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México D.F. Miércoles 20 de octubre de 2004

Durante 16 días, propios y ajenos disfrutaron de la añeja costumbre alemana

Reunió la cerveza a hombres y mujeres de todas las razas y colores en Munich

bar-1Munich, Alemania. Orgullosos alemanes vestidos de bávaros se pasean por las calles de Munich. Sabedores de que es su cultura, su tradición, su fiesta, la cual se repite cada año desde hace casi dos siglos, y que surgió por la unión nupcial del príncipe Luis de Baviera y la princesa de Sachsen Hildburghausen en 1810. Es la fiesta de la cerveza, la Oktoberfest, que se realiza durante la última semana de septiembre y la primera de octubre.

La celebración, que atrae a miles de turistas y ahuyenta a muchos muniqueses, continúa siendo de Munich, la vieja Baviera.

En esos días los bávaros vuelven a caminar por una contemporánea tierra, los trajes típicos se descuelgan del ropero y se revive la tradición bávara: grandes y elegantes vestidos de aldeanas, de audaces escotes y ajustados al torso con agujetas, tipo corsete, de manga cortas y abombachadas terminadas con resorte de encaje, de amplias faldas largas -la tradicional debe cubrir hasta el tobillo- con almidonado fondo blanco con acabados de fino encaje; en fin, vestidos diseñados en cientos de colores y formas pueblerinas (flores, círculos, bolas) combinados con tobilleras y zapatos de charol.

Las grandes carpas o biergarten (jardines de cerveza) no se dan abasto para cubrir la demanda de miles que desean consumir el cebadero líquido. Un litro es la capacidad de cada tarro que se sirve en el festival. Las audaces meseras bávaras son capaces de cargar más de 10 de estos en sus delicadas manos, sorprendiendo al más fuerte. Al parecer la maña siempre será más efectiva que la fuerza.

Al interior de los biergarten un millar de personas hace la fiesta. Para ser atentido es necesario tomar asiento, algo casi imposible en esta fiesta, ya que el hospedaje se agota desde mediados de mayo. La cerveza parece mover grandes masas. No son cientos, sino miles los que asisten a los 16 días de la festividad chelera.

Hombres, mujeres, niños, ancianos; alemanes, turcos, italianos, brasileños, españoles, mexicanos, peruanos, japoneses, chinos; negros, blancos, colorados; seres de todas las razas se reúnen en torno a la cerveza.

Los juegos de feria se instalan en los jardines de la cerveza y la enorme rueda de la fortuna sirve de consuelo para los desafortunados que no consiguieron entrar a las carpas. Las casas de terror dan más risa que miedo; los puestos de souvenirs venden hasta las vitrinas y los expendios de refrescos dan un euro por cada envase plástico que se devuelva: cultura del reciclaje.

En la Oktoberfest el crujir de los tarros remonta a las viejas tabernas medievales, ambiente al que contribuyen las meseras (quienes ganan más de 10 mil euros de propinas en 16 días de fiesta) y por los bávaros tradicionales y modernos. También se puede observar a los extranjeros ansiosos por saciar su sed de cerveza alemana -una de las mejores del mundo-.

¡Fiesta!, sí, en la que es fácil patear los restos de tarros que se encuentran en el suelo. Durante la borrachera se ve volar pollos hacia los paladares; vendedores que ofrecen sombreros y muñecos del recuerdo; italianos escandalosos; indios en familia; borrachas que intentan conseguir hombre con el cual pasar la noche; alemanes del norte (no pertenecientes a Baviera) desubicados en la ciudad; puertas de los biergarten cerradas por el sobrecupo; hordas de gente en espera de que se abran plazas; policías en plena revisión de las pertenencias de cualquier persona -sobre todo si no tiene facha de alemán, aunque algunos lugareños tampoco se salvan-; bávaros recorriendo las calles; borrachos intentando ligar chicas y éstas sufriéndolos hasta que terminan su discurso; viejos peinándose el bigote al estilo Dalí; cámaras por todos lados, pero sobre todo tarros y tarros son servidos como si la cerveza no se fuera a agotar nunca, como si no hubiera límite de tiempo.

Es la fiesta en la que la contemporánea Baviera recuerda a la antigua Baviera, sus tradiciones, historia y cultura.

EMIR OLIVARES ALONSO
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