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México D.F. Jueves 11 de noviembre de 2004

Sergio Zermeño

Los desafueros y la casa de Usher

En todas las organizaciones ya sean culturales, periodísticas, partidistas, universitarias o mafiosas, las generaciones se van sucediendo unas a otras, y las más jóvenes entran al relevo con nuevas fuerzas y nuevas ideas. Sin duda, una excepción a esta regla son los liderazgos políticos que se encuentran en el ejercicio del poder del Estado, cuyo relevo no está previsto en las normas, como en los casos de Fidel Castro, Tito, Arafat y de las grandes figuras que se han mantenido hasta la muerte como jefes de Estado gracias al control que esa posición les ha otorgado. Pero en muchas ocasiones, si no es que en la mayoría, el fin de estos mandatos ha conducido a la confrontación violenta y desordenada de las exacerbadas fuerzas que han sido colocadas en la larga espera.

Lo que más impresionaba en esa plaza pública con guillotina en que se convirtió la asamblea nacional el día del desafuero de René Bejarano, fue la soledad que rodeaba al acusado, quien cuando hablaba y señalaba a sus verdugos, apuntaba por igual a las bancadas de la oposición que a las de sus propios correligionarios, y que éstos, en efecto, terminaran condenándolo abrumadoramente.

Después de eso el pensamiento de mucha gente, igual entre analistas que en charlas de café, se ha orientado en el mismo sentido: "šQué mala suerte tiene este hombre! Cómo es que se encuentra solo en ese cadalso y no lo acompañan, en primer lugar, los que se corrompieron antes y con sumas muchas veces superiores, como Carlos Romero Deschamps, Lino Korrodi, Ricardo Aldana, el Niño Verde..., pero también Rosario Robles y tantos otros de la cadena perredista. Y la respuesta ha sido inmediata, aunque también simplona y facilucha: "porque en ese caso había videos y los medios tuvieron materia para el manejo político, el amarillismo y los negocios del rating".

Pero ésa es en realidad una respuesta que sólo oculta las verdaderas razones del drama, no nada más porque en otros de esos "ejemplos" también hubo videos, sino sobre todo porque en el caso del PRD no bien habían pasado unas horas del vergonzoso programa en el que Bejarano fue exhibido por Brozo, cuando ya se arrebataban el acceso a los medios los más altos líderes del perredismo para deslindarse de la corrupción, para dejar en evidencia a otros cuerpos del partido y de esa manera capitalizar en su favor los eventuales daños centrales y colaterales de los obuses del videoescándalo, cuando aún no se tenía claro ni siquiera el contenido de aquella videoteca ni a los actores estelares.

Si en el caso de su megacorrupción los otros partidos nacionales lograron cerrar filas e intercambiar unos encubrimientos por otros, por qué en el caso del PRD no fue posible y derivó en una batalla fratricida, a pesar de que estrictamente hablando las sumas involucradas en esas transacciones no eran tan elevadas y, al final de cuentas, pudieron haber aparecido unas "donaciones" de un particular (Ahumada) a un partido político, junto a sumas mucho mayores, canalizadas al mismo tiempo y por ese personaje a la compra de equipos de futbol y a la fundación de un diario nacional con todo y sus periodistas y directivos. Si el donativo se hubiera anunciado ante los medios con uno de esos cheques de uno por tres metros a la estadunidense, Ƒel delito desaparecería? Pero, aun aceptando que se trata de un acto ilegal, el asunto no sería tan complicado si los miembros de ese partido hubieran convenido, desde un principio, una estrategia unitaria.

Se entiende que Andrés Manuel López Obrador haya maniobrado inmediatamente para deslindarse de la corrupción de sus colaboradores (recientes o en activo), sobre todo en la perspectiva del complot, que hoy nos queda cada vez más claro, pero no se entiende el funcionamiento del resto del cuerpo perredista, sobre todo la del líder histórico de ese partido al apresurarse a condenar sin juicio a sus más fieles colaboradores, como Carlos Imaz, Rosario Robles y otros.

El PRD es un partido joven, de endeble articulación, formado por grupos muy disímbolos y acostumbrados a la lucha de facciones. Hasta hace pocos años los enfrentamientos entre sus líderes o corrientes, cuando amenazaban la unidad, eran dirimidos frente al líder moral, quien entonces fungía al mismo tiempo como primer candidato en la lucha electoral. Desde que esa figura se desdobló y un líder más joven ganó abrumadoramente las preferencias del voto, Cuauhtémoc no actuó con oportunidad, no supo reposicionarse como lo que podría ser: un principio de unidad y de respeto (un tata), y ha insistido, fuera de todo realismo, en ser el presidente del país.

Creo que una recomposición de los papeles en la izquierda democrática aún permitiría remontar su crisis, impediría que todo esto se convierta en la cuarteadura de la casa Usher, haría posible enfrentar los complots en situación menos vulnerable y dejar en claro que los costos políticos de otros desafueros pueden ser elevadísimos.

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