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México D.F. Miércoles 20 de octubre de 2004

Juan José Morales

María Elena y su incierto futuro

Un pueblo de la costa del Caribe mexicano más antiguo que Cancún, habitado hasta por medio centenar de familias -pero que oficialmente no existe-, se halla en peligro de desaparecer porque la propiedad de las tierras en que se asienta la reclama el ex dueño de Banamex Roberto Hernández Ramírez y exige su desocupación, con miras a realizar un gigantesco proyecto turístico.

El poblado, de nombre María Elena, accesible sólo por mar, se ubica en la zona más aislada de la reserva de la biósfera de Sian Ka'an, cerca de la bahía del Espíritu Santo, en Quintana Roo. Lo forma un conjunto de cabañas, letrinas ecológicas y dos depósitos de agua potable. Cuenta con antena de radiocomunicación y es un lugar limpio, ordenado, bien organizado y acogedor. Tiene un pequeño muelle, y en las aguas cercanas los pescadores han instalado 9 mil refugios artificiales -conocidos como sombras o casitas cubanas- para incrementar las poblaciones de langosta. Ahí obtiene 75 por ciento de la producción de este crustáceo la cooperativa Cozumel. Aunque su condición oficial es de campamento pesquero, en la práctica es un auténtico pueblo, y en temporada de vacaciones escolares se llena con los hijos y esposas de 50 pescadores. Por lo demás, así, en calidad de campamentos, nacieron otros pueblos costeros de Quintana Roo, como Punta Allen y Punta Herrero.

Sus orígenes datan de la década de los 40, cuando los pescadores cozumeleños que trabajaban en la zona comenzaron a acampar en el rancho coprero María Elena. Por décadas siguieron haciéndolo sin problemas hasta que en 1985 su propietario, Román Canto López, arruinado por la plaga del amarillamiento letal del cocotero, les ofreció en venta el predio -22 hectáreas con dos kilómetros de playa- en 5 millones de pesos de la época.

Ante testigos, Canto firmó el correspondiente recibo por esa cantidad, pero la transacción nunca se registró notarialmente. Por una omisión casual o deliberada, al crearse la reserva de Sian Ka'an, en 1986, no se mencionó en el decreto que existía ese asentamiento pesquero. Luego -dicen los pescadores- Canto vendió nuevamente el rancho a un tal Elías Vivas Canto, calificado de prestanombres de Roberto Hernández, a quien luego le cedió los derechos.

Cuando los cooperativistas supieron lo ocurrido, interpusieron un juicio para evitar el despojo y lo ganaron en primera instancia. Pero lo perdieron en el tribunal de circuito, en Mérida, debido -afirman- a la traición de su propio abogado y a las influencias políticas de Hernández Ramírez, amigo íntimo de Ernesto Zedillo y de Vicente Fox, huéspedes regulares de la mansión caribeña del ex banquero en Punta Pájaros.

Ahora María Elena está en peligro de desaparecer. Hernández aún no expulsa del lugar a sus habitantes, pero ya advirtió que puede hacerlo en cualquier momento, y rechazó tajantemente su petición de que les permita conservar el trecho de 600 metros de playa en que se encuentra el poblado. Su intención es echarlos, e incluso les ofreció 300 mil pesos si desalojan voluntariamente. Pero los pescadores no aceptan abandonar lo que ha sido lugar de vida y trabajo de ellos, sus padres y sus abuelos. Si lo dejan, simplemente no podrán seguir pescando en la zona por no tener una base en tierra, y además del terreno y sus viviendas, perderán esos 9 mil refugios que a costa de mucho tiempo, dinero y esfuerzo fabricaron e instalaron durante años.

Ciertamente un centro de trabajo tan importante, una comunidad pesquera tan antigua, pionera en el poblamiento de la costa de Quintana Roo, no puede borrarse de un plumazo. Aunque, en efecto, la propiedad sea de Hernández Ramírez, no se pueden ignorar los derechos que los pescadores y sus familias han adquirido por haber vivido y trabajado ahí durante generaciones.

Sin duda, hay formas de protegerlos. Quizá mediante una expropiación de las tierras por causa de utilidad pública, que en este caso es más que evidente. Pero el gobernador de Quintana Roo, Joaquín Hendricks Díaz, no ha hecho nada para apoyarlos, pese a sus repetidas promesas en ese sentido, y María Elena sigue en peligro de ser una víctima más del "desarrollo".

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