Opinión
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TLCAN: que tres lustros no son nada

Marcador: 14-0

De aquí al 2011

L

as telenovelas prolongadas –además de pésimas– son la debilidad del gobierno mexicano, con sus últimas tres máscaras (de Zedillo a Calderón), porque a lo largo de casi tres lustros (de 1995 a la fecha) el capítulo sobre transporte transfronterizo del Tratado de Libre Comercio de América del Norte ha sido sistemática y permanentemente violado por las autoridades estadunidenses, mientras que las mexicanas han limitado su acción a rasgarse las vestiduras con discursos patrioteros y a disparar amenazas de saliva sin ton ni son.

Quince largos años han transcurrido desde el arranque formal del TLCAN, y 14 desde que el citado capítulo debió entrar en vigor, y es la hora, tres administraciones gubernamentales después, que el asunto lejos de resolverse se mantiene en condiciones prácticamente idénticas a las prevalecientes antes del primer día de enero de 1994, es decir, los destartalados cuan inseguros camiones mexicanos no más no pueden cruzar la línea, mientras el poderoso gremio de los teamsters condiciona su apoyo político-electoral al gobierno gringo en turno a cambio de mantener sellada la frontera para tales efectos, al tiempo que grita a los cuatro vientos que es peligrosísimo abrir el libre tránsito para los vehículos que vienen del sur. Aún así, en la tienda de enfrente el oligopolio del transporte de carga en México tampoco ve con buenos ojos la posibilidad de que la gringada camionera se deje caer de este lado, porque lo obligaría a competir, y la simple palabra le pone los pelos de punta, lo mismo que les sucede a los demás barones nacionales de la cada vez más concentrada actividad económica en el país.

Gritos mediáticos y sombrerazos de papel han sido la constante a lo largo de esas tres administraciones gubernamentales, para reivindicar, según la versión oficial, el derecho mexicano, en el marco del TLCAN, de cruzar la frontera, participar activamente en el lucrativo negocio del transporte de carga entre ambas naciones y gozar de las fabulosas oportunidades que brinda la apertura de fronteras en el citado renglón. Resultado: un desastroso 14-0 favorable, obvio es, a los vecinos del norte. Y no hay visos de mejoría.

Toca el turno al gobierno calderonista, quien envió a una de sus mejores piezas del gabinetazo (de todas, en todas ha metido la pata), el inenarrable Gerardo Ruiz Mateos, para que en nombre del inquilino de Los Pinos asuste a los vecinos del norte con un terrorífico cuan sonoro ¡BU! (léase represalia, según la versión oficial), o lo que es lo mismo el incremento arancelario a 90 productos estadunidenses de importación, cuyo volumen apenas representa 1.7 por ciento de las voluminosas compras que México realiza en el ahora aterrado vecino del norte (eso sí, a la creciente adquisición de alimentos provenientes de aquel país no se le toca ni con el pétalo de una declaración o de un arrebato patriotero). Todo, por la cancelación del programa piloto de transporte transfronterizo, implementado apenas dos años atrás (es decir, 12 después de lo originalmente establecido) y que en ese lapso no sirvió para mayor cosa.

Casi quince años, pues, y el gobierno mexicano no osa utilizar los mecanismos de controversia que el propio TLCAN garantiza para solucionar este tipo de conflictos, no vaya a ser que los güeros se enojen (¿cuánto tiempo transcurrió para finiquitar el problema de las escobas mexicanas en el mercado del norte?; ¿cuánto para que el atún nacional pudiera venderse en el vecino del norte, para que dos horas después los gringos de nueva cuenta lo echaran para atrás?; ¿y el aguacate?; en fin, ¿socios o siervos?). Cerca de tres lustros en los que, como en tantos otros aspectos de la realidad mexicana, la autoridad nacional de plano ni fu ni fa (en realidad más fa que fu). ¿Creerá el inquilino de Los Pinos que con ese tipo de sustos logrará abrir la frontera para el libre tránsito de los camiones mexicanos?

Al igual que ahora lo hace Calderón, en el pasado inmediato Ernesto Zedillo y Vicente Fox también asustaron a los vecinos del norte por el mismo asunto. El de las ideas cortas y la lengua larga, por ejemplo, agarró su vicio, el micrófono, y gritó (agosto de 2001): si no dejan entrar a los camiones mexicanos, no dejaremos entrar a los camiones estadunidenses. Más tardó en decirlo que éstos últimos en mantenerse en circulación por territorio nacional.

Y otra estrella de la fábrica panista, Luis Ernesto Derbez como –aseguraba– secretario de Economía del cambio, explicó en qué consistía la advertencia del entonces inquilino de Los Pinos: la Secretaría de Economía esperará al veto presidencial en Estados Unidos para definir su estrategia en torno a la controversia por el autotransporte de carga, ya que no se puede discutir sólo un sector del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, sin hacerlo en su totalidad; se dará el espacio y el tiempo necesarios para que la decisión la tomen el Congreso estadunidense y el propio presidente George W. Bush, en virtud de que éste ha manifestado disposición para llevar al cabal cumplimiento el TLCAN.

Por aquel entonces, la Comisión de Comercio y Fomento Industrial del Senado de la República consideró que sería más que conveniente renegociar el capítulo sobre autotransporte contenido en el TLCAN, pero el genio Derbez respondió así: no lo vamos a hacer, porque el Tratado es íntegro; si abro un sector es porque estoy abriendo el Tratado y si hacemos eso los sectores que han sido beneficiados les podría ocurrir algo que no queremos que suceda; en tanto no se dé la decisión por parte de Estados Unidos, lo que México puede hacer es modernizar la flota mexicana, lo cual llevaría entre cinco y 10 años.

¡Sorpresa! No hubo veto, tampoco apoyo de la Casa Blanca y mucho menos cumplimiento del TLCAN. Por el contrario, ocho años después no sólo se mantiene el incumplimiento, sino que el nuevo inquilino de la Casa Blanca se pronuncia a favor de la renegociación del Tratado, mientras el Senado de aquel país echa para abajo el referido programa piloto. Pero no todo es malo: México tiene de aquí al 2011 para modernizar la flota (Derbez dixit) y entonces a ver qué se les ocurre.

Las rebanadas del pastel

Hoy un aniversario más de la expropiación petrolera: tras un año, ¿se anunciará, por fin, la nueva refinería, o sólo se conocerá la reconfiguración de alguna existente? ¿Liebre por gato, como es costumbre?