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México D.F. Sábado 30 de octubre de 2004

Juan Arturo Brennan

Serenissimo signore Vivaldi

El reciente concierto ofrecido por el grupo inglés La Serenissima en la Sala Nezahualcóyotl, dedicado por entero a la sabrosa música de Antonio Vivaldi, estuvo lleno de sorpresas, todas ellas buenas. La más notable fue que el recinto de conciertos registró una muy buena asistencia de público, a pesar de que por ningún lado aparecieron las ubicuas Cuatro estaciones del Fraile Rojo de Venecia. La conformación misma del ensamble británico también fue inusual: trece músicos (y un solista), entre los cuales hay seis mujeres y, en lugar del tradicional clavecín, los instrumentos armónicos del continuo fueron el órgano y la tiorba. El solista mencionado, también director del grupo, fue Adrian Chandler, quien se encargó de protagonizar cuatro de las seis obras propuestas por La Serenissima.

Las sorpresas estrictamente musicales tampoco se hicieron esperar. En el Concierto RV 292 de Vivaldi, el compositor propone sus típicas progresiones de acordes y, en medio de ellas, algunas aventuras armónicas ciertamente visionarias. Además, el espíritu de uno de los movimientos de la obra es muy cercano al de un minueto, cosa muy poco usual en la producción vivaldiana. En este y los otros tres conciertos que interpretó como solista, Adrian Chandler se mostró como un violinista efervescente y extrovertido, con un evidente conocimiento del estilo virtuosístico del barroco y una notable intuición para crear y ejecutar interpolaciones suyas a la música de Vivaldi. Me explico. Algunas partes del Concierto RV 292, dedicado a San Antonio de Padua fueron reconstruidas por Chandler y en ellas, sobre todo en las secciones que hacen la función de cadenzas, el violinista inglés supo insertar una buena dosis del espíritu de la música popular que está presente de manera explícita en numerosas obras del compositor veneciano.

Es bien sabido que en nuestro país se toca y se canta música antigua esporádicamente y a cuentagotas, y por lo general bajo parámetros decimonónicos ya superados. Por ello resultó también una bienvenida sorpresa la actuación de la mezzosoprano mexicana Carla López Speziale en dos de las obras del programa. Es evidente que la cantante se ha acercado con disciplina y rigor a la práctica de la música barroca, ya que su trabajo en las dos partituras de Vivaldi evidenció la intención de alejarse los parámetros vocales románticos y al mismo tiempo acercarse a las condiciones técnicas y expresivas más propias de este repertorio. Dicción clara, voz abierta, poca impostación, vibrato muy discreto y un color limpio y transparente caracterizaron la actuación de Carla López Speziale, quien además mostró una emisión muy homogénea a lo largo de todo su registro, con la sola excepción de algunos pasajes muy graves escritos por Vivaldi en la obra Cur sagittas, cur tela, cur faces. Además, la mezzosoprano mexicana aprovechó el reducido contingente instrumental para hacerse oír a plenitud y logró un buen ensamble con los músicos de La Serenissima. Entre los momentos destacados de su actuación cabría mencionar la sección titulada Cum dederit del salmo Nisi Dominus, así como otra parte de la misma obra en la que la voz queda totalmente expuesta al ser acompañada solamente por violonchelo y órgano.

En la pieza que abrió la segunda parte del programa, un concierto dedicado a San Lorenzo, destacó la inusual secuencia de movimientos; en lugar del tradicional contraste de la forma tripartita barroca, Vivaldi ofrece dos movimientos de tempo moderado enmarcando a uno más lento, con lo que se logra un interesante equilibrio motor en la obra. Para el final de la sesión, La Serenissima ofreció uno de los muchos conciertos vivaldianos múltiples, en este caso para violín, violonchelo y órgano. En general, la ejecución de la obra resultó brillante, y muy atractiva desde el punto de vista de la combinación tímbrica y el balance. Sin embargo, la enorme dificultad de la parte del violonchelo provocó algunos pasajes de afinación incierta en el trabajo de Sarah McMahon. Por otro lado, destacó positivamente el bello sonido del pequeño órgano utilizado como protagonista en esta pieza y como continuo en el resto del programa. Se trata de un órgano sencillo pero efectivo, obra de Joachim Wesslowsky, destacado organero que además ha hecho mucho por los órganos históricos de México. Este concierto a cargo de La Serenissima demostró, una vez más, que el respetado señor Stravinski estaba equivocado al afirmar que Vivaldi es un compositor sobrevaluado y monótono. Para nada.

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