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El Ratón se fue como las grandes leyendas: rodeado de miles de seguidores

El último adiós a Raúl Macías en la Basílica de Guadalupe

Es que él siempre fue pueblo, nunca dejó de serlo; aquí está todo Tepito, gritaban sus aficionados, la mayoría septuagenarios

Era un hombre de los que ya no hay, dijo El Púas

 
Periódico La Jornada
Miércoles 25 de marzo de 2009, p. a12

El último ídolo del pueblo, Raúl Ratón Macías, se fue como las grandes leyendas: rodeado de miles de seguidores, en su mayoría septuagenarios que vibraron en los años 50 con las hazañas deportivas del peleador tepiteño, al que hoy despidieron con lágrimas y porras; el fragmento de un México que sólo queda en la nostalgia.

“¡Aquí está todo Tepito, mi Ratoncito!”, gritó una señora de más de 70 años que apenas se enteró de la muerte del ex campeón tomó un microbús para llegar a la Basílica de Guadalupe, donde se celebró la ceremonia del adiós, ante casi 10 mil personas.

Doña Xóchitl viene de la periferia del barrio bravo, lleva puesto un delantal de cocina como atuendo luctuoso, y aprieta contra su pecho un recorte ajado con la imagen del Ratoncito en sus años de gloria.

Lo que más me gustaba de él era que cazaba muy bien a sus contrarios, los observaba, y cuando menos lo esperaban, ¡pum!, caía el gancho al hígado; nadie podía con ese golpe, y hasta ahora nadie lo ha igualado, dice doña Xóchitl sobre ese mítico golpe a la zona hepática que institucionalizó Kid Azteca, como legado para muchas generaciones de boxeadores mexicanos.

Pero ya se fue, ni modo, para allá vamos todos, y he venido aquí sólo para decirle no hasta luego, sino hasta pronto, agrega con la voz casi en llanto al ver el féretro de El Ratón.

Entre el dolor y los gratos recuerdos

Además del dolor que provoca la muerte de un ídolo, para muchos este momento tiene otros ingredientes emocionales, porque para muchos mexicanos se lleva también un pedazo de la historia personal, y revive momentos íntimos, escondidos por años.

“Anoche me enteré de la muerte del Ratoncito y los recuerdos se me vinieron encima. Me acordé de mi marido, quien murió hace 10 años y también fue boxeador profesional. Lo recordé como se veía en aquel entonces, cuando éramos jóvenes.

“No sé, me dio mucho sentimiento y hasta me dieron ganas de regresar a mi juventud, pero eso es imposible… aunque me hiciera cirugía, a mi edad ya no se puede”, confiesa Guadalupe Fonseca, vecina de Coyoacán, y quien a sus 68 años emprendió el largo viaje por la línea verde del Metro para despedirse del ídolo de Tepito.

Junto a ellas, el ánimo es diferente, la Asociación Mutualista de Ex Boxeadores empieza a congregarse y ahí la ocasión sirve para buscar los tiempos perdidos.

Las canas y los bigotitos rasurados a ras del labio predominan entre los ex boxeadores, y de sus bolsillos surgen las anécdotas, entre montones de papelitos inservibles, porque todos tienen algo que decir y todos quieren ser escuchados.

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Hombre sin vicios, pelador virtuoso y pulcro, el Ratón se ganó el respeto de todos y la sincera amistad de quienes lo conocieron de cercaFoto José Antonio López

Los veteranos ex púgiles se interrumpen y amotinan, corean porras dedicadas al amigo y ex colega, y aseguran que la multitud aquí convocada no es extraña para una figura de la magnitud de El Ratón, que paralizaba la ciudad y provocaba tumultos por las calles de Tepito.

Todos destacan la sencillez y la rectitud del peleador nacido en Héroes de Granaditas 119, que se convirtió en el emblema de todo un barrio, recuerdan el arrastre que tenía en una época cuando la televisión aún estaba en pañales y los héroes se forjaban en el contacto directo con la gente.

“No, es que el Ratoncito sí era pueblo; nunca dejó de serlo. Yo lo vi varias veces en el frontón Las Águilas y nunca le negaba el saludo a nadie. Por eso todos estamos aquí, porque es el último ídolo de la gente”, comenta uno de los tantos dolientes que no olvida que el difunto fue icono del peleador virtuoso y pulcro.

En la otra cara de la moneda, el veleidoso Rubén Olivares lo reconoce: se nos fue un hombre que fue un ejemplo para la juventud. Fue un gran deportista, un hombre de los que ya no hay, expresa en medio del revuelo que causa a la afición, y entre el choteo de los cábulas que lo siguen a todas partes, recordándole los días de vino y gloria:

“Ya párale mi Púas, que tenemos sed”, “ton’s qué mi Rubencito, saca los curados de piñón”, le gritan.

Ahí estaba también Carlos Zárate, otra historia conocida del peleador que toca las puertas de la fama y desciende a los sótanos de la droga y el alcohol, quien también acudió a rendir homenaje a un hombre que supo llevar una vida recta y sin vicios.

La atracción de El Ratón parece incomprensible en estos tiempos, coinciden en señalar varios asistentes, quienes aclaran que pese a que la radio y la prensa escrita eran los únicos medios de difusión, El Ratón Macías se convirtió en todo un fenómeno, capaz de abarrotar las arenas y paralizar la ciudad.

Cuando peleaba Raúl, la gente se reunía en las casas de las personas que tenían radio, era el amo de la radio, comenta el presidente del Consejo Mundial de Boxeo, José Sulaimán.

Al terminar la ceremonia frente a la imagen de la Virgen de Guadalupe, a quien tantas victorias dedicó El Ratón Macías, el féretro emprende su viaje final rumbo a Cuajimalpa, al cementerio de Palo Alto, donde el campeón fue cremado.