Portada
Las aves marinas y la biodiversidad mexicana
Horacio de la Cueva
Un bello secreto de México
Richard A. Erickson
Guerrero Negro, un lugar privilegiado
Roberto Carmona y Nallely Arce
Las aves marinas en las islas, el canario del minero
Alfonso Aguirre y Araceli Samaniego
Amenazas y oportunidades de los mérgulos de Xantus
José Alberto Zepeda y Horacio de la Cueva
Tres pelícanos del Mar de Cortés
Eduardo Palacios Castro
La fragata magnífica, un ave extraordinaria
Vinni Madsen
Isla Guadalupe: santuario de aves marinas
Mario Guerrero Madriles
En torno a disposiciones legales recientes
Horacio de la Cueva
|
|
Las aves marinas y la biodiversidad mexicana
Horacio de la Cueva
Correo electrónico: [email protected]
Pardela de Cory. Las pardelas y petreles (familia Procellariidae) son de las aves más pelágicas que existen. Sólo están en tierra en los sitios de anidamiento. Los Procelariformes mexicanos no son la excepción, con dos especies anidando en las islas del Pacífico y otras 19 ocurriendo casi sólo como visitantes oceánicos. Había sólo un registro de Calocenris diomedea (pardela de Cory) para México antes de que los biólogos descubrieran a este individuo en las islas Los Coronados, Baja California, en 2005. Perdida en el océano incorrecto -ésta es un especie nativa del Atlántico oriental-, esta ave ha preparado un nido y busca compañía de la misma especie. La "nariz de tubo" en la base del pico -característica de esta familia y los albatros, los petreles y los paiños (el orden Procellariformes)- se muestra claramente en esta fotografía del ave solitaria cerca de su nido Foto: Matt Sadowski |
Nos gusta presumir de la megabiodiversidad
mexicana y es una razón más de orgullo y una fuente
de riqueza de aquellos que conviven con ella. Pero nuestro conocimiento
sobre las especies marinas que viven y visitan las aguas oceánicas
mexicanas es limitada, aun entre los biólogos que se dedican
a su estudio.
A medida que el conocimiento
de nuestra biodiversidad aumente, mejoraremos nuestro respeto y
cuidado de la naturaleza y sabremos mejor cómo aprovecharla
para generar riqueza a través de su utilización sustentable.
En esta ocasión,
propusimos a La Jornada Ecológica asomarnos a uno
de los grupos menos conocidos de la fauna mexicana: las aves marinas.
En otros suplementos
ya hemos hablado de otros habitantes del mar: los pinnípedos
(lobos y elefantes marinos y focas) y las ballenas. Las aves marinas,
como los pinnípedos, pasan gran parte del tiempo en el océano
y poco tiempo en tierra, principalmente en islas. Esto hace que
sea difícil estudiarlas y conocer en detalle aquello que
las amenaza fuera de las islas.
Las aves marinas, que
identificamos primeramente como gaviotas, no son un grupo evolutivo
único. Sin embargo, podemos acomodarlas en un cajón
conveniente dado que dependen de los recursos marinos para su vida
diaria y su reproducción.
En un sentido amplio,
las aves marinas incluyen a las playeras que habitan nuestras costas
y cuya existencia dependen de la salud de playas, manglares y marismas.
Generalmente, estas aves son migratorias y, por lo tanto, visitantes
invernales de nuestro país.
Gran parte de las aves
marinas restantes se reproducen en islas, donde podemos estudiarlas,
buscando no perturbar demasiado sus colonias, lo que pudiera significar
la pérdida de huevos a mano de depredadores.
Las islas, refugio natural
de las aves marinas, han sido modificadas por la introducción
de especies como ratas, ratones, gatos y perros que atacan a adultos,
pollos y huevos de aves marinas. Por haber evolucionado en ecosistemas
aislados, estas aves no tienen los mecanismos de comportamiento
o anidación necesarios para defenderse de estos depredadores.
Aunque conocemos la diversidad
de especies de aves marinas, sabemos poco de cuántas hay
y, por lo tanto, cuál es su verdadero papel en la cadena
alimenticia marina. También nos falta conocer mucho sobre
cómo y en dónde pasan su vida oceánica.
Bobo café. Entre las aves marinas principalmente tropicales se encuentran los bobos, como este bobo café (Sula leucogaster) Foto: Matt Sadowski |
Sabemos, eso sí,
que miles de aves marinas mueren ahogadas en redes y ganchos de
pesca. Aunque existe la tecnología para evitar estas muertes,
la solución está fuera del alcance económico
de los pescadores ribereños y de los planes de "pesca
sustentable" que suelen anunciar los grandes consorcios de
pesca.
Debemos darnos cuenta
que el problema de la sobrepesca mundial también afectará
a estas aves. En efecto, ahora competimos directamente por alimento
y a medida que disminuyan los recursos pesqueros estaremos ejerciendo
presiones sobre las poblaciones de aves marinas.
Los científicos
que colaboran en este número de La Jornada Ecológica
nos hablan de los pelícanos en el Golfo de California, de
la vida de las aves playeras, los mérgulos y los albatros
del Pacífico y las ubicuas fragatas. Hemos dejado afuera
muchas otras aves, como los patos marinos, las gaviotas, los charranes,
los petreles, los pájaros bobos, pero eso nos lleva al compromiso
de presentarlos muy pronto en sociedad, a los lectores de La
Jornada.
Esperamos que esta serie
de artículos nos ayuden a entender y cuidar mejor nuestra
biodiversidad. Y a llamar la atención sobre la necesidad
de que el sector público apoye con recursos y normas los
esfuerzos para proteger las islas y la fauna que allí habita,
y que nos hace ser un país mucho más rico en todo
sentido.
Ir al inicio
|