Opinión
Ver día anteriorDomingo 22 de marzo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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24 Festival de Cine en Guadalajara
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rimeras impresiones. Con 22 secciones, entre ellas cuatro de competencia, el Festival Internacional de Cine en Guadalajara se afianza este año como el encuentro con mayor capacidad para apoyar y promover en México la difusión de cintas nacionales e iberoamericanas. Concebido inicialmente como una Muestra de Cine Mexicano, el festival tuvo en años recientes una importante apertura a las producciones de habla hispana apenas difundidas en nuestro país.

La idea de contar cada año con un país invitado (este año, Colombia) responde a una necesidad inaplazable: reconocer la emergencia en el hemisferio de propuestas novedosas de cine de autor, capaces de competir con el cine europeo y asiático en materia de diversidad temática y originalidad estilística. Hemos visto así que aquellas cintas mexicanas o argentinas o brasileñas, reconocidas en los festivales de Cannes, Berlín o Venecia, y menospreciadas sistemáticamente por los exhibidores en México, encuentran en los festivales de Guadalajara, Morelia, Guanajuato o la ciudad de México un espacio de promoción efectiva. Algo similar sucede con las producciones del resto de América Latina.

A nadie se le ocurre pensar que una aventura fílmica que rompa con las formas narrativas tradicionales, ensaye la aproximación minimalista y prescinda de actores profesionales o de estrellas de alfombra roja, pueda tener su ingreso natural e inmediato a la cartelera comercial. Su público es, por fuerza, minoritario, pero su impacto internacional (avalado en parte por el trabajo de los festivales) queda al menos garantizado, y con ello la posibilidad para los jóvenes directores de obtener mayores apoyos de empresas locales y foráneas para financiar sus siguientes películas. A nadie se le ocurre tampoco pensar que los grandes éxitos de taquilla (Arráncame la vida, Rudo y Cursi), obtendrán algo más que una recompensa publicitaria local, una excelente recuperación de lo invertido y poco, muy poco más que eso.

En la medida que el cine de autor conquista crecientes cuotas de reconocimiento internacional (Román Gubern), el cine abiertamente mercantil –con el endeble amparo de su pretendida vocación nacionalista–, pierde credibilidad artística, proyección mundial y, sobre todo, prestigio.

Un argumento oficial harto conocido y falaz pretende que entre más películas produzca un país, mejor salud tendrá su industria cinematográfica. El número mágico en México es 50 películas producidas, y para el caso podrían ser 60, 70 o más, pero nada de esto modifica en lo esencial el fondo de la crisis: cuando hay talento, su capacidad de incidir en la cartelera es, por decir lo menos, limitado; cuando hay buen olfato comercial, poco importan las dosis de ineptitud, las puertas siguen muy abiertas para una distribución y exhibición instantáneas, y lo que menos importa entonces es el talento.

En este sentido, son pocos los festivales de cine que pueden ganar prestigio a partir de una posición de neutralidad completa, es decir, limitándose a ser una mera vitrina de promoción de lo bueno y lo malo en el cine. En algún momento, su apuesta de incluir cintas de calidad incuestionable, y distinguirse por ello, y de reconocer así la enorme variedad de propuestas temáticas y estilísticas, ofrece la medida definitiva de su vocación real.

El Festival Internacional de Cine en Guadalajara eligió este año incluir secciones muy interesantes (Espejos y ventanas, Puntos cardinales y Corrientes alternas, con la curaduría notable de Michel Lipkes y Maximiliano Cruz) para tomar distancia con la rutina y la autocomplacencia, y aproximarse a un cine universal, no empantanado en localismos; un cine que, como señaló recientemente Alejandro González Iñarritu, haga de las películas una orgía brutal, una orquestación de equipos que vienen del mundo entero y que hace muy difícil determinar la nacionalidad del filme. Esta nueva percepción navega muy a contracorriente de las certidumbres satisfechas de la burocracia cultural. En Guadalajara hay muestras muy claras de esa inquietud artística y un buen clima para desarrollarla. De esto hablaremos en una segunda entrega.