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México D.F. Lunes 15 de noviembre de 2004

Jesusa y Liliana Felipe invaden el imperio

Con dos obras en NY ponen a temblar a Los Estados Espantados Unidos de América

DAVID BROOKS Y JIM CASON CORRESPONSALES

Nueva York, 14 de noviembre. Fue la intervención mexicana en Estados Unidos más dramática desde que Pancho Villa atacó Columbus, Nuevo México: Jesusa Rodríguez y Liliana Felipe tomaron por asalto a lo que bautizaron como EEUA -"Los Estados Espantados Unidos de Améri-ca"- mediante el empleo de dos estrategias: una llamada Arquetipas y la otra Cabaret prehispánico.

La embestida en ambas obras fue directa contra lo que caracterizaron, implícita y explícitamente, como tal vez el imperio más sangriento y con mayor culto a la sangre y la muerte desde el imperio azteca. Ambas obras -una estilo cabaret político y la otra más teatral- fueron expresiones profundas de ira, de condena y repudio, pero también con una invitación a la risa, el llanto y, finalmente, en la opción por la rebeldía a nombre de la belleza, de las flores, la verdad y el respeto de la sabiduría de los primeros, de los orígenes, del maíz.

En cuatro lenguajes: inglés, español, náhuatl y mímica, se expresaron mentadas de madre, escenas de la guerra en Irak, el repudio a un mundo creado con la imagen de Wal- Mart, a la existencia reducida a "cómo prefieres morir: a través un comando terrorista o por un gobierno que dice que te defiende de un comando terrorista", como canta Felipe en una de sus canciones.

El sábado en la noche ocurrió un acto misterioso en el atrio principal del famoso museo Guggenheim, en esta ciudad: justo a la entrada de la magna exhibición El imperio azteca apareció una pieza más de las 440 que conforman esta muestra histórica. Era la figura de una mujer tamaño real montada sobre un estante de exhibición. La gente se acercó, bajo la mirada fría de los cuerpos de seguridad, para leer la ficha sobre la pieza. A un lado de los nombres de los patrocinadores de la exhibición prehispánica -Banamex/Citigroup y Televisa-, la identificación de esta nueva pieza en la colección explicaba en inglés: "Authentic 'living' mexican" (auténtica mexicana viva). La artista era "anónima", pero con fecha de nacimiento 1955. Los materiales eran "carne sobre sangre" y se informaba que forma parte de la "colección privada de Liliana Felipe".

La ficha agregaba que en 1824, durante la primera exhibición internacional de objetos prehispánicos mexicanos en el museo de la Academia Real de Londres, figuraba entre la colección una pieza con la identificación de "indio vivo".

Por aquí pasaron los que llenaron por completo el teatro del museo Guggenheim para presenciar la obra Cabaret prehispánico. Así conocieron a la actriz de la obra, que se mantuvo absolutamente inmóvil para observar la llegada de su público. ¿Quién miraba a quién? Eso se respondería dentro del teatro.

"Los pájaros vuelan y volando cagan", canta Felipe, dulcemente feroz. "Cómo quisiera ser pájaro y volar y volar... y cantar y cantar... y cagar y cagar sobre algunos y algunas cosas." Jesusa Rodríguez, con sólo un taparrabos y una máscara prehispánica verde, realiza una ceremonia cuidadosa; cada movimiento como una danza lenta, pintándose brazos, piernas. Primero con los colores patrios, y después con algo que deja un tono lodoso. No habla, pero hay sangre, violencia. Las luces, repentinamente, alertan sobre bombas. La artista, con movimientos, pinta con los pies y manos un especie de códice marcando un viaje sobre el papel que alfombra el escenario. Acaba en el papel, reaparece adentro, y su cabeza asoma, ya sin máscara, y lentamente se retira. Uno ya está viajando con ella. ¿Adónde vamos?

Aparece un chac mool con lentes oscuros y advierte en voz de anunciante estadunidense que toda crítica a esta obra será considerada una amenaza a la seguridad nacional. Jesusa sale ataviada con una bandera blanca que las balas y bombas no respetan. Siguen dos títeres, uno canta acompañando una grabación de Eugenia León, un lamento de cómo se acerca la muerte. El otro -todo manejado por Jesusa- es George W. Bush, tiene una bandera estadunidense y realiza un sacrificio humano, sacando el corazón del otro títere, atravesándole la bandera y colocando el ofrecimiento en el chac mool.

De repente aparece la soldada -en títere- Lyndie England, tomando fotos de muñecos de árabes desnudos amontonados uno sobre otro. En náhuatl, Felipe dicta: "Que caigan bombas hasta que no quede nada diferente a nosotros" en Irak.

La obra continúa con su mensaje anti-guerra y contra la destrucción de "las flores", pero enfrenta el presente sangriento desde la visión indígena, o sea, desde lo más nativo dentro de cada quien. Los símbolos de la actualidad obscena enfrentan los símbolos y palabras de lo más contemporáneo de nuestro pasado. Felipe recita poemas estilo Nezahualcóyotl en náhuatl a lo largo de la puesta (con traducción proyectada en una pantalla), pero cada uno está conformado de vocabulario prehispánico y contemporáneo.

Por eso aparece Coatlicue en escena -en el único acto en el que Jesusa habla- con la diosa, preguntando si en verdad todos deseamos acabar con la vida, con el maíz. "¿Qué les van a dar de comer a sus hijos?", pregunta. "Nuestro maíz morirá el día que muera el Sol." La obra concluye con una escena de Jesusa tirando furiosamente granos de maíz contra la tierra, y éstos botan por el teatro, y finalmente se baña en ellos.

Cabaret prehispánico fue realizado por Rodríguez y Felipe; la Coatlicue fue diseñada por Leo Otero y los títeres por Carlos Converso, con música y voces grabadas adicionales por Eugenia León y Ary Brickman; Las Reinas Chulas, Dimitri Dudin y video por Joselo Rueda.

Arquetipas

El miércoles, Rodríguez y Felipe transformaron el Skirball Center de la Universidad de Nueva York en El Hábito. Ahí, en Arquetipas, trataron los mismos temas que en la obra del Guggenheim, pero ahora mediante cabaret político. Jesusa entró en silla de ruedas vestida de Frida y presentándose como Freaka Kahlo; de inmediato entró en diálogo con el público, algunos de cuyos integrantes parecían estar un poco nerviosos, ya que no fue sutil la primera pregunta: "¿De qué tienen tanto miedo ustedes? ¿Por qué tienen un país sin nombre y, por lo tanto, quiénes son?" De inmediato dio tarea: nombrar el país y, después de aceptar unas tímidas propuestas, decidió bautizarlo Estados Unidos Asustados de América.

La barrera del idioma se rompe con Jesusa actuando en inglés, sin perder su ritmo y habilidad de maestra de esta ceremonia de cabaret. Las canciones de Felipe son acompañadas con una traducción instantánea en pantalla. Las risas y otras reacciones del público responden en un idioma universal.

Entre un torrente de canciones furiosas, irónicas, satíricas, que brotan de la voz y el piano, comandados por Felipe, procede el cabaret diseñado para provocar, denunciar, incomodar y -con esperanza terca- generar resistencia y solidaridad. El enfrentamiento con el público es generoso, hay hasta invitaciones. A los desolados con los resultados de la elección estadunidense Jesusa los invita a emigrar a México, pero hay condiciones: no se les dará agua para beber al cruzar el desierto al sur de la frontera, a nadie se le dará visa ni licencias de manejar, pero sí podrán trabajar en la cosecha de la mariguana, aunque tendrán prohibido consumirla. "Pueden estar contentos y enviar dinero a Estados Unidos", dice, y también advierte que "no vayan a contrabandear transgénicos".

Atentado contra la cultura comercial de EU

Hay un atentado contra la cultura comercial estadunidense por medio de una pobre muñeca Barbie. Aquí es presentada como un objeto pornografico, y también todo lo que representa.

Jesusa habla de Wal-Mart y presenta un códice sobre el asunto de esta empresa y su tienda en Teotihuacán. Aquí también sale Coatlicue, bailando y haciendo comentarios sobre la coyuntura, sobre los políticos, sobre el maíz. La risa es interrumpida por momentos de reconocimiento de la oscuridad de esta realidad contemporánea, o por algo que dice Jesusa o por una de las canciones de Liliana.

De repente uno se acuerda del cabaret como último bastión de crítica en otras coyunturas, como en la Alemania al inicio del nazismo, y uno no puede evitar comparar los tiempos al salir al frío de la noche invernal en Nueva York.

Esta presentación fue organizada por el Hemispheric Institute of Perfomance and Politics de la Universidad de Nueva York y su directora, Diana Taylor. Este instituto también apoyó la obra del Guggenheim. Ambas puestas en escena también formaron parte del Festival de México Ahora, que se realiza durante todo noviembre con más de 150 actividades en la ciudad de los rascacielos.

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