Deportes
Ver día anteriorMiércoles 25 de marzo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Le apodaron Ratón por la forma de eludir a un boxeador de peso completo

Raúl Macías, vitoreado en el triunfo y apapachado en la derrota
Foto
El Ratón viajó a San Francisco en marzo de 1955 e hizo vibrar a México, que siguió la contienda a través de la radio. El tailandés Chamrern Songkitrat sucumbió ante su poderFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Miércoles 25 de marzo de 2009, p. a13

Cerca de la medianoche del 10 de marzo de 1955, más de 5 mil fanáticos acudieron al aeropuerto Benito Juárez para encumbrar a Raúl Ratón Macías en su pedestal de ídolo: lo cargaron en hombros y lo subieron al toldo de una camioneta, donde el peleador les agradeció con su clásico gesto de agachar la cabeza. Regresaba de imponerse al tailandés Chamrern Songkitrat y ganar la corona de la NBA.

Policías lo rescataron de la multitud y, escoltado por motociclistas, lo llevaron a su barrio: Tepito. Ahí, alrededor de la famosa vecindad número 139 de la calle Héroes de Granaditas, ya se habían congregado otros 10 mil seguidores, quienes bailaban al ritmo de orquestas, marimbas y mariachis, bebían ron Potrero y cervezas Caballito, que patrocinaban el festejo popular.

El Ratón tuvo que subir por las paredes de la vecindad para llegar a la azotea de su casa, a donde llegó extasiado, pero sin zapatos.

Fue un recibimiento apoteósico. Una fiesta nacional para recibir al peleador que regresaba de San Francisco, California, donde había conquistado el título mundial de peso gallo de la NBA.

Pero Macías ya era un auténtico héroe con guantes y si sus fieles lo vitorearon en el triunfo, lo apapacharon más en la derrota.

Tres meses después de su coronación, en una inexplicable muestra de la idolatría popular, más de 10 mil fanáticos acudieron al aeropuerto para cobijar al ídolo, que había sido noqueado por el estadunidense Billy Peacock. Apenas salió del avión procedente de Los Ángeles, saludó con una mano y esbozó una triste sonrisa, con la cabeza vendada por una doble fractura del maxilar inferior.

“Fue la noche que lloró México –recordaba–. Peacock me fracturó la mandíbula, pero la gente me recibió como un héroe.”

Esos dos recuerdos reflejan lo que representaba Raúl Macías Guevara en el ánimo popular.

El primer ídolo

Antes del surgimiento del Ratón, el boxeo mexicano había tenido figuras deslumbrantes, como Rodolfo Chango Casanova, Kid Azteca y José Toluco López. Pero a Macías se le consideró el primer ídolo del pugilismo a escala nacional. Sus peleas fueron seguidas atentamente por la radio y la televisión en blanco y negro.

Y, al contrario del Chango y el Toluco, el Ratón llevó una vida ordenada y sin adicciones, lejos del alcoholismo y el derroche que había caracterizado a los ídolos previos y a los que le siguieron. “Mi único vicio fue el baile. Siempre fui muy bailarín, porque en los 50 había seis salones: el lunes en el Fénix, el martes en Los Ángeles, para el miércoles era obligatorio el Chamberi, el jueves en el Swing Club, viernes en el Antillano, descansábamos el sábado y el domingo repetíamos alguno. Yo a las nueve los dejaba y me iba a dormir. Nunca tomé alcohol, sólo un refresco para cuidar la dieta, les decía ‘ahí nos vemos’ y me iba a descansar”.

Creo que por eso me quisieron mucho, por mi forma de boxear y por mi comportamiento abajo del ring, ya que era muy disciplinado y no andaba en francachelas, decía Macías, quien siempre se mantuvo cerca del pueblo, vestía de guayabera y andaba en Metro y contaba al que quisiera escucharlo aquellos tiempos lejanos cuando las abuelitas le prendían veladoras.

Integrante de una familia de 13 hermanos, Raúl Macías nació el 28 de julio de 1934. Se crió en una vecindad de Héroes de Granaditas, en Tepito, donde la vida le marcó su destino: fue boxeador, igual que dos de sus hermanos mayores.

El pequeño Raúl llenaba de golpes la superficie del costal de prácticas y sacaba ritmos tropicales con el golpeteo de la pera. ¡Todo un espectáculo el chiquillo, que tenía un ángel grandote protegiéndole! La gente se arremolinaba para verlo. Era una de las atracciones del gimnasio, cuentan cronistas que vieron esos primeros días.

Y el peleador contaba el origen del apodo que años después cimbraría a las masas, cuando lo pusieron a boxear con el peso completo Miguel Ambarri, al que se le metía entre las piernas y le daba vueltas alrededor de sus 120 kilos, como un auténtico ratón.

A sus 14 años compitió en el tradicional torneo Guantes de Oro y luego participó en los Juegos Centroamericanos de Guatemala, en 1950, y en los Panamericanos de Argentina, en 1951, en los que ganó la medalla de bronce y conoció a Evita y Juan Domingo Perón, quienes fueron una vez al box. Esa vez yo gané y me mandaron llamar. Bajé y me felicitaron por mi pelea.

Luego de la decepción de los olímpicos de Helsinki 1952, donde quedó en sexto lugar al perder una polémica decisión ante el ruso Genaddij Garbussov, realizó su primera pelea profesional el 10 de noviembre de 1952, en Culiacán.

Y en su presentación en el Distrito Federal fue un presagio de lo que sería su carrera: impuso récord de asistencia para las funciones de los miércoles en la arena Coliseo. Menos de un año después, el 17 de octubre de 1953, conquistó el título nacional de peso gallo al imponerse por decisión a Beto Couary, y la prestigiada revista The Ring lo ubicó entre los 10 mejores de su división a escala mundial.

Cronistas de aquellos años señalan que los aficionados lo seguían a todos lados y provocaba tumultos en el viejo gimnasio Jordan. Al final de sus entrenamientos, muchos lo acompañaban de regreso a su casa, en Tepito.

Fue una época maravillosa, evocaba el peleador, quien entre su público tuvo a ídolos de entonces, como Pedro Infante, Cantinflas, Jorge Negrete, Agustín Lara, María Félix, El Santo, Silverio Pérez, Horacio Casarín, Joaquín Capilla y Tarzán López, entre otros.

En aquel México de 1954, mientras Juan Rulfo publicó El llano en llamas y Cantinflas estrenó Caballero a la medida, el Ratón logró lo que nadie había hecho en el deporte nacional: en sólo dos días se vendieron los 55 mil boletos para su duelo en la plaza de Toros México ante Nate Brooks, por el campeonato gallo de Norteamerica, el lluvioso domingo 26 de septiembre. Fue un día de fiesta, recordaba el púgil.

El prestigiado cronista Antonio Andere describió: “El Ratón ofreció una portentosa demostración de su clase al quitarle a Nate Brooks el campeonato de Norteamérica. Brooks fue derribado en el séptimo y lo salvó la campana. El Ratón ganó al hilo del 4 al 12 round usando como base de su grandioso triunfo un brutal golpeo al cuerpo. Más de 50 mil almas apretujadas en una Plaza México, que era por sí sola un espectáculo monstruoso, se deshicieron, se derritieron en entusiasmo y en locura por la portentosa exhibición que ofreció el Ratón Macías y lo aclamaron como no se ha aclamado a nadie en México. A nadie, entiéndase bien”.

Así que el Ratón estaba listo para ir por el cetro mundial de la NBA, el 9 de marzo de 1955, en San Francisco. La pelea fue transmitida por televisión en Estados Unidos y por radio a México, y el peleador de Tepito se coronó ante el tailandés Chamrern Songkitrat.

Al día siguiente sus fanáticos lo fueron a vitorear al aeropuerto, y tres meses después de todas formas lo festejaron cuando fue noqueado por Billy Peacock.

En 1957 el Ratón sufrió la que se considera la noche triste del boxeo mexicano.

El 6 de noviembre, en el estadio de beisbol Wrigley Field, de Los Ángeles, enfrentó al franco-argelino Alphonse Halimi, en duelo unificatorio del cetro mundial gallo. Miles de mexicanos habían cruzado la frontera, las líneas aéreas agotaron el boletaje y la embajada estadunidense informó que en los días previos otorgó 8 mil visas.

Nunca una pelea había generado tanta expectativa en el pugilismo nacional. “Estamos con el Ratón para que esta noche conquiste el campeonato mundial para México”, expresó María Félix, acompañada de su entonces esposo Alex Berger, mientras Agustín Lara declaró: “El Ratoncito es un pedazo de México y yo, modestia aparte, creo ser una gotita de su sangre. Entonces tenía que estar presente a como diera lugar”.

El cómico Palillo, ataviado con un enorme sombrero charro, arengaba a la multitud de más de 20 mil fanáticos –que dejaron en taquilla un cuarto de millón de dólares–, mientras la ciudad de México parecía un lugar sin vida.

Las calles estaban desiertas y cualquiera hubiera jurado que la ciudad había sido desalojada ante una emergencia. En cantinas, restaurantes, cafés, cervecerías y en sus casas todo el pueblo se agolpaba alrededor de los aparatos, se reseñó en una crónica.

Un adiós doloroso

Pero el Ratón ya batallaba mucho para dar el límite de la división y Halimi era un gran boxeador, por lo que se impuso por decisión dividida.

Pero lo que más me dolió fueron los abucheos de mi público, dijo, mientras los diarios de la época describieron: “la gente iba triste por las calles de la ciudad de México. En el corazón de Tepito había una tristeza que empujaba a chillar… Más triste y más oscuro que nunca estuvo Tepito”.

Ni así los aficionados lo dejaron de querer. Otra multitud, ésta de 5 mil fanáticos, se congregó en torno al avión, en plena pista del aeropuerto, y los bomberos tuvieron que alejarlos a manguerazos. Fue, sin embargo, el final.

La noche del sábado 28 de febrero de 1959, unos 17 mil fieles se congregaron en la Arena México, pero luego de vencer a Ernesto Parra, el Ratón anunció un sorpresivo retiro a sus escasos 24 años.

“No fue una decisión repentina –explicó. Estoy triste porque han sido 14 años en el boxeo, pero me voy porque mi madrecita enferma me lo pedía. ¿Cómo iba a negarme a su súplica nacida de la angustia? Ella tiene diabetes que se recrudece cada vez que yo peleo.”

El 13 de octubre de 1962, realizó una pelea a beneficio, en Guadalajara, en la que se puso los guantes por última vez.

Ya en el retiro prestó su imagen para promocionar el refresco Mexi-cola –el lema era El Ratón paga un refresco gratis, en corcholatas premiadas–, estableció restaurantes que no funcionaron, fue diputado por el PRI, participó en cinco películas (entre ellas El Ratón, en 1959) y en seis telenovelas.

Sus logros lo ingresaron al Salón de la Fama de Los Ángeles y de la ciudad de México y vivió sin penurias sus últimos días en la colonia Jardín Balbuena, con sus hijos y nietos: No estoy millonario, pero vivo tranquilo, sin carencias ni sobresaltos. Tengo un guardadito que invertí y ahí la voy pasando.

El Ratón falleció este lunes a los 74 años de edad, muy lejos de aquel México de sus glorias de 1950, pero con el recuerdo vivo de las veladoras prendidas en su honor y de su legado como el máximo ídolo del pugilismo nacional: “Lo mejor que me llevo es el cariño de la gente. A donde quiera que voy se llena y en la calle todos me saludan ‘adiós mi Ratón’. Lo bueno es que me fui del boxeo en el momento oportuno, con todas mis facultades bien. Porque ahora de qué me serviría tanta lana si estuviera chafadón. Y sé que tengo mis facultades perfectas, porque cuando voy a misa y tocan la campana, me hinco y no hago sombra”.