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Ver día anteriorJueves 5 de marzo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El cumpleaños del PRI
A

diferencia de los coquetos, en lugar de quitarse la edad el PRI se empeña en parecer más viejo de lo que es. En sentido estricto este partido nació el 18 de enero de 1946, a ocho años del fallido Partido de la Revolución Mexicana (PRM) que vio la luz por decreto presidencial en 1938, y a 17 años del Partido Nacional Revolucionario (PNR) que se formó en marzo de 1929 para dar una solución de largo plazo al problema siempre riesgoso de la sucesión en el poder. Así que en 2009 el PRI cumple 63 años y no 80, como dicen muchos, incluso priístas, que deben pensar todavía, como buenos gerontócratas chinos, cubanos y soviéticos, que la edad es un atributo del buen gobernante.

Si miramos los objetivos, los estatutos, las formas de organización y el discurso de cada uno de los tres partidos que formó la facción revolucionaria en el poder, los contrastes saltan a la vista. Por ejemplo, sus relaciones con el presidente de la República son un indicador importante de variaciones que eran mucho más que formalismos: el PNR era una especie de confederación de líderes revolucionarios, cuya relación con la Presidencia de la República era lejana, cuando no conflictiva; el PRM era un partido de trabajadores que tenía por objetivo organizar a obreros y campesinos en apoyo de la Presidencia de la República; y el PRI era (o es) un partido interclasista y nacionalista que hasta el 2000 estuvo sujeto a la autoridad presidencial. El propósito del PNR era aglutinar algo tan abstracto como la opinión revolucionaria, mientras que el PRM ostentaba el discurso de clase en boga en los años 30, en cambio el PRI era mucho más incluyente, porque surgió como un instrumento de unidad nacional.

Ciertamente, estas organizaciones tienen en común un vínculo muy estrecho con el Estado que se traducía en autonomía limitada para el partido, porque cada uno de ellos estuvo siempre sometido a la autoridad estatal. La relación entre el partido y el Estado fue más ambigua en el caso del PNR; Plutarco Elías Calles convocó su formación cuando era presidente de la República, pero había dejado de serlo cuando se celebró la primera asamblea del nuevo partido, aunque el jefe máximo lo controló hasta 1936 pese a que no ocupaba ninguna posición en el gobierno –salvo por unos cuantos meses en la Secretaría de Guerra a partir de marzo de 1929– ni en la dirigencia partidista. Haciendo a un lado los lugares comunes que repetimos desde hace décadas, el PRM que creó el presidente Cárdenas fue el primer partido de Estado, que incorporaba incluso al Ejército, mientras que el PNR fue el partido de la claque callista.

Si miramos la historia de la fundación del PRI sin los prejuicios que la oscurecen, nos topamos con la sorpresa de que el partidazo –como lo llamaban en sus tiempos de arrogancia los priístas– en realidad nació de un proyecto derrotado del entonces presidente, Manuel Ávila Camacho. Desde 1940 se hablaba de la necesidad de reformar el PRM, que tenía dos años de vida, pero la alternativa se pospuso hasta 1944. En septiembre de ese año los legisladores recibieron esbozos de los documentos fundacionales de un Partido Democrático Nacional diseñado según el modelo liberal, radicalmente distinto al partido de corporaciones del cardenismo; por ejemplo, introducía el voto individual para la elección de los candidatos a senadores y diputados. Se rumoraba que la propuesta venía de la Presidencia de la República –y hay evidencia histórica de que así fue– pero la discusión pública de este asunto tuvo que esperar hasta finales de 1945, una vez que el PRM había lanzado la candidatura de Miguel Alemán. El presidente Ávila Camacho hubiera deseado que el nuevo partido organizara desde sus inicios la campaña presidencial, en primer lugar, la designación de su candidato; sin embargo, el sector obrero, en particular la Confederación de Trabajadores de México (CTM), se opuso en forma terminante al proyecto avilacamachista, y condicionó su apoyo a Alemán a que la convocatoria del partido para la elección del candidato se hiciera en los términos que estipulaba el PRM, que mantenía el sistema de convenciones y el voto corporativo.

No quedó ahí el condicionamiento cetemista a la propuesta presidencial. En enero de 1946, los sectores firmaron los estatutos del nuevo partido –de cuyo nombre había desaparecido la palabra democrático, desplazada por revolucionario–, pero añadieron un pacto que atribuía a los sectores la facultad de postular los candidatos a los cargos de elección y a los órganos de dirigencia del partido. Así se vino abajo la posibilidad de que hubiera elecciones primarias en el PRI; en 1950 una reforma estatutaria las eliminó por completo, pero en ese cambio muy poco tuvieron que ver los obreros, a quienes únicamente se notificó la decisión del presidente Alemán.

Cumplir años siempre es mejor que dejar de cumplirlos, pero cada aniversario será más cansado si no se vive como una renovación, sino como una experiencia inercial.