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Las aves marinas y la biodiversidad mexicana
Horacio de la Cueva
Un bello secreto de México
Richard A. Erickson
Guerrero Negro, un lugar privilegiado
Roberto Carmona y Nallely Arce
Las aves marinas en las islas, el canario del minero
Alfonso Aguirre y Araceli Samaniego
Amenazas y oportunidades de los mérgulos de Xantus
José Alberto Zepeda y Horacio de la Cueva
Tres pelícanos del Mar de Cortés
Eduardo Palacios Castro
La fragata magnífica, un ave extraordinaria
Vinni Madsen
Isla Guadalupe: santuario de aves marinas
Mario Guerrero Madriles
En torno a disposiciones legales recientes
Horacio de la Cueva
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En torno a disposiciones legales recientes
Horacio
de la Cueva
Correo electrónico: [email protected]
Fulmar norteņo (Fulmarus glacialis) está restringido al Hemisferio Norte, en contraste con el origen sureño de la mayoría de las pardelas y petreles. Durante los últimos dos siglos, el número de fulmares ha aumentado en gran cantidad y ahora anidan por millones en los océanos Pacífico y Atlántico, pero los visitantes a México están restringidos al Pacífico Foto: Matt Sadowski |
El
30 de noviembre de 2006 se publicó el Reglamento de la
Ley General de Vida Silvestre. La Ley General de Vida Silvestre,
su Reglamento y las normas oficiales son los instrumentos legales
que regulan la protección, conservación y aprovechamiento
sustentable de la vida silvestre y nuestras interacciones, para
poder obtener un beneficio económico y, al mismo tiempo,
lograr un desarrollo sustentable. Comentaremos aquí brevemente
algunos problemas que dicha legislación hubiera evitado,
si la hubieran sometido a una revisión amplia por parte de
los sectores académicos y productivos, las asociaciones civiles
vinculadas con el tema, las comunidades y demás personas
interesadas.
Pero ocurre que el nuevo
gobierno ha demostrado descuido y desdén hacia la vida silvestre.
Además, está prejuiciado por una perspectiva empresarial
que ve a la naturaleza como una mercancía para consumo inmediato
más que como una fuente permanente de empleo y riqueza.
Bajo estas circunstancias,
el Reglamento puede ser un instrumento que cede el control de la
vida silvestre a empresarios excluyendo a los interesados en que
su uso sea sustentable, lo que conlleva protección y conservación.
La participación
social es el primer componente del Reglamento. Esto pudiera implicar
la preocupación del gobierno sobre la importancia de la interacción
de la sociedad con la naturaleza y del conocimiento tradicional,
científico y técnico que existe fuera de las esferas
burocráticas. Sin embargo, hay razones para pensar que esta
participación social puede corromperse por varios motivos.
Cito algunos de peso.
Uno, la responsabilidad
del Estado es proteger los bienes nacionales, pero esa tarea se
diluye en los comités consultivos. Estos comités son
presididos por la Secretaría del Medio Ambiente, Semarnat,
y se encuentran conformados por un representante de cada una de
las dependencias de la Administración Pública Federal
involucrada en el asunto y por solamente un representante académico,
uno de productores o empresarios y uno de asociaciones civiles.
Pero no se le dio un lugar, una representación, a las comunidades
que comparten el ambiente con la vida silvestre.
Aunque en última
instancia, la Semarnat es la última responsable del guisado
que surge de los comités, siempre puede decir que fue una
decisión que tomó en cuenta las opiniones del comité.
Dos, al no existir
claridad sobre cómo se conformarán estos comités,
es posible que un grupo con intereses bien concretos y hasta alejados
de la conservación (por ejemplo los "desarrolladores"
de complejos turísticos o urbanos, las organizaciones cinegéticas
o los promotores del uso de los vehículos llamados "todo
terreno"), dominar uno o varios de estos comités e imponer
sus intereses por arriba de la conservación de la vida silvestre,
el bienestar de las comunidades y el buen funcionamiento de los
ecosistemas.
Sin un compromiso del
gobierno para invertir adecuadamente en la protección, la
investigación y la conservación de la vida silvestre,
la legislación ambiental se convierte en una lista de buenos
deseos que desaparecen a medida que descuidamos la vida silvestre.
Por eso, una vez más
debemos exigir a las autoridades que protejan, como es su responsabilidad,
la biodiversidad nacional y garanticen que nuestra riqueza natural
beneficie a las comunidades y no a intereses privados que, a veces,
ocultan sus intenciones con falsas declaraciones de amor a la naturaleza
y a la necesidad de utilizar los recursos con espíritu de
sustentabilidad.
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