la fórmula mágica de hace 15 años no está entre las recetas esta vez.

Sin embargo, aunque no se está dando prioridad a las políticas de libre comercio, tampoco hay intenciones del gobierno de Obama de hacer algo muy radical en torno al tema. No es que haya desaparecido esa gama de fuerzas empresariales y financieras que favorecen estas políticas, junto con algunos sectores que se han beneficiado, y que tienen enorme influencia en Washington, aunque no como antes. Hoy el Representante de Comercio de Estados Unidos del gobierno de Obama, Ron Kirk, dijo en una teleconferencia con periodistas que no hay planes para reabrir el acuerdo del TLCAN con México para fortalecer las normas laborales y ambientales, tal como Obama había planteado durante la campaña (igual que su entonces rival y ahora secretaria de Estado Hillary Clinton). El presidente ha dicho que evaluaremos todas nuestras opciones, pero creo que pueden ser abordadas sin tener que reabrir el acuerdo, afirmó Kirk. Agregó que en la Cumbre de las Américas, Obama y sus contrapartes de México y Canadá hablaron del asunto, y que opinaron que no era necesario reabrir el acuerdo por ahora.

Kirk, conocido promotor del libre comercio, también aseguró que se evalúan acuerdos de libre comercio aún no ratificados con Colombia y Panamá. Obama y Kirk se reunieron con sus contrapartes de dichos países para platicar del asunto, pero aparentemente Obama optó por no mencionar el tema en sus conferencias de prensa o declaraciones oficiales durante la cumbre.

Pero Obama está enfrentando algo mucho más grande en esta coyuntura, lo cual incluye reexaminar las políticas comerciales: redefinir el capitalismo estadunidense. Esto fue expresado tanto en la Cumbre de las Américas como durante su previa gira internacional por Europa.

En un reportaje analítico en el New York Times, se resume lo ocurrido después de la caída del Muro de Berlín, donde durante dos décadas el modelo estadunidense de capitalismo gozó de creciente dominio en el mundo sin enfrentar alternativas que lo desafiaran en gran escala, y que éste progresó hacia lo que los conservadores percibían como un forma más pura de libertad económica y que liberales llegaron a considerar como un fundamentalismo de libre mercado mal guiado. Pero ahora, mientras Estados Unidos y otros países buscan lecciones entre los escombros de los excesos de ese periodo, están enfrentando incertidumbre sobre cuáles estructuras y valores económicos deberían de definir el próximo capítulo del capitalismo.

O sea, ya no existe algo que pueda llamarse consenso de Washington, ni en Washington.